Aquí estoy. Lo prometido es deuda y he aquí la #gilicrónica piloto. No prometo que haya una siguiente, es un hecho. Todo dependerá de vosotr@s, como siempre. Pero sigo insistiendo en que los concursantes de esta Tercera Edición tienen más que potencial para surtir de momenticos éstos, mi gilitextos.
El plató recibía a los “quince mejores aficionados a la cocina“, según Eva. Dudas razonables más que suficientes. Todos se mostraban sonrientes e ilusionados (cómo debe ser!) y alguno ya nos enseñaba muestras de la perturbación de juicio que parece puede producir una cámara: Encina, la dictadora jubilada, decía que hasta renunciaría a los 100.000 euros si le ofrecían elegir entre ellos o vivir la experiencia. O Alberto, que firmaba ser segundo. Ya vimos luego por qué. Empezaba la PRUEBA DE PRESIÓN alzando unos paños que albergaban mero y 75 minutos por delante para cocinarlo. Cada uno elegiría una cesta con distintos productos y con ella se debían apañar.
Para ello teníamos la suerte de ver a Quique Dacosta, todo un crack, qué coño voy a decir yo de él. Se instalaría junto a Carlos y compartirían género. ¡Qué casualidad que no sobró ni el blanco ocular del bicho! Los aspirantes nos mostraban su habilidad para descuartizar pescado. Alguno hasta parecía querer diseccionarlo. Tal vez Lidia estuviera buscando la parte más nutritiva y desengrasante del animal. Y a mitad de prueba, como diría mi querida abuela, llegaba Pepe “con la rebaja”. Con el sobrante debían preparar un segundo plato. “Tienes pinta de comerte los quince platos“, le decía Quique, al que le parecía genial poder participar activamente en este tipo de programas … ¡Desde luego! Esto debe ser ante todo un programa de cocina, como el resto, y poder ver a tanto genio currar es todo un privilegio. Mientras tanto le facilitaba la cabeza a su compañero de mesa.
¡Ojo! No acababa ahí el puteo y Jordi anunciaba la obligación de hacer un tercer plato. Más de uno rebuscaba en la basura fuera de plano. “Os recuerdo que ibáis a empezar a vivir como profesionales“. Los culos se apretaban. Pablo “Phooey”, sus puños. Gesto que lleva camino de convertirse en el clásico de esta edición. Las preparaciones que íbamos viendo no es que pronosticaran emplatados de ensueño, no. El Jurado iba paseando por las mesas comprobando que hay más que trabajo por delante. ¿Más que el año pasado tal vez? Eso sí, por ellos no. Alberto nos dejaba a todos con la misma cara que a los Chefs diciendo que “el emplatado era lo más fácil” … Sí, sí … luego hablamos de esto. Lo que sí se vio anoche en la prueba es que hay carencias que, a priori, deben ser básicas para todo “cocinillas”. ¿Unas cañaillas a la sartén? ¿En 5 minutos? ¿Arroz largo para caldoso? ¿Las tripas de los crustáceos? ¿Puré de mero? Los llantos de Sally comenzaban. Las excusas, también.
Llegaba la cata que comenzaba con los platos blanquecinos de Pablo “Phoeey”, pero que gustaron. Mireia presentaba su “tripa de gamba al aire” y no convencía del todo. Alberto hacía que Quique le ilustrara sobre un concepto básico en la cocina: el SABOR, “Nunca lo visual puede sustituir al sabor y respeto al producto“. Meridiano. A Carlos le vacilaba Pepe con los percebes para acabar diciéndole que le gustó el emplatado. Andrea presentaba “como hacer de la grasa” una guarnición y así se completaban los cinco elegidos entre los cuales saldrían los dos primeros capitanes. La duda estuvo finalmente entre Pablo “Phoeey” y Carlos “del barrio”, quien realmente fue el ganador. Más ancho que largo y se subió un poco como luego comprobaron sus compañeros de equipo.
A C´Ametlla del Mar (Tarragona) que se iban a ver los atunes nadar en círculos y a aprender el arte del ronqueo. Poco se le quedó a más de uno viendo luego los cortes. Se iban a formar los dos equipos: Rojo capitaneado por Carlos eligiendo a Kevin “el carnicero”, Andrea, Antonio, Víctor, Raquel, Mila y Encina al que Pablo, en un alarde de bondad oriental, le pedía perdón por no haberla elegido. La señora le ignoraba. El Azul, por tanto, con Mireia, Sara, Fidel, Lidia “NutriExtreme”, Sally y Alberto tendría que someterse a la inexistente disciplina de su capitán. Eso sí, a Carlos le ofrecían una segunda oportunidad de pensárselo y cambió a Andrea por Fidel en el último momento. La cara de la modelo, un poema.
