Comienza la última #gilicrónica sin fecha prevista de vuelta. Durante 7 temporadas han sido la sombra de Pesadilla en la cocina pero por motivos ajenos a la sartén deben decir “hasta luego”. ¡Y qué modo de hacer un paréntesis! Alberto Chicote se enfrentaba a “La croqueta de hierro” en #PesadillaParrilla, donde Sonia “la roca portuguesa” servía bacalao insano cada vez que abría su boquita de piñón. Dentro intro.
En pleno casco urbano de Badajoz conocíamos “A la parrilla“, el local regentado por Toni (pero no Montana) con una versión del “As time goes by” mientras nos hablaba de los tiempos pasados de gloria en los que su madre llevaba la cocina como el Dios Mandil ordena. Pero aquello queda ya lejos y son Herme (su mujer) y Sonia “The Rock”, unas pinches metidas a cocineras, las que contaminaban cruzadamente todo lo que en sus 4 metros cuadrados entraba. Una cocina que se declaraba inepta para manejar una comanda con entrantes y platos individuales. O todos los clientes pedían raciones para compartir o la sangre cerebral se coagulaba. De nuevo un emplatado de “Manolete, si no sabes pá qué te metes” en Pesadilla en la cocina. ¡Qué disparate! ¡Servir lo que los clientes quieran, como quieran y a la hora a la que vengan y no 90 minutos de media! La incivilización de Badajoz …
A este nuevo fregao llegaba Alberto Chicote sin saber que se iba a enfrentar a una de las grandes #villanasPEC no solo de esta temporada sino de su historia. Tras una charleta con Toni en la que le contaba que 80 años llevaba aquello allí, se sinceraba sobre el por qué pedir ayuda a Pesadilla en la cocina y le enseñaba la mesa de tortura donde iba a tener que degustar las infamias que allí se servían (con pelos incluidos). “Yo creo que sí le va a gustar” o “la comida aquí está buena” era lo que podía escucharse de boca de la camarilla en cocina … “Gensanta”!! Juan, camarero y amigo de Toni, daba las primeras pinceladas a Alberto sobre lo que allí se cocía y la inexistente aptitud y carisma de Toni aparecía como el principal ingrediente. Una pescadilla que se mordía la sartén.
Túnido, que no atún, congelado, bacalao pastoso y vomitivo a la nata, bravas con salsa de bote, patatas paja como para una masturbación apocalíptica en masa y el surtido de croquetas de adamantium. ¡Deliciosa comanda! De lo peorcito que ha paseado por nuestras pantallas. Eso sí, las raciones las firmaba Obélix para merendar tras una ardua jornada de entrega de menhires. Con la devolución de platos a cocina comenzaba el cráneo de Sonia a hervir (nosotros también). Pero Toni no terminaba de entender como no iba ni dios a comer allí con semejante basura. Otro de los típicos síntomas.
Iban a cocina y Sonia tenía las cuchillas preparadas para recibir a Alberto: “no he sentido nada, una persona como otra cualquiera”. Primer asalto. A escuchar gilipolleces y excusas varias. “Lo que diga el Chicote me la bufa”. Pues eso. Hornos con escape de gas y fuego que arreglaron pero sigue apagado. “No somos muy guarros” pero un bichito paseaba junto al de Carabanchel que seguía soportando a la amiga del país vecino: “guapo no eres, la verdad”. Segundo asalto.
Comenzaba el primer servicio o, mejor dicho, un nuevo combate a cara de perro … o perros. Juanfran el poligonero inmaduro de “Badajó” se iba a destapar como el secuaz perfecto de Sonia. Un niñato impresentable que decidió tener sus minutos de gloria mandando a tomar por el esfínter a Alberto y se declaraba ofendido por no haber sido saludado oficialmente (las imágenes dejaban claro la credibilidad de este personaje). Esto no está pagado. Hay que ver los problemas que soluciona una buena hostia a tiempo cuando eres joven, sea física o emocional. Una cocina donde ni siquiera saben que el color de la tabla indica para qué producto es. Como era de esperar el servicio fue lamentable, a lo que contribuyó enormemente el caos cerebral de Juanfran “nunca me equivoco son los clientes o vosotros”. Un nuevo camarote de pollos sin cabeza. Toni Soft incapaz de coger el timón. Ya sabemos qué pasó con los incautos comensales. La charla tras el servicio fue la gota que colmó el vaso de la buena hostia al de 21 años y las ganas de poner un bozal a la portuguesa. Pero el problema era que el chef no parla portugués. Where is my mind … porque “estoy hasta el coño de Chicote”.
