Castro Urdiales, enclave del manicomio que Alberto Chicote y Pesadilla en la cocina visitaban esta semana. Con 7 años de vida se nos presentaba el negocio de Pili (cocinera con experiencia, decía) donde servía precocinados y congelados como si el mundo estuviera a punto de reventar. Aquí, la #gilicrónica de #PesadillaPili.
“Son cosas que están buenas pero las cocino yo”, introducía la susodicha. Con dos cojones (palabra fetiche de la noche). Como suele pasar ¿las razones de su pérdida de rumbo? La ineptitud de su equipo. Su ombligo, intacto. Más tarde comprobaríamos como no le faltaba gran parte de razón. Ni siquiera mantenía una mínima línea de respeto al mando sacando a su propio hijo Criiiiiiiiistopher a empujones del restaurante. Su hermano Javi confesaba haber visto platos volando sobre su iluminada cabecita. Más cosas ha visto, seguro. Al menos, la protagonista de la noche, era consciente de que, sus berridos continuos maridados con un vocabulario de academia, eran culpables de que más de uno no volviera a pisar aquel antro. Un “estoy hasta los cojones” de todo y todos que estaba desequilibrando más y más a Pili cada día que pasaba ahí dentro. Minutos más tarde se confesaba bien jodida con ella misma. Primer paso.
Allí que llegaba nuestro James Cole de Carabanchel para salvar a esa familia del desastre apocalíptico que se mascaba. Con unos cuantos ansiolíticos en el bolsillo, esquivando sus retinas un “queso menbrillo” de la pizarra de entrada y a ritmo y deseo de The Hives, “Won´t be long” desembarcaba Alberto en Castro Urdiales (¡sitiazo!). En pleno centro histórico y rodeado de competencia, ¡bienvenidos a #PesadillaPili o un viaje gratuito a un diván de monos gritones! ¿Por qué no te va bien?, la pregunta estrella. ¿Y tu hijo? Se queda mucha gente por el camino mientras mi hermano Javi, “todos los putos días”, repite la misma historia. Y estallaba el primer cable de Pili por un café con leche (que se tomaba su impasible hermano como los indios cabreados fuman).
Momento para la inspección pasando por congeladores en el comedor “cutres y feos” tal mesón pleistocénico de huerta. “Mi problema es que dejé de cocinar”, confesaba. Por si teníamos dudas viendo el producto que manejaba. La teoría pescadilla-cola hacía su aparición: “¿para qué voy a comprar género bueno si se me va a echar a perder porque no vendo?”. Cuadrar, tampoco cuadra mucho el que tengas varias mesas y sigas abrazadita a esa teoría. ¿Qué tal con un “empiezo poco a poco” y no por la cigala real? El ánimo realmente lo tenía por los suelos. “Nivel ya no tengo”. Me tomaba la primera pastilla para los nervios.
