Escribir sobre cómo Tarantino habla de gastronomía en sus hasta ahora nueve películas es algo que me ronda la cabeza desde hace mucho, mucho tiempo. Pues ahora ha llegado el momento. Seguro que tenéis en la vuestra alguna escena de cualquiera de sus películas donde la comida no solo es parte del atrezzo sino que ayuda a conseguir el aroma tan característico de los empletados que el genio de Knoxville sirve. Vamos toma a toma.
En 1992 se estrenaba su ópera prima, Reservoir Dogs. ¿Y cómo comienza el film? ¿Su carrera? Toda la banda se encuentra desayunando. Podría haber elegido cualquier otra situación pero Tarantino escogió ir presentando a los personajes alrededor de una mesa. El lugar donde tantos y tantos negocios se cierran. En el que vínculos que se sientan tambaleándose, se alzan fortalecidos.
Y es ahí cuando surge una de las cuestiones que, aún hoy, siguen discutiéndose. ¿Propina sí o no? Todos conocemos a alguien que, llegado ese momento, se muestra peleón a la hora de dejarla o discute la cantidad escogida. Ese personaje que todos tenemos en mente lo interpreta un maravilloso Steve Buscemi (Mr. Pink) que declara ser contrario a darla porque “no cree en ella”: “no doy propina por costumbre, darla porque sí es una mierda”. Que si se lo merecen porque su salario es lamentable. ¿Por qué en un Mc Donald´s ni te lo planteas? Que solo se debe dejar si te han tratado bien. Menudo concepto subjetivo éste. Que es un trabajo que no todo el mundo está dispuesto a hacer. Pero ya que lo haces, hazlo bien. Para gustos, salsas.
El concepto “propina” entiendo que debe incluir únicamente el servicio, no la cocina, puesto que el precio del menú debe incorporar todos los aspectos que el cocinero entiende deben ser cobrados. El escandallo es cosa suya, no nuestra. Si partimos de esa premisa es sencillo saber cuándo dejarla: cuando el trato recibido te regala ese plus que no se ve pero se siente. Esa sonrisa, ese tempo a la hora de servir platos, cambiar cubiertos, rellenar vasos, traer más pan, saber cuándo no interrumpir conversaciones, ser conciso y no gustarse … pasar desapercibido a simple vista pero maridar con el ambiente. ¿Y el cuánto? Entiendo que la cantidad depende tanto del precio del menú pagado como de la ética y bolsillo de cada uno. Pero sí, yo estoy a favor de ella cuando es merecida. Cuando aúna todos esos detalles que os cuento y muchos otros. Muchas leyes no escritas hablan de un 7, 10 e incluso 15%. Es decir, por una comanda por la que pagamos 45€ (media estándar hoy día) deberíamos dejar entre 3 y 7€ aproximadamente. Si lo pensáis no es tanto #disparate. Si vuestro bolsillo os permite gastar más, ni os cuento. ¿Por comensal o en total? Ahí ya os dejo que decidáis. Pero uno que ha currado y mucho en sus tiempos más mozos como camarero en multitud de eventos os adelanta que, hacer feliz a alguien que ha hecho con vosotros lo mismo, no cuesta tanto. Tal vez ésa sea la solución. La que es aplicable a cualquier aspecto de vuestro movimiento humanoide diario: ponerse en lugar del otro.
¿Qué me comentáis? ¿Sois de los que dejáis siempre? ¿Nunca? ¿Depende? ¿Cuánto?
Otros dos grandes momentos de la película transcurren en una cafetería cualquiera. Mr. White (Harvey Keitel) confiesa en el almacén de punto de encuentro que, mientras echaba un rato comiendo con Mr. Orange (Tim Roth) comete el error de decirle su verdadero nombre y procedencia. La confianza que se genera alrededor de un buen plato, incomparable. El otro es cuando el policía infiltrado se reúne con su contacto para contarle sus progresos. Las confidencias sentadas a la mesa, algo perenne.
Así comenzaba una relación duradera entre uno de los grandes genios del celuloide y la gastronomía. Durante toda su filmografía asistiremos a momentos culinarios realmente maravillosos e inolvidables. Como buen cocinero ha ido perfeccionando sus platos a lo largo de sus películas y nosotros hemos podido saborearlos y deleitarnos con su evolución.
Permanezcan atent@s a próximos menús y, de paso, repasen su catálogo. Tiempo tienen.
@disparatedeJavi