Sí, desde el verano pasado que devoré el libro de Ernest Cline más rápido de lo que Doc y Marty iban y venían de Hill Valley, mi joystick cerebral izquierdo estaba más que preparado para montarme en el DeLorean de emociones que parecía había preparado Spielberg en su adaptación cinematográfica. Aquí, la #gilicrónica de un autoestopista viejuno que sintió en muy pocos niveles el fluzo que el manuscrito original le inyectó. Ready Player One. Achtung, spoilers.
Nada más echar la moneda en la arcade presentada por el genio de Cincinnati eres víctima de su hechizo “Olvida el libro cuanto antes si quieres disfrutar de la mazmorra sin complicaciones que he creado”. El inicio de la partida es directamente a 88mph lo que te reafirma en que es mejor abrir tus ojos y cerrar tu corazón al recuerdo. Era previsible (y así se confirmó) que con la inmensidad de referencias/licencias que el libro contiene, su traslado a la gran pantalla fuera más que imposible. No entiendo muy bien ahora lo que leí en una web (supuestamente) especializada en cine que señalaba a Matrix como la protagonista de los más repetidos guiños. Tampoco si quiero saber realmente la explicación del que sin despeinarse lo afirmaba. Pero luego está saber (o querer hacerlo) cuál es el núcleo fundamental, el material o momentos imprescindibles que deben ser el Santo Grial de su adaptación y, para este triste fan, Spielberg se ha pasado por su túnica de mago nivel 99 casi todo lo que mi disco duro ansiaba contemplar de su varita.
Como buen Master de rol apostado tras su pantalla de tiradas ha moldeado a su caprichoso e infantil antojo el parque de atracciones que Ernest Cline construyó. Eliminando tramas que ha considerado secundarias cuando para otros (sí, yo) eran primordiales. Cambiar rol y vida de personajes, decidir como deidad suprema de Mongo que donde antes había muerte ahora hay simplista diversión pueril. Dejar de lado los videojuegos de cartucho y ranura por conseguir una sonrisa en los niños de hoy día con Minecraft. Olvidar por completo las referencias roleras. ¡Qué menos que el RuneQuest o D&D! Recoge toda esa nostalgia de películas, música, juegos o personajes y los reduce a pequeños guiños en forma de pines en chaquetas, camisetas, auriculares, diálogos metidos con calzador, avatares que pasan a la velocidad de la luz por tu retina o pósters de pared, un recurso de lo más decepcionante y mareante. La búsqueda de las llaves se reduce a la solución de acertijos sin esfuerzo ni batalla alguna. Unos saltos de montaje difíciles de entender hasta para el no lector. Un Sorrento, sixers y su secuaz sacados de cualquier film de Canal Disney. ¿Para qué darle importancia a un personaje adulto como Ogden Morrow? ¿OASIS? Un simple juego. Ha reescrito el libro a su saber leal y entender. Como le ha salido de su entrepierna de Gigante de Hierro tras tener que renunciar a la de Ultraman.
Y podríamos seguir elaborando una larguísima lista de olvidos, imposibles o libre versiones pero ¿para qué? Siempre nos quedará el libro. Respiremos y pensemos que el Ready Player One de Spielberg es una adaptación. SU adaptación. Punto y final. Decidid entonces si os ha gustado o no. No os teletransportéis más allá.
Para este defraudado ochentero, rolero, consumidor compulsivo de cine y videoclub, videojuegos, videoclips … la película de Spielberg supone dos horas de diversión frenética sin mucho sentido (y mal compuesta) si eres capaz de resetear completamente tu cerebelo. Y no se trata de ser esclavo de la nostalgia. Sí de abstraerte de una lectura adulta y ser poseído por el niño de 12 años que tienes en la butaca de al lado y lo que más te importa es la acción digital sin tregua. Pero aún así, dejando el texto en la estantería, no me parece que esté a la altura de lo que nos tiene acostumbrados.
Por contra, para el que le haya sido imposible desprenderse del disfrute maximum remember de su infancia y juventud con las páginas de Cline, la película mete demasiados sablazos láser a su espíritu en beneficio de un largoLARGOmetraje para todos los públicos (más bien rozando la pubertad) y, sobre todo, al actual, que sería incapaz de entender la cantidad de bytes emocionales que el escritor vertía en nuestras hojas de personaje al introducirnos en su aventura. Te queda ese regusto a cable pelao de saber que incluso dos películas habrían conseguido contentar a ambas generaciones dando la importancia que tiene a la historia y no únicamente a la inversión millonaria en efectos especiales y entradas pack familiar.
Me gustaría tomarte un par de zumos de gummy valla (por seguir consumiendo algo infantil) con el genio barbitas para que me explicara taaaaaaantas cosas. A ser posible con Ernest Cline a mi lado. Leed, malditos, leed.
@disparatedeJavi