Tras ver las promos deseábamos que llegara la comanda. Una de las más infames que se han visto en tiempo en Pesadilla en la cocina. “Quiero uno de cada”, decía Joana en cocinas. Incluida la paella, su “paella Cantábrica”. Alberto pinchaba un poquito a Javi para que cantara sobre qué y no meterse en la boca: “puedes probarlo”, “no me convence” y “preparado”. Ilusionante. Unos espagueti Boloñesa fue lo primero en aparecer. Como si te lo hace el estudiante del cuarto tras llegar a las 6 de la mañana. Ni cataba “los pelotones” de la salsa ni el “agua que no teníae que tener”, Pili, no me jodas. ¡Aparecía entonces Criiiiiiistopher tras cuidarse el cutis echando sus horicas de sueño! Crepes de txangurro y langostino y chorrito de salsa de frambuesa o “del bosque”. ¡Que digáis algo de la Pilifusión! Veo el plato vacío y sin color y le echo un sirope. “Oyes pues hay gente que sí ….” se lo come, maquillaba Joana. No, si jabalíes hay por todos los lares. “De lo peor que he probado”, sentenciaba el chef. Pedía explicaciones a Pili y su hermano que aprovechaba para tildarlo de “basura”. Nuevo cable pelao de la jefa que saltaba por los aires previa vomitera tras catar SU COMIDA. Rollitos requemaos de chipirón, a continuación. Bastante repugnante a simple vista. Manitas duras y tiesas como el añorado martillo de Thor. Otra que apuntar al debe profesional de Pilarrrrrrr, ni probaba lo que le vendían. “Te falta lo mejor, espera”, se iba riendo a cocinas. Plato “desde el cariño”, Pimientos rellenos de bacalao con “caramelito que todo lo arregla todo lo jode” que ni cataba antes del filete crudo que terminaba con la paciencia de paladar de todo telespectador. Echaban otro ratico de charla y Pili echaba espumarajos por la boca hablando de la ineptitud de su equipo. Insisto, gran parte de razón se intuía a pesar de su timbre de voz. Javi y su sobri tenían thc y no sangre en vena. Bueno, hasta que el primero se enteraba que su hermana le estaba poniendo tibiamente a parir. Reventón nivel máximo. “Mejor dejo el cuchillo en la mesa”, la dueña. “Te he recogido de la mierda” y un “que te follen” nos dejaron uno de los momentos más lamentables que hemos visto en Pesadilla. ¡Menuda paciencia y tragadera de Alberto Chicote! Un abrazo (necesitado) y hasta el servicio. ¡Como para revisar la cocina en ese momento!
Pero íbamos a tener nuestra dosis: espaguetis cocido dos días … pero “tenía mucho que hacer” teniendo en carta todo congelado o precocinado como para cocer pasta. En la barra encontrábamos un premio a la “simpatía y buena atención” de 2013. Yo también me rascaba la colleja de vergüencita. Pinchos fuera de vitrina porque “no lucen igual” pero sí sobre una “caja de fruta fashion”. Pili organizaba el servicio y el personal empezaba a entrar. “Me apetece una cerveza”, decía para empezar con fuerza. Le ofrecía una a Alberto y éste le ilustraba sobre los peligros de currar beodo junto a aceite hirviendo o una llave de gas. Clases gratuitas de prevención básica. Javi ya se liaba con la primera comanda. Íbamos a asistir entonces a uno de los platos que no debéis olvidar: “la paella del Cantábrico”, hecha horas antes y al microondas. Luego nos enteraríamos del gran punto de arroz que consigue y su técnica para ello. Las quejas llegaban a cocina y los “cojones” tronaban en ella. ¡”Deja de saltar” como una mona rabiosa y ponte a funcionar! “Me estás volviendo loca”, le espetaba a Chicote. Clientes que desfilaban. “¡Hostiaaaaaaaa puta!”, el mejor resumen hasta que “le cayó en gracia” a una clienta que le dejó el txangurro bien limpito dejándole meridiano la mierda que estaba sirviendo. “Pili, es lo que tú has decidido hacer … y MUY MAL“. ¿Su respuesta? Echar un pitillo, todo coherente. Alberto, con gesto Jedi, lo apagaba. Más clientes que se iban. Charla final sobre “el completo” que habían mostrado al pueblo. Pili y Javi se enzarzaban de nuevo. Criiiiiiiiiiistopher no tenía palabras y Joana tenía claro que como siguieran así la familia se iba a tomar esfínteres. Una filósofa.
