Y de Ibiza a Andorra con el gorro de lana. Al Hotel (Trivoli)/Restaurante L´Olive que marchaba el programa a intentar ayudar a Juanjo, antiguo herrero y Ariadna, administrativa, un matrimonio joven que decidió hacerse cargo del restaurante de hoy junto con el hotel adosado a la oferta. Craso error el que les ha metido en un pozo de deudas. Junto a ellos, el resto de la crazy crew la componen su padre (“el Jaume“) que parece llevarse cojonudamente mal con su yerno y Eric, un fotógrafo buscándose las castañas en los fogones y con panderetas por manos, un camarero digno de “El Guateque” y la perra Lola “la bien mandá”. Grupito de aúpa el que esperaba a Alberto “Torrance” esta semana en Pesadilla en la Cocina.
Teniendo en cuenta que la “hostelería tiene secretos” (y el agua moja, y el cielo es azul …), como nos decía el padre alegre, lo que íbamos a ver, una vez más, era a un grupo de personas más pendientes de quedar el uno por encima del otro que de currar, currar y currar. Eso sí, la inexperiencia anoche, era el vinagre que todo lo aliñaba. Jaume tardaba poco en dejarnos claro que, para él, el principal problema era la ineptitud del “seños Juanjo“, su yerno preferido, “el garrulo” y nos confesaba que, de seguir así, tardarían un mes en echar la persiana. (“Mountain Sound”, Of Monsters and men) “El sitio perfecto con gente dispuesta a gastar“, señalaba el Chef al llegar con atuendo invernal. Vaya por delante que, sin duda, era feo y viejuno a más no poder. Y allí que les recibía Ariadna con “la Lola” que, según ella, en cuanto veía bullicio se iba tras la barra a estarse quietecita: “solo necesitamos a alguien que nos ayude“, rezaba ella.
Enseguida conocería al apuntador del padre que, de primeras, empezaba con las lindezas dirigidas al trabajo y profesionalidad del yerno, por supuesto, quitándose toda culpa y haciéndose el mártir por tener que soportar las quejas de los clientes al trabajar en sala: “joder, eso es de la vieja hostelería rancia, eh?“, le espetaba Alberto frenando la carrera que había iniciado mientras él, a lo suyo ante cámara: “no manda nadie porque nadie obedece” … Viendo el pampaneo, el Chef se sienta para la CATA comprobando como, en la montaña fría, no hay un solo plato caliente reconstituyente: ni un solo guiso. La comanda ya comenzaba torcida cuando Reche (entendía yo) nos contaba que sufría problemas de audición (agudos) y que por ello tuvo que dejar su trabajo de transportista, continuando con su afición de drag queen … jajajajaja, ¡menudo potaje de personalidades! La ensalada chateau aceitosa y con el romesco cortado a más no poder, ¡una balsa vaya! La pasta al pesto rosso resultó ser verde debido al oído del camarero, aunque ni verde estaba rico. El risotto solo sabía a nata y sal como el de “cualquier estudiante” y el rabo de toro estaba “más duro que la coraza de Iron Man“, lo que hacía que suegro y yerno empezaran a calentarse a ritmo de “garrulo”.
“Dile al herrero que he venido a ayudar no a que me mate de un infarto” (con tanto aceite) lo que envalentonaba a Jaume para ir a tocarle algo más los genitales a Juanjo: “Porque es mi yerno, que si no …“. En ésas que Ariadna, la pobre, no paraba de ir y venir del hotel. Tanto estrés para que tu chico y tu padre estén haciendo el canelo todo el día a insulto “pelao”. Ya había bastante y Alberto decidía realizar la oportuna inspección de la cocina junto a la dueña. Todo limpio y ordenado a pesar de tener instrumental fuera de uso como la parrilla o varios fogones. Y entonces iba a llegar el primer momento de auto creación de Pesadilla en la cocina: “la salamandra“, montada con un calentador de baño como tostador o gratinador. La cara de Chicote, todo un poema. La nuestra, también. Jajajajajaja qué grande! “Te aseguro que funciona, eh?“, decía Juanjo orgulloso de saltarse la normativa con su “artilugio de tecnología moderna“, jajajaja. Pero al Chef se le olvidó rápido este momento esperpéntico cuando vio una de sus debilidades: las croquetas que Eric había aprendido a hacer semanas atrás sabiendo que iba: “están muy buenas eh?“, lo que hizo subir la moral a la crew. A pesar de ello, les dejaba claro que lo que le habían ofrecido era “comida de aficionado” y el suegro, tras la barrera, volvía a meter cizaña hasta que Ariadna ponía un poco de orden entre tanto alterado.
