Me encanta leer a unos cuantos culturillas utilizar el término “neo-noir” por primera vez y tras haber hecho su correspondiente labor de investigación antes de ponerse a aporrear la tecla dejándose llevar por su “odiósmosis”. “Mute” se estrenó el pasado viernes en Netflix y no son pocos los que la han hecho trizas en diferentes textos. Aquí, mi #gilicrónica sobre lo último de Duncan Jones, sin spoilers.
El creador de “Moon” ya advirtió que este nuevo trabajo suponía la segunda entrega de una trilogía. Muchos solo destacan los guiños a Lunar Industries, sus clones y la breve aparición de Sam Rockwell como el único nexo de unión entre ambas películas olvidando lo que para mi sí supone un hilo conductor de estos dos metrajes: la soledad. No me voy a poner filosófico utilizando las varias menciones que hay en la peli a su padre para afirmar de un modo demasiado simplista que esta película va de la paternidad. Mis cuencas oculares han quedado huecas al leer semejante aseveración pero ¡ea! Ésa es una de las maravillas del cine de autor, la democracia de interpretación.
Tanto en su ópera prima lunar como en “Mute“, Duncan Jones crea sendas historias alrededor de la soledad del hombre, de su lucha por no verse absorbido por ella, por no sucumbir a su voraz apetito y efectos secundarios. Y, como en “Moon”, el silencio característico de la clausura social, es el encargado de golpearnos y de ir esculpiendo la historia en muchos momentos. En su última obra se nos muestra a Leo, un ortodoxo y mudo amish, que inicia la búsqueda desesperada de su chica precisamente para no verse abandonado en un mundo que no siempre evoluciona al ritmo de todos. Donde la esperanza en forma humana es cada vez más difícil de encontrar. Un Alexander Skarsgard que, tras su interpretación en “Big Little Lies”, pega un volantazo en el registro y nos deja una genial actuación. Sí, así lo pienso. Paul Rudd y su mostachus, a excepción de Justin Theroux, cumple con creces también en ese giro a lo dramático en su carrera.
Seguir nombrando a “Blade Runner” cada vez que ante nuestro escáner de retina se presenta un film futurista y estética cyber punk me resulta francamente cansino y reduccionista. Es como si de toda película de fantasía medieval no pudiese hablarse sin teclear el nombre de Tolkien. Pero bueno, como viste mucho nombrar el inicial fracaso en taquilla de Ridley Scott, aceptamos Decker como replicante de compañía en los textos cinefilios. El estreno hace escasos días de “Altered Carbon” tampoco le ha hecho un flaco favor. La historia, me gusta. Su desarrollo tal vez se me antoja capado y a ratos se tambalea por haber tenido que recurrir a la pequeña pantalla para cumplir el sueño de hacerla realidad de su director. Aún así creo que “Mute” encaja a la perfección en la línea iniciada por “Moon” y sí, soy así, insisto Señorías, me gusta. ¿Que tiene defectos y costuras abiertas? Sin duda. ¿Que eso me ha impedido disfrutar y sentir lo que creo que Jones quiere transmitir? No, por supuesto.
Soledad. Silencio. Tal vez el culmen de su trilogía sea el estruendo de la liberación. Me gustaría preguntar a aquéllos a los que se les rellenan los carrillos nombrando a “Moon”, cuánto la recuerdan y si me podrían explicar el por qué de su adoración por ella y su vilipendio por ésta. De un modo u otro, y habiendo olvidado el sufrimiento de “Código Fuente” y “Warcraft”, Duncan Jones cuenta conmigo para el cierre. Gracias Netflix.
@disparatedeJavi