El programa se trasladaba a Barcelona (a ritmo de I´m from Barcelona, “Always Spring“) donde Jordi jugaba en casa: ABaC Barcelona. Allí que llegaban los quince aspirantes a sucesora de carnicera imposible de silenciar con las canillas temblando (como no puede ser de otro modo) afrontando el reto en la PRUEBA GRUPAL de preparar uno de los dos menús elegidos. 90 minutos para 40 raciones donde los ilustres comensales invitados probarían o bien tartar y marmitako o atún encebollado y papas más tataki y verduritas. El atún como protagonista. El equipo rojo eligió el primero mientras que Sally decía desconocer la salsa “Kung Fu Panda” a ritmo de “Woman” de Wolfmother. Allí que Kevin serraba el atún ante el desquicie de su capitán que abrazaba la escatología para calificar el curro de su compañero. Y, mientras tanto, Encina nos mostraba sus habilidades para el “mando y calla”. Toda una mamma. Asistíamos al arte incorrecto de picar cebolla por parte de Mireia y Alberto. Sus manos indicaban que pocas veces han hecho eso en casa o, al menos, nunca se han parado a aprender. Detalles así no molan ver para gente que supuestamente ha pasado un cásting más que duro. ¡Que hablamos de picar cebolla y ajo!
En un momento determinado Jordi mandaba a los capitanes al huerto a recolectar las “verduritas”. Carlos lo hizo rápido pero Pablo, amén de escarbar como un sabueso, dejó que se le quemara el sofrito perdido en su aventura vegetal. “He salvado el fumet“, decía Andrea echándole un buen chorro de agua fría. Eso es. Entre los invitados, Jordi Hurtado el inmortal (no sabía que se alimentaba como un ser humano), Latre, “el central de España”, Candela Peña (que nos enseñaba el significado de “dar candela” dejándole claro al equipo rojo que la mayonesa de wasabi, a pesar de los 40 minutazos, no sabía a tal) o Buenafuente y Silvia que nos dejaban algún momento de los suyos. El tiempo volaba y con exceso de 15 minutos empezaba el servicio de mesa al ritmo de “esto es una mierda” del capitán rojo. La plancha azul se quemaba y aparecía un pelo en algún plato. Momento publicidad del libro de Jordi metido con calzador y subrealismo absoluto. Todos se ponían a celebrar el resultado del trabajo hasta que Pepe les bajaba de su burro incompresible para decirles que de “éxito”, más bien poco.
En sala, unos se quejaban del picante marmitako a pesar de que la señora mandona, tras hacerle un máster avanzado sobre el plato a Víctor, decía que tenía así “un toque” … en fin … Eva González gastaba la broma inevitable sobre la longevidad de Jordi Hurtado y las poses de Judith Mascó me hacían reir, por no decir sonrojarme. Pablo “Phoeey” comenzaba su recital a lágrima viva ante la reprimenda de Jordi … Hay más de un cliente de diván en esta edición. La valoración del Jurado empezaba por Pepe que recriminaba a Carlos su ineficacia como capitán y haberse dejado absorber por el carnet de identidad de Encina para terminar calificando de “plato de hospital” lo servido. Turno para Jordi que también dejaba en su sitio a Pablo por “ni habérsele oido”, aunque el amo del tatami (que no del tataki) calificaba con notable a sus compañeros y con un bien a sí mismo. Con dos cojones. Finalmente era el equipo ROJO quien se alzaba con el triunfo y de nuevo comenzaba el auto flagelamiento público del “deportista de élite”. No quiero imaginar la que monta en los vestuarios al perder un combate.
Directos a la PRUEBA DE ELIMINACIÓN ni imaginábamos que íbamos a visualizar uno de los momentos más vergonzosos de la historia de la televisión reciente. A Pablo le pedían canalizar su rabia (rabia??) en el plato y se mostraba más que preparado para la última prueba lo que provocó las mofas de sus compañeros de anfiteatro al poner énfasis en su “Oído Chef!”. Jordi puso en su sitio a más de un “graciosete” diciéndole al afectado “que rían que ya reiremos nosotros“. Pero ojo porque Sally, tras sus varios llanto-excusas, decía no sentirse valorada por Jordi ya que no solo picó cebolla a lo que el Chef, como no podía ser de otro modo, le recomendó callar, escuchar y dejar de comportarse “como una seta”, amén de dejarle claro el haberse ganado que le llamen “Chef”. La capacidad de autocrítica y de escuchar parece que cada año va a menos. No son conscientes de la oportunidad que tienen y menos aún, de sus propias limitaciones. A mi, esto, me jode y mucho. Ante una “escultura a lo españó” se plantaban y debían escoger un brazalete que les indicaría qué color sería (amarillo o rojo) la base de su preparado. 45 minutos para emplatar. Amarillo para Andrea, Sara y Sally y rojo para los demás. La dietista hooligan se rascaba el cráneo y Alberto empezaba a cavar su zanja de vergüenza ajena: “Quiero demostrar que puedo ser un león“, decía. Ay madre. Pepe le formulaba la pregunta que yo mismo me hice varias veces: “Tomas algún tipo de droga?“.