Al día siguiente Toni y Alberto, face to face, echaban un ratico. Daban un pequeño gran repaso al equipo de #PesadillaParrilla más preocupados por llevar una jornada fácil y llevadera que de que el restaurante funcionara. Pero la falta de todo de Toni Soft se servía en la mesa también. Nostalgia de tiempos pasados con su madre guiando cocina dejaban claro que tener a una madre y no aprender de ella sino dejar que se lo hagan todo … trae consecuencias y “madres mías”. ¡Y mira que estaba en un sitio perfecto! Under pressure de Bowie & Mercury sonaba.
Siguiente servicio infernal. Alberto traía las ya clásicas tarjetas rojas y verdes. Todos sabíamos de qué color sería el veredicto final viendo el ambiente de felicidad, ilusión y ganas que reflejaban los rostros de aquel “equipo”. Herme daba consejos a Sonia que se pasaba por el bacalao, su bacalao. “No me importa un huevo porque no tengo huevos” … los demás lo dudamos. Seguía pasándose por el bacalao y sus chakras desequilibrados la clasificación de colores del Ministerio. Huevos cocidos en sartén sin sal. Bueno, todo sin sal. Todo soso como ella. Una villana impresentable que “hacía lo que le daba la gana” y a la que no le hacía efecto el Lexatín. Carnes a puntos aleatorios y sangrando en sala que Herme no entendía hasta que se metió un trozo de goma vibranium a la boca. Nada como probar tu propia mierda. Dedos en salsa de los platos. Hasta el infinito y más allá del disparate. “Quiero comer”, se oía en sala. Pero allí la autocrítica era una palabra klingon. El recuento final de tarjetas, el esperado: goleada roja. Un par de cartas de despido podrían haberse servido.
Mientras que conocíamos a la magia de antaño, su madre, el equipo de reforma transformaba aquel antro rancio en algo totalmente distinto. La señora se lo dejaba claro: “si no te pones las pilas, dónde coño vas?”. “Vamos a hacerlo, no a intentarlo”, decía Toni Soft evitando la réplica de Dagobah que tantas veces hemos oído. “Yo siempre he tenido la vida más fácil porque ha estado mi madre detrás” … de diván. Todos flipaban con el cambio antes de empezar a salivar con la nueva carta. Siempre me acuerdo del invento de Willy Wonka y su chocolatina en pantalla. ¡Vamos moviendo el culo para perfeccionarlo! Para Sonia “todo mariconaditas”.
Último servicio. Toda la crazy crew vestida como el Joker de Nicholson en el Museo de Gotham decía estar lista para el baile. “Esto está chupao”, declaraba Sonia “The Joker Rock” pero nadie se había acordado de ir a por el pan. Todo bien. En cocina quedaba claro que pocos se habían leído la nueva carta. La palabra “bacalao”, o mejor, “bacalá”, describía a la perfección lo que veíamos. Herme frita mentalmente. Y entonces surgió quien menos esperábamos. Es lo que tiene cerrar la boca y ponerse a currar. La alegre portuguesa cogía las riendas de las comandas y todo salía finalmente. ¡Inconcebible! Pero cierto … Lo que no quería decir que la despedida de Alberto de aquel infierno llevara abrazos y cariños de por medio. Se seguía notando el acero en el ambiente. Más bien alivio por salir de allí. Nosotros, también.
De aquella semana en Badajoz a una clínica de rehabilitación mental. No está pagado. Y así, querid@s disparatad@s, termina una nueva temporada de las #gilicrónicas que no de Pesadilla en la cocina. Seguiré estando al pie de tuit todos los jueves por la noche pero el emplatado de los viernes queda en un “hasta pronto”.
Podréis leer otras crónicas … pero no serán las auténticas. Las #gilicrónicas.
GRACIAS y hasta pronto, disparatad@s!!
@disparatedeJavi
(cartel by @scientist_pi)