PRIMER SERVICIO y “en casa de herrero, cuchillo sin mango“, el cama-drag de cháchara con la clientela, el padre ya tenso intentando imponer su disciplina del mazo, Eric destrozando huevos fritos y sirviéndolos bajo un buen manto de aceite, y Juanjo iniciando un nuevo combate dialéctico con Jaume al no saber que cuando éste escribía “12, nano” era “12, y no 11“, en definitiva, un desastre. Alberto señalaba que solo con “hacer tus cosicas en casa” no es suficiente para hacerte cargo de un negocio. Dudo que en su casa lo hicieran mucho mejor visto lo visto. ¡Coño! Que son unos huevos fritos con patatas. Los clientes desesperados por esperar más de media hora algo que llevarse al gaznate para, además, tener que soportar el griterío familiar mientras que Ariadna seguía tragando por no poner orden entre los dos. El servicio resultaba ser, lo dicho, un auténtico desastre y el de Carabanchel tenía claro que con la actitud de Jaume y Juanjo, “más pendientes de pelear” que de sacar el trabajo, aquello nunca marcharía.
Al día siguiente, REUNIÓN conyugal para contarnos como al principio marchaban bien con 25 comensales en el restaurante, pero el ansia les llevó a adquirir el “motel” adosado y tener ahora un agujero de 200.000 € que tapar, “ahí es ná” y que les había llevado a no tener siquiera vida en pareja. Ella nos contaba que sufría agorafobia desde una noche que en la cama el corazón le salía por la boca de tanto nervio. Además de estar jodida en el curro, no poder salir de él. Pero Alberto era todo lo sincero que podía: “habéis cometido una irresponsabilidad tremenda” (por la absoluta inexperiencia de ambos al tirarse a tan gigante piscina). Si la inspección de la cocina fue más que pacífica, la del hotel no lo iba a ser tanto: una moqueta viejuna y mugrienta y una habitación de otro siglo y mundo bacteriano con boquete de puñetazo en la pared incluido. Horroroso, sin duda.
Así, se ponía manos a la obra con los cocineros y les enseñaba a preparar un salmón con verduras para dejarles claro que lo importante “no es hacer cosas difíciles, sino buenas“. Amén. “Os dejo un rato y esta noche servimos unos cuantos de éstos“, se despedía Alberto hasta el siguiente servicio. Todo prometía, a priori, pero la calma se iba a romper en breve. Eric quemaba preparaciones dos veces, Jaume ya llegaba tenso porque sus comandas no salían y le jodía tener que lidiar con la clientela (nadie le dejó claro que es parte de SU trabajo en sala?!): “debería mandar yo en sala“, decía, claro pijo! Exacto! ¡Y si tienes que comerte el marrón por la cocina, te lo comes! Me alteró bastante este señor, todo hay que decirlo. Pero, ¿a quién no? Siempre con su cara de bulldog famélico. Hasta el Chef tuvo que darle un toque: “¿Pero qué te pasa que tienes esa cara? ¡Que pareces un enterrador!” Le pedía a la hija que intercediera y, nuevamente, el padre nos daba muestras de importarle más que el tamaño de sus genitales no cediera ante el yerno que el ver a su hija feliz y contenta.
Lío con las comandas que salían dos veces y nunca llegaban a mesa, una carne putrefacta que volvía a cocina, un primero solicitado “20 veces” y un suegro que estallaba ante el “friega que es lo que mejor sabes hacer” de su yerno: “pues si es lo único que sé hacer, lo hacéis vosotros con los huevos“, espetaba mientras amenazaba a su hija con pirarse. Tampoco habría estado mal. Tal lío acababa como se veía venir: encarados frente a frente y al borde de las manos: “mira como tiemblo, sube aquí y baila un pimiento” (peineta dixit) o “vamos a tener un problema como vuelvas a ponerte a 2cm de mi cara“, fue alguna de las lindezas que escuchamos. Otro caos no solo de servicio: “bonita actitud, sí señor, me encanta … y ¿vosotros sóis los dueños?“, sentenciaba un agotado Alberto. “Mañana nos veremos, pero fuera de aquí, y te va a gustar“, le decía a Ariadna para que se enfrentar al primero de sus miedos.
