¡Vámonos a Ferrol!
A Galicia que llegaba por primera vez en estas cinco temporadas Alberto Chicote y Pesadilla en la cocina para reflotar el “Irlanda“, un restaurante donde no se servía comida de esa tierra y cuyo nombre provenía de una visión campestre y aire Sunsilk de Manoli, la visionaria que no vidente, cónyuge de Jose, una de las personas con menos voz de mando que han pasado por el programa. Aquí, la #gilicrónica de #PesadillaIrlanda.
Parecía que todos estaban de acuerdo en que el principal problema era el inexistente carisma de su dueño para hacerse con las riendas del negocio, bien sazonado con el carácter de dimensión odiosa y paralela de la bruja de su esposa. Bueno, todo esto, y el apartheid al que sometían a Sundy, “el cocinero”. “Si soy racista no contrato a un negro“, sentenciaba Jose. Entre ellos nos encontrábamos a Álvaro, el camarero con sed de poder y una mirada de las que no me gusta tener cerca. ¿El postre? Un matrimonio hecho añicos y cada vez más desintegrado.
Allá que aparecía Alberto pensando en una taberna irlandesa a ritmo de Muse, “New Born” en un emplazamiento, una vez más, cojonudo para que un negocio funcione. La idea que tenía enseguida se esfumó al ver la oferta en la puerta. Dentro esperaba Jose con el carácter sanguíneo que nos demostró durante todo el programa. Al menos, estaba esperando al Chef: “no te creas que es tan normal, eh?“. De primeras le explicaba que la gente se iba sin comer. Una tardanza inusual a la hora de servir y la falta de respeto que el personal le dedicaba todos los días era el resto de su informe. La carta la “había inventado” su mujer, la del tarot chino, que hacía su aparición estelar en ese momento: “yo soy lo que creo, pero no me dejan entrar en la cocina“. Poco tiempo le faltó en hacerse la indispensable diciendo que cuando todo iba mal ella hacía de todo a pesar de que su verdadera vocación era ser vidente: “menuda vidente está hecha si no ve el declive de su negocio“, murmuraba Álvaro.
En su grácil y ágil uso de la gramática hispana se enredaba en un “quiero pero no me dejan” para acto seguido espetar “pero es que no quiero”. El cerebro de Chicote empezaba a recalentarse. “Es un machista empedernido“, cargaba contra Sundy para excusar sus repetidas ausencias de la cocina. Su amiguito, Álvaro “lengua de serpiente” calentaba más la hoguera del segregacionismo con el africano: “porque eres negro, te lo cambia todo, está claro“.
La CATA de anoche nos iba a traer una sorpresa a la que no estamos acostumbrados y, Alberto, menos. Aunque luego me estuve preguntando cómo cojones podían servir comida de sabor rico con la que tenían allí montada. Tal vez descongelaran todo el día antes para poder ofrecerlo al Chef. El único día que lo hicieron. “Me voy a comer la tortilla, coño“, se animaba el de Carabanchel mientras le preguntaba a “Grima” qué pensaba él de lo que allí pasaba: “mala gestión“, resumía siseando. Como la comida tardaba en llegar a la mesa, Chicote buscaba algo con lo que entretenerse: primero la jukebox con “Casablanca” y luego animando a Manoli a que le leyera las cartas. Fue cuando Jose mostró el único ápice de tensión de la noche. Ni siquiera cuando pareció alterarse transmitió tanto como en el apretón de esfínter que le entró cuando escuchó la palabra “cartas”: “Aquí no. Ésa es su vida“. Manoli, orgullosa de sus infrapoderes le decía a Alberto: “no me hacen falta las cartas, solo con verte, te digo cosas“, previo guiño lamentable.
