La familia Byrde está de vuelta. La tercera temporada de Ozark deja nuevamente el listón del estrés laboral muy alto. Si bien, por momentos y episodios, el desenfreno traumático de trabajar blanqueando dinero para un cártel de la droga parece algo asintomático, finalmente, es un espejismo.
Al acabar la anterior entrega dejábamos a un Marty muy tocado por la decisión de Wendy de dar marcha atrás en su plan de huida. Nos servía a una mujer que parecía decidida (y convencida) de aprovechar las circunstancias para intentar poner a salvo a su familia. O al menos eso es lo que pensaba. Para ella sigue sonando bien aquello de “aprovecharse de un organización criminal”.
La, por el momento, última entrega de Ozark nos presenta un matrimonio dividido, enfrentado y, por momentos, en guerra, sobre el que girará el resto de acontecimientos, siempre con el casino de telón de fondo y salvavidas de la familia. Pero no solo serán marido y mujer quienes vivan en una constante tensión. Todos y cada uno de los personajes mantendrán bien tirante la cuerda que los une. Por un motivo o por otro pero siempre como consecuencia directa de los actos de los Byrde. Una vez más, Laura Linney (¡qué miradas, silencios, leves muecas y sonrisas!) y Jason Bateman, lo bordan.
Porque, esta tercera temporada, es, ante todo, una temporada de personajes. Si bien en los dos fascículos anteriores la historia era la verdadera protagonista, la que iba moldeando a sus actores, ahora es al revés. Son ellos los que van asfaltando la narrativa.
Caras nuevas como Ben, el hermano de Wendy, maravilloso por momentos, insoportable por otros. O la terapeuta del matrimonio, fascinantemente cómica. Y el más esperado, el que maneja los hilos de la familia … Navarro, el narco. Tremendo. Rostros que se afianzan como la gélida e imperturbable Helen Pierce o la vuelta de otros como Darlene, un tren de mercancías sin freno. Y Ruth, posiblemente, el mejor personaje de la serie. Sencillamente espectacular en cada toma que su rebelde rostro llena nuestra pantalla. Anoten bien su nombre: Julia Garner. Va a dar mucho que hablar. Me reafirmo. Todo lo contrario que los agentes del FBI, la nueva Maya Miller y el amante del fallecido Petty. La primera no deja de ser parte del atrezzo y, el segundo, hace aguas en todas y cada una de sus apariciones.
Límites sobrepasados, antes inviables. Cruces de caminos en los que no se sabe qué dirección tomar. Ambición, arrepentimiento, rencor latente, frágil lealtad, miedo … mucho. Y un final, aunque más que predecible, satisfactorio y adictivo. Volveré a los Ozark para seguir acompañando a la familia Byrde. Si aún no los conocéis, ahora es el momento.
No la dejéis pasar.
@disparatedeJavi