Ya estoy de vuelta … y tras unas semanas de una incomunicación casi absoluta, a pesar de sonar ventajista, esto es lo que escribí y no pude publicar sobre el fichaje de Bale y sus posible consecuencias, como así ha sido con Özil …
“To Bale or not to Bale”.
Parece fácil, pero estoy convencido que el amigo de las tragedias, Shakespeare, estuvo días pensando en las palabras que recorrerían las gargantas de millones de personas siglos después, para la más ínfima de sus decisiones diarias, “Ser o no ser”. El mismo martirio que se ha autoimpuesto, cual “amor a Julieta”, la parte alta, normalmente por su altura, de Concha Espina, para decidir si gastar esa ingente cantidad de céntimos por el futbolista galés, merecía la pena, era necesario o simplemente era o no el momento, “To Bale or not to Bale”.
De las cualidades de este tremendo todoterreno no voy a entrar. Cualquiera que tenga los patéticos conocimientos de los que yo gozo, conoce de ellas. La pregunta es si, futbolísticamente hablando, ya que, monetariamente, parece, estamos todo de acuerdo, merece la pena hacerle un hueco en la plantilla.
Como es imposible poner de acuerdo a la curia de barra, daré mi humildísima y, a veces infame, opinión. Y no es otra que, simplemente, no, querida. Y no es que no me fascine este jugador, es, sencillamente, que veo en el Real Madrid un fila de peatones bien definidos, no alineados, más que completa por ese lado del campo. Ángel Di María es la llave que llevo perfilando a base de minutos de codo desde fin de temporada. Únicamente el “Fideo” es el que debería enseñarnos si es o no justificable traer a otro jugador en dicha posición. Porque, no nos engañemos como el príncipe danés, “not to Bale”.
Carletto tiene claro que sus volantes, extremos, o simplemente, jugadores de ataque en banda, deben ser rápidos y, ahí, es donde se está dando cuenta que, el otro gran perjudicado, a mi entender, por la llegada del zurdo isleño, Mesut Özil, no da la talla y, el argentino, le ha comido la tostada como ya hizo la madrastra de Hamlet. La conclusión, resulta evidente. ¿Si tengo a uno de los mejores extremos del mundo, para qué voy a traer a otro similar? Solo me queda la opción en la que todos coincidíamos. El problema es la perspectiva. Nosotros hablamos de fútbol. Ellos de negocio.
¡Bienvenido!”