El Xef de Cuatro, Dabiz Muñoz

No pensaba dedicar golpeo de yemas a escribir un post sobre lo que me parece o deja de parecer el programa de Cuatro, el Xef, con Dabiz Muñoz pero, viendo la cantidad de “alteraos”, haters y rabiosos varios que se manifiestan desde hace dos semanas y, como sabéis que me va el mambo, pues entro al traXpo.

Vaya por delante que, a mi entender, no se trata de que te guste más o menos la personalidad, carisma auto exacerbado o el fijador de cresta que utilice el COCINERO “tri-estrellado”. Ni qué decir su vida personal y sentimental. Se trata, básicamente, de conocer de cerca cómo este madrileño ha conseguido forjar su sueño a base de talento (ante todo) y curro, mucho curro en busca de una perfección que a ratos roza la obsesión irracional. Y si no, de saber venderla. Al fin y al cabo, a efectos prácticos, es lo mismo obtenerla que hacer creer que la tienes mientras sepas seguir manteniendo este concepto. Pero yo soy de los que creo que, talento, tiene de sobra y no solo para mezclar especias e ingredientes o haber forjado un ejército de fieles currantes a su lado. Buscar la perfección a toda costa es lo que, para el que suscribe, diferencia a los que de verdad desean algo a los que solo “pasaban por allí”. Otra cosa es compartir o no los métodos. Pero ése es “su problema” y no afecta al comensal que tiene la suerte de catar sus locuras.

Con humildad todo se cocina y vende mejor.

Posiblemente peque de decir alguna que otra (o varias, como casi siempre) tonterías al no haber probado su comida/cocina, pensarán algunos de esos odiosos que andan sueltos buscando arruga para pasar plancha pero, insisto, el talento es un ecosistema de vida propia que alberga millones de micro neuronas y variables. Y en el suyo me da que se hospedan unas cuantas unidades de millar.

Personalmente siempre he defendido que los verdaderamente grandes, en cualquier ámbito, deben desprender humildad, cariño y empatía para ocupar esos puestos top que nos hacen mirarlos con pura y simple admiración y no a medio pestañeo pensando en “algo habrá que falle”. Resulta evidente que Dabiz Muñoz va escaso de éstas o, al menos, es lo que se nos muestra. Sus comentarios despóticos, contundentes afirmaciones, seguridad en lo que quiere y persigue, soberbia a ratos hiriente, vocabulario de garito oscuro y ruidoso y actitud altiva no es un buen aliño para conseguir la simpatía del que mulle su trasero en el sofá deseando que no llegue el lunes. Esto, es así. Y, más aún, en un país como el nuestro donde reconocer el talento del que triunfa o despunta es más jodido para algunos que buscar su ombligo. Él ha optado por seguir otro camino a la cumbre sin importarle lo sentimental de todo este circo que es la vida.

El color de su cresta, la longitud de sus pendientes o las veces que pueda decir “polla” … me la sudan. Sí, también puedo ser soez y descriptivo al tiempo. Lo que veo en pantalla es un tío que quería una cosa por encima de todo y ha sabido luchar, currar, perseguirla y que le ha importado e importa tres lichis lo que los rabiosos opinen de él. No quiere metas, solo caminos que continúen. Está en su momento y lo sabe, otros lo dejan pasar. Es  jodidamente de recibo aplaudirlo y reconocer su MÉRITO. Inconcebible no hacerlo.

En definitiva … ¿Que si me gusta el programa? Sí, sin duda. ¿Que si adoro todos los matices de su personalidad? No, evidentemente. Soy de otro rollo más estable y llano pero sí me altera el conformismo en lo resultón. ¿Creo que tiene talento como cocinero? Sin pestañear lo afirmo aunque sea la humilde opinión vertida en una #giliCrónica. ¿Lo volveré a ver este domingo? Por supuesto. ¿Aprendo con ello? Una oportunidad única, para bien y mal para los que gustamos de ver y no solo mirar.

(Foto portada: Twitter.com)

Me da que hay más cerdos volando fuera que dentro de su cabeza. (Foto: teinteresa.es)