Dinero, ética, asco. La lucha contra los poderes fácticos. La autoridad absoluta del dinero. Dilemas morales. ¿Qué es lo correcto? Pinceladas que podrían servir para describir de qué va una de las series de moda en Netflix, Los favoritos de Midas. Aquí, la gilicrónica sin spoilers. Un relato corto de Jack London (1901) traído a nuestro cada vez más disparatado siglo XXI.
Admito que no tenía previsto pincharme esta mini ficción de seis capítulos en la reina del streaming pero, al ver el tráiler, saber que Luis Tosar era su buque insignia y tener curiosidad por descubrir si Willy Toledo tendría momentánea redención en este país y oficio, guiaron mi dedo a hacer click sobre ella.
Seis capítulos que van de más a menos y menos a más sin criterio alguno. Escenas de sexo-relleno a parte, la trama tampoco es muy novedosa. Un empresario de la comunicación recibe chantaje de los llamados Favoritos de Midas: o paga cincuenta millones o una persona al azar morirá cada cinco días. Comienza como un cohete dislocado por la potencia de su combustión inicial pero deja vacíos y rebabas incomprensibles durante todo el metraje.
¿Qué estarías dispuesto a hacer para mantener y conservar tu estilo de vida? El que sustenta tu enorme cartera. ¿Renunciarías a todo tu imperio para parar los crímenes? ¿Quiénes forman este grupo peligrosamente parecido al inquietante Club Bilderberg? Nombre que aparece como el que no quiere la cosa en una pantalla de ordenador en determinado segundo.
¿Lo mejor? La vuelta, diría que exitosa, de Willy Toledo a las pantallas. A ratos es lo mejor de la serie. Como una conversación que mantiene con el magnate Luis Tosar cerca del final. Las cartas, lo que mantiene el supuesto poderío de la trama. Las sacudidas de cojín que provocan los distintos asesinatos. Su corta extensión. Y esa lucha por la subsistencia de la ética humana que muchos seguimos apoyando. Un parecido más que razonable a nuestro día a día de informativos y noticieros.
¿Lo peor? Un final que se asoma desde mucho antes de la aparición de los créditos. Con un acelerón de urgencia en el último episodio. Un casting que burbujea en muchas ocasiones. La historia amorosa entre jefe y periodista de firme código profesional. Esas que los creadores siguen insistiendo en incluir en las tramas a pesar de tener más callos que cabeza.
¿Segunda temporada? Personalmente espero no ver más a Víctor Genovés.
@disparatedeJavi