Y para un nuevo programa doble, a Luarca, precioso pueblo de una más preciosa tierra, donde conoceríamos “Las Brasas“, un restaurante familiar de Quique, patriarca, y abierto hace 8 años con Loli, su mujer, y el resto de la familia, solo que ahora únicamente quedaban ellos y su hija, Raquel. “Es muy terca y ha habido empleados que se han ido por su carácter“, decía él de ella y “mi padre enreda mucho“, al contrario. Papeletón familiar el que le esperaba a Alberto Chicote.
Ya de primeras, Loli, nos dejaba claro que el mundo de la hostelería no le apasionaba, por no decir que le producía urticaria, eso sí, “nosotros no nos hemos perdido, han sido los demás”, ya que argumentaba como la principal razón para la escasez de clientes las malas y perniciosas lenguas del pueblo. Desembarcaba el Chef admirando el entorno pero llevándose un chasco al entrar. “Hay grupúsculos que nos hacen la cama“, decía Quique reafirmando la teoría de su compañera de alcoba. Un ex trabajador de banca jubilado por infarto que decía tener un “horario liberal”, lo que provocaba ya el primer enfrentamiento con su hija que decía estar sola y hacerlo todo a diario.
La discusión continuaba en la cocina mientras Alberto buscaba una silla en condiciones para sentarse a la mesa y degustar la excelente cocina asturiana. Nada más lejos de la realidad. La carta vieja y deshilachada, de otra década. La comanda iba a consistir en la típica fabada, de aspecto bueno, pero ácida a más no poder. A la basura. La cara del camarero (“Z”) cuando el Chef le ofreció probarla, ilustrativa. La fideuá (pasadísima) con cabrales resultó ser un amasijo equivalente a “pan de gusanos“, algo que Raquel no encajó muy bien soltando una risa histérica. Pero no acabó ahí la cosa. El padre traía unas albóndigas parecidas a la comida del gato, aún más ácidas que el primer plato y con un tufo a vino blanco que se percibía desde casa. Por último le servían unos calamares encebollados que sí, estaban buenos, pero el aceitaco que llevaban las patatas de guarnición lo estropeó todo: “y luego dicen que les tienen manía“.
El momento más temido por tod@s los que teclean el número del programa, la inspección. Cuencos con pimentón fosilizado y ceniza de cigarro. Una sartén asquerosa que decía Quique “tenerla de adorno“. “Tira esto a tomar por culo“, fue la respuesta de Alberto. Cabrales caducado que olería peor que el queso de Astérix en Córcega. “Mierda del año I“, cartones, papeles, bombonas de butano pringosas, cáscaras de huevo por los rincones … hasta que, de nuevo, momento grasaza en mano e intercambio de fluidos con Raquel. “Esto debería llamarse el grasas“. El padre, en un ademán de salvar el honor de la limpieza, decía que la freidora llevaba un año sin utilizar, mientras que a su mujer parecía hacerle gracia todo diciendo que el “aceite es bueno para la piel .. omega 3, 6 ó 9“, algo que molestó mucho al de Carabanchel. Lógico.
120 minutos para retirar porquería antes del SERVICIO. Si es que se podía llamar así. Pero antes, descubríamos una nueva estancia: el altillo. Un nido de desorden, suciedad y ropa interior. Aparecía un tanga (limpio, eso sí) de Raquel y un colchón donde se echaba una sietecica cuando podía. Su padre seguía con las continuas muestras de desconfianza hacia ella: “me gustaría verla a ella sola“. Mientras, en sala, Loli despachaba con los clientes no de muy buenas maneras. Vamos, a mi, comiendo y sin faltar a nadie, no me habla así … Todo por una señora que parecía no ser muy buena amiga de la dueña. Eso es cierto. El cachopo de la discordia. Para ella, muy pasado, para el hacedor, Quique, “solo iba a tocarle los cojones“. “Nunca vienen y vienen hoy“, especificaba Raquel. Parte de verdad, había fijo. Volvía Loli a la cocina y estallaba en furia gritándole a la familia que se callaran de una santa vez. El panorama era cada vez más desalentador.
Alberto charlaba a solas con Raquel para interesarse por su vida y saber qué cojones pasaba allí realmente para que todo fuera un desastre de comunicación familiar. “Tu padre que no tiene ni puta idea del restaurante, tu madre, que quiere estar aquí y tampoco tiene ni puta idea, y tú?“. Raquel se sinceraba y decía tener una “vida de mierda” tras separarse y tener que vivir nuevamente en casa de sus ascendientes, durmiendo con su hijo. No recibía sueldo (porque según los padres, no le llegaba a “pasado mañana”) y trabajaba todas las horas del fin de semana, a cambio de comida y cama. “Vivía mejor con 18 años que con 34“, decía. Dramón el que subyacía. El Chef les hacía firmar un contrato en el que los dueños depositaran la confianza necesaria en su hija para dirigir y coordinar y, sobre todo, VALORAR su trabajo y para quitar presión e intentar aunar fuerzas, se las llevaba a ordeñar vacas con el fin de enseñarles luego una receta de ensalada hecha con su propio “queso fresco”: “¿Por qué no pasarlo bien currando?“, decía. Suerte de unos pocos. Deseo de muchos.