Justo antes de “mover el bigote”, hacía su aparición la hija de ambos, pobreta, que era quien había llamado al programa dando por imposible ya a sus progenitores. Las croquetas, a pesar de poder estar mejor, estaban ricas de sabor al igual que el pulpo y el resto de comanda. Eso sí, ¡menudas raciones! “Esto es Galicia“, decía Jose. Sin duda, el Norte es diferente, eso es así. ¡Solo que las de ayer decían ser “medias raciones”! ¡Qué #disparate! Debía tener todo un “gran pero”. Más de una hora esperando la comida y los callos aún no habían marchado así que, el Chef, se declaraba impaciente por conocer “la cocina más lenta del mundo” por la que había que entrar de perfil para ver el chiringuito de mierda y desorden que tenía montado Sundy, Sundy. Callos descongelándose, papeles de periódico en el suelo, huevos también, un frigo de almacén que albergaba una sandwichera podrida … “no se utiliza, eh“, decía un imperturbable Jose … “Pues tírala a tomar por culo“, ¡Zasca!
Y estallaba la primera gran guerra entre la bruja y el chamán de la tranquilidad: “todos los días viene, se sienta con una Coca Cola y no hace nada“, decía de Manoli. Ella, por contra, argumentaba que si no entraba en cocina para ayudar era por que se ponía como un loco pero obviaba decir que le dedicaba piropos como “negro de mierda, vete a tu país …“. Tal vez en lengua oscura sean hechizos de atracción. Lo desconozco. Y si Jose al escuchar “cartas” vio como se erizaban sus pezones, Manoli sintió como se estremecía su aquelarre neuronal al oir “suegra”. Alberto estaba en el límite. Así que, viendo que cada uno invocaba una maldición distinta de la anterior, se despedía hasta el servicio … si se puede llamar así.
Para entonces la madre de Jose e hija esperaban en una mesa y charlaban tranquilamente con Chicote apuntándole al “cada uno hace lo que le da la gana” como el principal motivo del desastre que allí se vivía. Es muy duro admitir que tu hijo ha perdido el rumbo de su vida. “Vamos sobre la marcha” era el modus organizandi que se estilaba en aquel tugurio y, menos marcha, allí pasó de todo. Manoli se metía en cocina como si viniese de la junta anual extraordinaria de esoterismo low cost. Lasañas sin descongelar y un Sundy monosilábico era el panorama que tenía ante su retina Alberto, hasta que le dio por inspeccionar y encontró lo que “creía que no volvería a ver en la vida“, lo que más que grasa, era C4. ¡Qué asco, cojones! “Chaquetilla nueva a la basura“, decía tras ver los chorretones que habían caído sobre ella.
Lo que veíamos era una nueva demostración de la absoluta incapacidad de mandar, decidir y, a ratos me preguntaba, si respirar de Jose y a su mujer, la que no veía más allá de sus bragas (convencido que son “color carne”), pasando de todo y saliendo a “fumarse un pitillo de puta madre“, “no es mi negocio, es de él“, decía. Entonces, ¿por qué no te vas al aquelarre más cercano a ver si unas tripas de cordero marinadas con esperma de murciélago sacian tu ansia de protagonismo? Insoportable mujer. Su pobre marido se hacía el interesante mirando las comandas e intentando organizar todo. 2 horas y media de servicio y ni una sola de las 26 personas del comedor estaba engullendo nada más que inutilidad. Ella, con otro ataque de interés mal enfocado, se ponía a las sartenes para demostrarle a Alberto cómo las brujas no se quemaban, solo se flambeaban. “Lo he hecho a posta“, sarnosamente confesaba después. ¡Ya! La pobre suegra sollozaba en su mesa. ¡Menuda papeleta tenía la señora! Chicote se despedía hasta el amanecer siguiente porque “no podía más” con semejantes muggles de pacotilla. Con el chef fuera, Jose se volvía a hacer el valiente y jefe y les advertía que al día siguiente lo quería todo descongelado aunque le importara “una puta mierda” tirar mercancía. ¡Eso es organización! Burro grande …
