Y mordimos el piso. La Roja nos devolvió fantasmas que parecían esfumados. La Selección española fue incapaz de conseguir un mínimo empate ante los suplentes de Croacia y se dispara en el pie metiéndose de lleno en el lado más que complicado del cuadro.
Comenzaba el partido con un ambiente raruno. Las estúpidas declaraciones de Pedro – ex integrante de mi altar de intocables – no ayudaron en las horas previas al match. Todo era felicidad y crema en la concentración hasta ese momento. Un fuego que, como la mayoría de las veces, no sabe apagar Vicente Del Bosque. Su diplomacia recubierta de falta de valentía no es la primera vez que asoma de su libreto. Ya lo he dicho varias veces … lo que terminó por apagar su figura en el Real Madrid, obsesiones presidenciales a parte.
Debate nacional se hizo sobre si había que hacer rotaciones o no jugándonos tanto. Unos a favor, otros en contra. Soy de los segundos. El once que debía hacer frente a este partido cuya importancia parece solo algunos la veían, tenía que ser ése. Cuestión a parte, y a toro “pasao”, es que, visto lo visto, tal vez dos, tres hombres de refresco habrían aguantado el nivel de hambruna, que no físico, visto en los dos partidos anteriores.
Lo que vimos con la nalga mullida en el sofá fue una selección de “casados” que salieron a dejar pasar los 90 minutos, en especial, Sergio Ramos. El central (ya sabéis lo que pienso de su valoración) demostró a los pocos minutos de rodar la bola que tenía “uno de sus días”. Descentrado y dando una imagen de “sobrao”, perdía balones más que comprometidos hasta que, segundos antes de la ducha intermedia, ni vio al jugador croata que puso el empate en el marcador.
Pero claro, el camero no podía terminar el partido con una espina clavada, necesitaba su momento de gloria. Un egocentrismo de medio pelo que le hizo apartar a los lanzadores supuestamente designados por el entrenador. “El entrenador“, ¡qué palabra ésa! Tras pifiar la máxima pena – cierto es que debió mandarla repetir el árbitro, pero eso es otra historia que no me interesa – don Vicente se desmarca, una vez más, con unas declaraciones para no ofender a sus jugadores y sí exaltar al aficionado ilusionado. No es un secreto que siempre antepone su buen rollo con los miembros de la plantilla antes que con el seguidor español. Pero también es absolutamente veraz el que siempre acaba igual la crema que les unta. Véase su último Real Madrid o Brasil, repito. Un concentrado de jugadores donde era secreto a voces el mal rollo entre muchos de ellos pero que, de cara a galería, se empeñaba en vendernos como la familia perfecta de camping un domingo cualquiera. Señor Del Bosque, el que no tiene que decidir quien los lanza soy yo.
(Andrés Iniesta sacando los tópicos estúpidos de siempre)
Resulta evidente que no solo fue responsabilidad del sevillano el patetismo de juego desplegado ayer. Iniesta, nuestro faro, no apareció en ningún momento. Silva y Cesc empezaron a lo grande y se diluyeron como el resto del equipo poco a poco. Nolito muy acelerado y Morata algo desquiciado. Otros cargan tinta contra De Gea y su aterrizaje slow motion de nalga en el gol de la victoria croata. Parte de razón no les falta. Y así podría seguir con el resto donde solo salvaría al “me gustan los problemitas” Piqué y Juanfran.
En definitiva, de la euforia al hundimiento emocional. De lo fácil a lo complicado. De la esperanza al pesimismo exprés que tanto nos flagela voluntariamente a los ibéricos. Es el momento de ir “a lo guaperas” y demostrar eso que tanto llena los carrillos de muchos: que seguimos siendo los mejores. No hay duda ninguna de que si España despliega su juego, Francia, Italia o Alemania no deben dormir muy tranquilos. Ésa es la duda, saber a qué jugaremos el lunes. Una duda que, a día de hoy, es más que razonable.
@disparatedeJavi
(Foto portada: elconfidencial.com)