Os mentiría si no os dijera que aposenté mis nalgas en el sofá esperando ser atrapado por una historia. Sí, tan simple como eso. Una buena historia. El poco tiempo del que dispongo para alimentar otra de mis aficiones, me hace seleccionar con cuidado y detalle cada segundo de metraje que absorben mis retinas. Pero ayer, no fue ese día. “La isla mínima“, simplemente interesante.
** Ojo, quien no la haya visto, que se abstenga de seguir leyendo. Spoilers no sé, pero sí hablo de algo que no me gustó en el final ideado.
“Diez cabezones” se llevó en la última gala del cine español. No seré yo quien discuta el merecimiento de cada una de ellos. Pero sí que puedo decir que, el Goya a la mejor película, debió ser por pura eliminación. ¡Chss, eh! Que con esto no digo que la película sea maligna. En absoluto. Me tuvo bien mullidito los aproximadamente 107 minutos de metraje. Pero sí es cierto que “peliculón”, lo que se dice “peliculón”, no me pareció en absoluto.
Una historia nada novedosa y con cierto tufillo a serie americana de reciente éxito o, incluso más allá, con toques “muy a lo Lynch” en aquel pueblecito que visitaba el agente Cooper, nos presenta, ante todo, el TRABAJAZO de dos actores como la copa de un pino. De un lado, Javier Gutiérrez, el policía talludito en mil historias y con pasado oscuro. De otro, su compañero novel, Rául Arévalo, abrazado a los nuevos tiempos e ideas que corrían en este país bananero allá por 1980. Ambos se complementan a la perfección en pantalla y a cada minuto que se esfuma, más conciencia tomas de que no podría haber película con único protagonista. El resto de “personajes secundarios”, orgullo del director de cásting.
Tampoco hay que poner en duda que el trabajo de Álex Catalán al mando de la fotografía es sencillamente ESPECTACULAR (ese flamenco frente a Gutiérrez, mi momento favorito). Al menos, así me pareció. Cierto es que los exteriores donde transcurre la trama eran ya de por sí todo un acicate para el resultado final. La ambientación y el regreso a la España rural de entonces, otro de los grandes logros del film.
Y ahora es cuando os diré qué NO ME GUSTÓ. No me gustó que un thriller se vaya deshaciendo como un azucarillo en el café conforme se acerca al final. No me gustó los continuos bajones en el ritmo de la película. Sí, tal vez sea ése precisamente el objetivo del director, las subidas y bajadas. Pero a mi, no me gustó. Y, sobre todo, no me gustó el final. Un final más que previsible e inmerso en una velocidad extrema que te deja con esa sensación que nadie desea: “y ya está?“. Lo peor. Más que los hechos investigados en sí o siquiera saber por qué, se centra en la relación personal de ambos protagonistas, lo que me hizo plantearme si realmente la historia se contaba como base de la película o simplemente como intro de una secuela o quién sabe, trilogía. El tiempo lo dirá. Lo que sí me reafirmó anoche antes de plegar pestañas … es que no solo los actores convierten en buena una película.