Comenzaba la cata final con Andrea y su “Coquelet crudaco al curry”, muy español. “Cómete el pollo Andreita“, le espetaba Pepe mientras que ella negaba la realidad. Crudo de cojones y rojo como el culo de un mandril aunque ella insistía en que “nunca tendría el morro de presentar algo crudo“. Lo dicho, autocrítica. Pablo y su “Mojo de escabeche morado” resultaban los mejor parados. Tras un momento de tensión el veredicto fue “acierto y rico”. Seguía manoseando el anillo que su tío cocinero le regaló en vísperas de su muerte. El momento recibía también críticas por parte del anfiteatro. Mucho se parece la elección de este chaval al Yogas del año pasado. Eso sí, seguía machacándose con el varapalo que Jordi le dió a sus compañeros. Telita. Turno para Lidia … se veía venir. Esta chica, como le sentenciaría el Jurado, no se calla ni debajo de toneladas de calorías. Escuchar, aprender, rectificar, … parecen ser palabras desconocidas en el cerebro de esta concursante. “Olvida Master Salud o Master Nutrición“. ¿Clarito no? Sara y su “sopa espesa de gallets” recibían la aprobación de los tres Chefs al igual que Sally y sus “rollitos de carne”. Mención especial al deshuese de la amiga. La murcianica llegaba a la palestra para recibir el primer “esto está muy malo” de esta edición. La cara de Samantha, muy grande. Hay que hacer algo realmente malo, pijo, para que te digan eso. Esperemos que espabile y deje la propaganda electoral que en Murcia se come muy bien. Y justo antes de la psicodélica o psicotrópica presentación de Alberto, Pablo volvía con su movida para disculpar a sus compañeros hasta que a Jordi se le inflamaban los genitales y le decía alto y claro “que no, nene, que no te enteras, que se han reido de ti, lo maquilles como gustes”. Vergüenza ajena sentí, la verdad. Pero nada comparado con el torrente de sensaciones encontradas al ver el resultado final de la escultura de Alberto … las caras del plató y de media España debían haber sido captadas al estilo “Boda Roja” en Juego de Tronos.
¿Pero esto qué cojones es? Pepe tomó la palabra para repetir en varias ocasiones “INSULTO“. Insulto al jurado, a los que se quedaron fuera, a todo dios, vaya. “Mofa”, decía Jordi, para apuntillar “marranada”. Yo pensando en la galería de comida viejuna de El Comidista. “León come gamba” debe formar parte de los momentos televisivos de la historia. Vergüenza ajena, estupor, cabreo, tristeza, pena y mil cosas más fue lo que me recorrió el cráneo con esto hasta tener claro que este chaval necesita ayuda y/o medicación, además de mucho cariño tras hacer uno de los mayores ridículos.
Todo se transformaba en un momento de ésos que no sabes dónde meterte. Alberto lloraba diciendo que lo sentía y que no cocinaría más. Jordi y Samantha, imagino que espoleados por el pinganillo, decidían acercarse y consolar al escultor infame. Pepe ni se movió. Yo tampoco lo habría hecho pero ya no sé si por cabreo o por absoluto flipe. No hubo ni deliberación. Expulsado y fulminado. No merecía menos. Eso sí, antes de irse, gafaba a la murcianica eligiéndola como su preferida para alzarse con el título.
Mi sinopsis: mucho se habla del criterio de elección de los participantes y no es para menos. Hay miles de “cocinillas” en este país incapaces de hacer cosas como las que vimos ayer. Lo de meter la misma cuchara una y otra vez para catar el marmitako … en fin … los llantos tras no encajar críticas de los Chefs o, peor aún, las excusas, los “peros” y el no callarse y escuchar me sacan de mis casillas. Mucho han de progresar la mayoría para que esto coja nivel. Y es así. A esperar qué #disparates nos ofrecerán la semana que viene que, visto lo visto, serán muchos.
De los highlights de anoche me quedo con:
– Las caras de los Chefs al escuchar de boca de Alberto que el emplatado era lo más fácil. Lo vimos, sí.
– Las lecciones de Quique Dacosta que yo sí escuché como en párvulos.
– Momento “oye mi rugido“, sin duda. Menudo pupurri de emociones.
– “Coge la caja” y calla, básicamente. Pepe a Andrea al saber que el color del brazalete en la prueba final sería al azar.
– “Mi novio y yo somos apasionados de los frutos rojos” o “no soy tonta, solo que veo cosas que los demás no“, muy grande Andrea.
– y para terminar y como resumen de lo que vimos, me quedo con la frase de Encina Fratelli: “a jugar con plastilina a tu casa nene“. Duro, sí, pero CIERTO, aunque luego se hiciera la madraza dándole ánimos.
Si hay o no #gilicrónica la semana que viene, depende de vosotr@s. Desde luego, insisto, material parece que no va a a faltar. Gracias a tod@s y recordad que esta noche todos ante el regreso, al fin, de Pesadilla en la cocina con estreno en Murcia!
@disparatedeJavi
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