Al día siguiente se los llevaba a la estación de esquí (momentazo con Fargo BSO) no sin tener en cuenta el pedazo de esfuerzo que para una chica que sufre esa fobia supone, a pesar de haberse tomado “una pastilla“. Desde luego, una pareja unida, sí que vimos. Si hay una buena base … “Solo nos queda la relación“, decían ellos clamando porque alguien, de una vez, les echara un cable y les enseñara. Tengo que decir que me gustaba esta unión. ¡Pero si son dos chavalines! (“The gravel road”, James Newton Howard) El momento patata había surtido efecto y por primera vez se la veía disfrutar al aire libre: respirar, luz, sol … ¡vida! Reunidos en la cafetería del hotel, Alberto conseguía el compromiso de ambos machos cabríos y dejaba, para mi, la frase de la noche: “Los pasados, si sirven para traer un futuro distinto, me parecen cojonudos“. Amén, again. De todo se debe aprender.
Y, sin duda, anoche pudimos comprobar uno de los mejores curreles que se ha metido @ebarrera_. Una nueva REFORMAZA a base de hachazo limpio. Mejor, pinchad aquí y recordad el nuevo look y la CARTACA que se curraron @Albertogleton, @Noamdelbarco, @fanialoniz y el propio Maestro Jedi. Anoche cometí un error de “pardalet” al cenar poco … Lavado de cara espectacular que le dieron a ritmo de “Use somebody” de Kings of Lion. Me gustó ver sus caras (la del suegro, no mucho, su expresividad parece haber desaparecido tras esa mueca de rabia constante) de agradecimiento e ilusión, es así. Siempre me mola ver gente AGRADECIDA.
Y así, comenzaba el ÚLTIMO SERVICIO con la llegada de los monitores de la estación, una oportunidad única de tener clientela asegurada si todo salía bien. Pero el caos se iba a adueñar nuevamente del “Overlook”: platos fríos, desorden en las comandas, clientes esperando más de la cuenta y una falta de experiencia evidente, hacían que Alberto tomara las riendas de la cocina: “ahora ya hay jefe, soy yo“. Con él los platos desfilaban a las mesas y, a pesar del tiempo de espera, todos se marchaban contentos con un “servicio lento al principio, pero la comida muy buena“. Llegaba el momento de la DESPEDIDA y Ariadna era la que más ilusionada se mostraba confiando en su equipo (otra regla básica que aprendió): “me siento más segura“, concluía y el Chef le aseguraba confiar en ella, en que pusiera la misma “valentía” que puso al ir a la estación. Antes de marcharse regalaba la “Larousse Gastronomique” (regalazo) a Eric “el croqueta pandereta” y un cuchillo sacado de las virutas de Excalibur a Juanjo. Lo mismo el suegro se quedó jodido al no recibir nada … ¿por qué será? Parece que siguen adelante y tirando y con buenas críticas, ¡me alegro! ¡Mucha suerte pareja! “Siempre me preguntan si merece la pena aguantar tanto y siempre digo lo mismo: con gente como ésta, mucho“, se despedía Alberto en el penúltimo programa de esta 4ª temporada que, como dije anoche, me parece la mejor con diferencia. El programa ha ido “in crescendo” y seguro que así seguirá para esa 5ª que vendrá y cuyo casting ya está en marcha.
Highlights …
– “Al pan, pan, al vino, vino y a la mierda, mierda“, Jaume y sus verdades.
– “Lola di hola” … jajajajaja, Alberto flipó con la perra mirándole en la silla de al lado.
– Momento confesión drag queen de Reche … “Ha pedido pesto, no pistacho!“, jajajajaja o “trufa, quiere trufa” … ¿a mordiscos o qué? jajajajaja …
– la auto crítica de Eric en varias ocasiones: “no valgo ni para tomar por culo“.
– “Eric, estaba duro pero con eso no matamos a nadie“, Juanjo y su consuelo … así no!
– “Una sonrisa no vendría mal, ¿eh?”, Alberto a Jaume … sin duda, currar con una sonrisa frente al público lo hace todo más fácil … siempre.
– “Garrulo, cazurro” mix … Le decía el suegro académico de la lengua a su yerno.
– “Estoy seguro de mi mismo al 100% … pero ojo que la lío!“, jajajajajaja, Juanjo, ¿en qué quedamos?
– “cada día, es un objetivo” … quedémonos con eso cada vez que nos miremos el gepeto frente al espejo.
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