Comenzaba un nuevo servicio con Quique y su gorro que parecían acatar las órdenes de su hija. Alberto descubría que Raquel había vuelto a fumar en la cocina y empezaban las movidas con el empanamiento mental de “Z” que ofrecía a los clientes “pastel de cabracho” cuando, según la familia, no había desde hacía años. Parte de razón tenía el trabajador, ¿si no hay hace años, por qué coño sigue estando en carta cuando es algo muy típico de la zona? La plancha sin encender y Loli calzándose un vermú tras otro. “Si vienen 30 clientes nos sacan a hostias del pueblo“, flipaba Chicote. Un lío de cojones al servir las ensaladas. O especial o de la casa. Nadie se enteraba. Caos absoluto. Hasta que Raquel reventaba contra el suelo un plato: “Qué pasa que he oido el hostión?“. El Chef se cansaba y preguntaba si en las mesas había alguien de esos que “os tienen manía“. Al comprobar que la respuesta era negativa, los sacaba a la palestra y delante de los clientes les hacía ver que ninguno volvería si esto era así. Solo Raquel tuvo la decencia de pedir disculpas. Los padres, silencio sepulcral. El servicio terminaba con la reunión del puro, ya un clásico, y Alberto rompía en trizas el contrato firmado.
Al día siguiente y viendo las ganas y actitud de Raquel, el Chef se inventaba una estratagema infalible para volver a unir a esta familia. La llevaba a las cocinas de un amigo, Pepe, que no duda en admitir que la contrataría viendo su “interés en aprender“. Al mismo tiempo, llamaba a sus padres para que se enteraran del notición y allí se derrumbaban todos ante la posibilidad de que la familia se rompiera definitivamente. ¡Hay que ver cómo le cuesta a mucha gente decir te quiero, pijo! ¡Y a una hija! Ella solo pedía sentirse valorada (como cualquier persona en su trabajo): “que me he tenido que llevar un colchón!!!“, suspiraba. “Que es tu hija coño, no la mía“, decía Alberto. He de admitir que es el primer momento patata de los cuatro que llevamos hasta ahora que realmente me tocó. Hasta la incorruptible facial de Loli se venía abajo e hija y madre se abrazaban cuál osos.
Y en el restaurante, el equipo de REFORMA le daba no una, sino treinta vueltas al local a ritmo de Nirvana. (Belako, “Sea of confusion”) Raquel era la que más emocionada y AGRADECIDA se sintió al ver cómo había quedado el, ahora, “LA MARIÑA DE LUARCA” y la CARTA ASTURIANA … ooootra vez a la despensa. Pintaza tenía todo, como siempre. Así que todo listo para la reapertura y el último servicio. Bueno, todo, no. “Z” se peleaba con la tecnología y suspiraba por un papel y boli. Momentos de tensión y nervios zarandeaban la esperanza de la familia hasta que Raquel, calmada por el maestro Jedi de las cocinas, agarraba fuerte el timón y tenía, además, un muy buen detalle con la clientela regalándoles la tarta y agradeciéndoles la visita. El guiño al #mundoviejunoTV con la banda sonora de las Chicas de Oro … muy grande.
Familia unida de nuevo (“Gracias a Chicote los he recuperado, los echaba de menos“) con unos padres orgullosos del trabajo de su hija, “sintiéndose seguro“, aseguraba Quique. Hasta Loli llamó a Raquel por primera vez en todo el programa “hija”. “Mi vida ha girado 360º“, se despedía … pero que noooo, que si giraras así te quedarías en el mismo sitio que antes. Puntualizaciones de toca huevos a parte, espero que a esa familia le vaya bien. Las personas agradecidas y que luchan a cuchillo por su familia tienen todo mi respeto y admiración y ella así parece ser. ¡¡Mucha suerte!!
Highlights:
– “grupúsculo” conspirador, “horario liberal” … espero que Quique haya cambiado su visión de las cosas …
– “Pero tú eres imbécil Raquel?“, Quique. “Va en la genética“, Raquel. Telita la rabia contenida que había en tan poco metro cuadrado.
– “Coño! que saben que voy a venir“, decía Chicote harto de que no tengan el más mínimo decoro en intentar ponerle algo comestible. La misma cuestión que nos planteamos cada semana …
– “Me jode, pero lo que no le ha dicho nadie en el pueblo, se lo voy a decir yo“. Siempre debe haber alguien que hable alto y claro ante un ciego.
– “Si me pones de pastillitas no alucino tanto“, tras examinar el altillo.
– “Su temperamento le puede“, decía el padre y yo me preguntaba, “no será que le puede el vuestro sin sangre y cariño?”
– momento ordeñar … habría que ver lo que pensaban las vacas mientras las estrujaban sin sacar una gota de leche …
– “eres más cachopo de lo que pensaba“, jajajajajaja, Alberto a “Z” cuando le dice que no se aclara y que quiere un bolígrafo …
– banda sonora “Thank you for being a friend” … esos temas que los de mi generación llevamos grabados a fuego en el cerebro …
Segunda semana de estreno doble, segunda semana de efectos secundarios en mis pestañas … El programa más emotivo hasta la fecha … Esperaremos la vuelta a la Isla que intuyo puede ser uno de los más grandes de esta 4ª temporada … Al menos, para mi deleite personal …
@disparatedeJavi