Dueña y jefa desequilibrada emocionalmente, equipo sin riego y mucha queja y poca solución empujan al chef a charlar con Pili para enterarnos de los 60.000 boniatos en el debe que la lastraban (aunque no tenía muy clara la cantidad, algo que, personalmente, me pone como un T-1000 viendo a Sarah Connors por el retrovisor). Con guiño a la banda sonora de Top Gun se enfrentaba al segundo servicio. Ella parecía tener ganas. El menú lo había preparado ella, sin congelados, con su oficio. Los clientes comenzaban a llegar y ella sin ni siquiera tener el fumet del arroz calentito. Pero es que ella lo echaba directamente frío sobre el arroz previamente rehogado. Todo en orden para conseguir esta textura de Adamantium que se gastaba su “paella del Cantábrico”. Primera comanda y nada hecho. “Entraba en trance”, la Pili. Turistas bien vestiditos por trender personal. “¿Podemos pedir algún entrante?”, “Hoooooooostias tengo”. A punto de ebullición su madre y su hermana y Criiiiiiiiiiistopher y Javi mirando un cuadro en un museo. El arroz para pirámides salía a sala y todos teníamos claro como iba a terminar el temita. “¿Lo has probado tú o qué?”, lo defendía ella absolutamente ida. La pareja tío-sobrinito no acompañaba confundiéndose con las comandas. La vena del cuello de Pili tenia el grosor del instrumento del negro del Whatsapp. Momento de agobio extremo en el restaurante y en casa. Un ataque crítico de ansiedad casi nos deja la primera gran tragedia en Pesadilla en la cocina. Alberto la sacaba a tomar algo de aire y su hijo nos ilustraba un poco más sobre por qué su madre llevaba tan mal su inutilidad riéndose de tener el salón lleno sin cocinera. Para darle un buen par de hostias de madre/padre. Sin acritud. Charla final sobre la mise en place y el riego sanguíneo necesarios para dar un servicio como Tutatis provee. “¡Que se te para la patata!”, intentaba espabilarlos Chicote.
Otro momento que también hacía tiempo no vivíamos de este modo. La reunión familiar de la mañana fue dura, dura. Se sinceraban y se ponían de acuerdo en que todos habían contribuido a pasar esa línea que una familia nunca debe pasar. Banda sonora de Brideshead Revisited para esos abrazos de arrepentimiento (“Love Lost”, The Temper Trap) mientras que el equipo de reforma dejaba Casa Pili renovado, no sin antes escuchar a mamá Pilar decirle a Alberto que “le tenía un poco de rabia” antes de conocerlo en persona. “Me lo dicen mucho, también te digo”. La señora no se cortó. (Muse, “Animals”) “¿Esto es Casa Pili?” La familia quedó emocionada y el lagrimal del cocinero madrileño también. ¡¡A abrazarse coño que es gratis!! La carta cumplía a la perfección su labor de tortura del telespectador. Hace tiempo que no me calzo unos callos. Puertalsol me espera.
Con The Tornadoes, “Bustin ´Surfboards”, guiño a Pulp Fiction, comenzaba el último servicio. Todos sin dormir de nervios ante la apertura y con el trabajo organizado, Pili se mostaba a full, algo que no pudo decir su hermano Javi. Pincha Offspring y dale. El show de Javi y su “Perdonen las disculpas” comenzaba. ¡Menuda pájara! Como un pollo sin cuello iba de un lado a otro de la sala con la mirada perdida pensando en … bueno, solo él sabe qué pasaba por ese cerebro y arterias. El tímpano también lo tenía algo tenso. “Perdonen las disculpas”. Su jefa canalizó toda la mala hostia que llevaba acumulada hacia la dirección y mando de la mano de sus ganas, muchas y, tras una última arenga de su madre, el servicio salió mejor de lo que esperábamos. El momento de la despedida llegaba para alivio de nuestros tímpanos pero con un buen regustete a segundas oportunidades que todos merecemos. La familia, más. “La Pili y su vuelta de 180º” currados hacían que Alberto esbozara una sonrisa y se fundiera en un abrazo con ella: “¡Qué bueno que existas!”, algo que debería grabarse más de uno. Siempre os machaco con el agradecimiento pero es que hay que serlo, ¡COJONES! (tono Pili).
Programazo que tuvo de TODO, de TODO. Una lástima que, por lo que parece, el #PesadillaPili fue traspasado. Esos caracteres son muy difíciles de calmar eternamente. La semana que viene más … y mejor. Kings of Lion, “Use somebody” de despedida.
@disparatedeJavi
(Cartel by @scientis_pi)