Si se estrena una película de superheróes mi obligación moral me impide no acudir a la sala. Esa misma rémora sentimental es la que ha hecho que me haya tragado pestiños infames durante años (véase ejemplos como el Dare Devil del hoy Bruce Wayne o la cinta en solitario del que estaba llamado a aparecer en la incomprensible comedia que visualicé anoche, The Green Lantern). De mi memoria he intentado borrar décadas de viejuno con Spidermans lanzando redes de pescar o Batmans con panza cervecera y una moral a prueba de kaboooms. La Liga de la Justicia ha conseguido rescatar lo que creía desterrado en el universo comicmatográfico: que la siguiente película sea aún peor. ¿Es esto DC o la versión humanizada de los Teleñecos?
Guste más, guste menos, parece que Marvel enderezó su apuesta por los cómics en la gran pantalla. También atesora pufos, sí, pero la intención de hacernos olvidarlos la sentimos. ¿Pero DC? Exceptuando a Nolan y su trilogía del Caballero Oscuro, las representaciones del universo DC en la gran pantalla son cada vez más lamentables. No hace falta recordar Superman Returns. Pasemos a la siguiente. Man of steel. La cinta de Zack Snyder me devolvió algo de luz, algo de esperanza. La misma esperanza que representa el kryptoniano y que se esfumó de un plumazo con Batman vs Superman, Dawn of Justice. Aún sudo en sueños pronunciando el nombre de Martha y sufro pesadillas viendo a un Lex Luthor sacado de una versión oscura de Ace Ventura. Suicide Squad prometía novedad y, cuanto menos, diversión. Los que vendían whisky junto a las salas donde se proyectó, hicieron su agosto al terminar cada sesión.
Y entonces llegó Diana Prince y unas críticas maravillosas que aún hoy sigo sin comprender. Wonder Woman me pareció otro crustáceo difícil de digerir, mención a parte el patético doblaje con el que se terminó de macerar semejante sufrimiento. Las amazonas, las únicas integrantes de este Universo con un acento imposible de localizar geográficamente. Pero aún así, a pesar de los continuos batacazos y desilusiones que los responsables impunes de castigar nuestros recuerdos seguían mostrándonos, el comicómano es alguien que nunca pierde la esperanza, con una moral a prueba de Cajas Madre y que busca cualquier resquicio de luz para disfrutar de unas imágenes que siempre estuvieron en su cerebro. Justice League se hizo esperar tras tanto cambio, recorte, corte y vuelta a editar. Algo común en muchas de sus predecesoras. El miedo se apoderaba de nosotros y, tras lo visto anoche, no nos faltaba razón.
¿Desde cuándo Barry Allen es un bufón? ¿Son Bruce Wayne y Alfred los nuevos Statler y Waldorf? ¿Aquaman se pira de Atlantis por rebelde o por gracioso? En pleno siglo XXI y tras haber visto auténticas maravillas de CGI, ¿a quién contrataron en Wonder Woman y Justice League para recrear a los enemigos malignos? Ares, aún salvaba la condena pero ¿Steppenwolf? Mi hijo pequeño moldea la plastilina de forma más realista.
Personalmente han conseguido minar demasiado mi fe en este Universo cinematográfico DC. Ir a ver las cintas en solitario de Arthur Curry y The Flash para el año que viene me supondrá el mismo esfuerzo que aguantar 2 minutos en Tele 5. Pero allí estaré. Es lo que tenemos los que hemos crecido a base de viñetazos. Si soy capaz de tragar la adaptación televisiva del velocista e incluso de, como diría alguien que sabe mucho más que yo, “Gozam”, ¿cómo no seguir este hilo en la gran pantalla?
Al menos, siempre nos quedará Nolan y el papel, bendito papel.
@disparatedeJavi