Un poco de banda sonora con The National, “Guest Room” para organizar el servicio, colocando a Manoli como jefa de sala, a Sundy un monitor en cocina para controlar la comanda y unos ya clásicos pulsadores en mesas para que los clientes indicaran si iba bien o mal su ratico (“Esto va a parecer el encendido de la Feria de Abril“). Comenzaba el baile sobre pentagrama con Artic Monkeys, “Fluorescent adolescent”. “Yo solo, mejor“, se repetía el cocinero sensible, pero de oficio seguía demostrando que tenía poco: “primera mesa, tres primeros platos y ya la has cagado, tío“, le decía Alberto. En sala, la bruja iba informando al personal que ni había lasaña, ni canelones, y que era daltónica porque ni siquiera era capaz de ver las luces rojas encendidas que calculaba en “unas 7”. Jose miraba de nuevo las comandas como si ecuaciones de la mesilla de noche de Stephen Hawking se trataran hasta que, Álvaro Grima, y su compinche Sundy, Sundy, lo echaban de la cocina. Chicote flipaba, nosotros también. Menos voz que el “recluta patoso”. Pedía ayuda a la que, legalmente, es su esposa para pelar patatas y se armaba la de deu. En ese momento el marido pareció, por primera vez, tener sangre y no granizado en las venas dando, eso sí, una palmadita en el frigo como el que da una comadrona a un recién nacido para su primer llanto: “que te calles de una puta vez, es mi puto negocio, voy a poner los huevos sobre la puta mesa” … todo muy puto pero al mismo tiempo sonrojante. “Estoy avergonzado por culpa de ella y el cocinero“. ¡Ojo! Sunday entraba en modo psycho y montaba un show en cocina y sala que terminó con aplausos de los asistentes (algo que aún hoy intento justificar) y un mueble por los suelos. Lamentable. El servicio finalizaba con Jose desesperado y destrozado y la bruja en modo “peace for the Pope“. Alberto les dedicaba una charla más por obligación que por ganas. Ese momento era para haber cogido los trastos y desaparecer. “Algo me tendré que inventar para mañana“, nos decía.
The National, “Fake empire” de camino al cine donde los llevaba el programa para intentar calmar al matrimonio ya roto. Una sesión de fotos de sus infancias, vidas juntos y ni una sola sonrisa se les escapó. NADA. La frialdad extrema del que sabe que está contemplando algo muerto. Eso fue lo que a mi me llegó (ni Ennio Morricone en Cinema Paradiso con su “First Youth” solucionaba esto). Manoli seguía demostrando que su percepción de la realidad que le rodea está, cuanto menos, contaminada de mandrágora caducada. Y Jose … ¿Qué decir más de él? Que era una persona rota por los cuatro costados.
Louis XIV, “Paper doll” nos servía de intro para la REFORMAZA que nuevamente se marcaba @ebarrera_ y el equipo del programa. Ahora bautizado como “Lembranzas” (recuerdos en gallego). Manoli se volvía a hacer la visionaria para recibir un buen par de zascas de Alberto. “Yo no lo sabía pero también veo … pero YO VEO BIEN” o “Menuda vidente de los cojones estás hecha” cuando ella le contestaba que ni se imaginaba cómo estaría por dentro ahora el local. Al abrir la puerta, (“I love it“) ella repitió hasta el último detalle para ya darnos el remate: “desde diciembre del año pasado sabía que habría un cambio” justo antes de presentarnos la NUEVA CARTA (“Heavy Metal Drummer”, Wilco) que, para variar, nos hacía salivar y babear con el trabajo de “los Albertos y cía”. “¿Te ha gustado la oreja? Genial, porque de lo que se come se cría y te va a hacer falta para escuchar mejor“, ¡Zasca!
Última oportunidad con la reapertura. Si hubiésemos hecho un sondeo de las casas de apuestas de Ferrol habríamos sabido que la expresión “no dar un duro por”, toma otros matices para referirse a este aquelarre de incompetencia. “¿Te has leido las recetas?” … así, nada más empezar, Alberto comprobaba como la respuesta que daba la de cocina era más que ilustradora: “psssssssí?!” La clientela empezaba a impacientarse pero Manoli, en un alarde de marketing gastronómico, repetía varias veces aquello de “es que mis cocineros no tienen ni puta idea de lo que están haciendo así que calma“. Como siempre, ella, de mucha ayuda. “Los palillos fuera, ingeniero“, recetas confundidas, ingredientes que decían no estar y que alteraban aún más a Chicote: “dime que no lo encuentras, no que no están“. Alguien de la clientela lo tenía claro “hay cosas que no cambian por mucho que cambies el local“. Nuestro chef pocas veces ha estado tan al borde. No recuerdo haberlo visto salir solo y sin hablar a cámara a coger aire y fuerzas de ese modo. Finalmente se puso a currar a destajo para terminar el servicio. Si no es por él, allí no come una puñetera meiga.
Llegaba la hora del repaso y charleta final pero se veía sin fuerzas después de lo vivido allí. “Hoy os voy a decir cómo me siento … DEFRAUDADO“. Únicamente le daba las gracias a Jose por haberlo intentado y les deseaba, aunque no lo creyeran, todo el éxito del mundo pero se iba como escasísimas veces se ha marchado: sin abrazos, sonrisas, cariño, agradecimiento, morriña … NADA, frío como se merecían aquel grupo de impresentables. El propietario pusilánime decía estar jodido por haberlo visto marchar enfadado pero ponía el mismo sentimiento en decirlo que el que contempla un can defecar en la acera. Y Manoli … solo con repetir nuevamente su nombre me estremezco, tenía su última visión diciendo que veía mucha gente yendo al nuevo local y deseando que Alberto volviera a pasar por allí para “arreglar las cosas”.
Ni siquiera Poyatos de #PesadillaDonPollo me sacó tanto de quicio como la bruja popular ésta. Menudo ser. Tampoco es que el carácter de Jose ayudara mucho a no tener que soportarla. Me atrevería decir que este hombre es irrecuperable. Pocas veces he visto menos sangre que la suya. Hundido sería la palabra para describirlo. Más que un negocio necesita terapia y de la buena. ¡Mucha suerte, siempre! Esta semana ni me he molestado en buscar qué ha sido de ellos porque no me gusta la gente desagradecida, nada, así que, si lo sabéis y me queréis informar, a vosotr@s os leeré. A mi, que no me esperen en esos metros cuadrados de Ferrol.
Highligths:
– Manoli, la inventora de las croquetas de pizza y su guiño vomitivo acompañada siempre de la musiquilla de Expediente X. Sin duda, ella, fue la gran protagonista de este desastre. Consiguió construir su propia visión.
– Los zascas que Alberto le dedicó a su falso don: “¿Ves cuando va a llegar el primer plato desde aquí?“, “Tú que ves las cosas, ¿cuántas mesas hay sin comer?“.
– “Antes quemada en la hoguera que sin mis gafas en el pelo para cocinar” … insoportable, señora.
– La vergüenza ajena de ver al dueño de un negocio sufriendo acoso por sus empleados que, como marqueses, entraban a currar a las 12 de la mañana.
– El momento flambeo o quemo. Estoy seguro de con qué opción nos hubiésemos quedado todos pensando en Manoli.
– “Tu mujer tiene los cojones del caballo de Espartero, eh?“, todo lo contrario que Jose.
– “Para gritar y quejarse hay que hacer las cosas de puta madre y tú no las haces”, ¡Zasca a Sundy, Sundy!”
– Hoy, tras lo de anoche, me quedo con una frase que todos llevamos marcada a brasa y, si no, es que sois calderos oxidados de bruja serie B:
Sentirse querido es la hostia, ¿eh? No hay nada más grande
¿Qué #disparate nos deparará la semana que viene? Los datos de audiencia esta 5 Temporada están siendo espectaculares. L@s “Pesadill@s” vamos creciendo … esto sí que es una visión agradable.
#Written by @disparatedeJavi
#GiliConcepArt Portada by @disparatedeJavi & @scientist_pi
#MontajeFinal by @scientist_pi
Con la colaboración especial esta semana de @ebarrera_
#disparateTeam
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