Con Beck “Lazy flies” (canción escogida al pelo) comenzaba #PesadillaJardín en Plasencia, presentándonos a Feli, el aventurero que cogió un restaurante con una deuda de más de 100.000€ (sonaba Loser, afinando) y a Juanlu, el camarero que lo sabe y ve todo (se cerraba la trilogía musical con Everybody´s got to learn sometime) pero es un ejemplo de conformismo. Desde el principio sabríamos que esa falta de carisma, liderazgo y conocimiento era el césped a rasurar de ese jardín encharcado, “El pensador“. Aquí, la #gilicrónica.
El resto de equipo de aquella plantación lo formaba Carmen, la podadora kebabófoba y Chema, el gnomo impasible. A pesar de confesar todos que a su jefe no es que le tuvieran mucho respeto precisamente, fuera de cámara, seguían exactamente igual. Abono perfecto para un viaje al traste. Jetas que no setas crecían en aquel jardín, incapaces de agradecer que un tío endeudado hasta la sopladora siguiera con el tinglado por ellos.
Comenzaba el R&R con la llegada de Alberto Chicote y los Rolling Stones. Un lugar totalmente desangelado que se caía a trozos. Y grande, muy grande donde “menos funerales y entierros” se celebraba todo tipo de eventos. “¿Y aquí qué pasa?” No recuerdo la última vez que un propietario reconoce que la razón de su hundimiento era porque se estaban haciendo las cosas muuuuuuy mal. Cogió un negocio y no cambió nada. Pero claro, con 110.000 eurazos de deuda, ¿quién coño reforma? Un buen jardín embarrado para el de Carabanchel. Dos cartas que recorrían la gastronomía rápida de medio mundo (kebab, pizzas, hamburguesas, bocadillos) esperaban en la mesa. “La capresi con queso búfula” dejaba en evidencia a Feli que no tenía ni idea ni capacidad de retener los platos con los que supuestamente debe ganarse la vida. ¡Al rincón de pensar! Una ensalada sin fuste alguno, Carmen que nos ilustraba aún más sobre su kebabfobia montando el dürüm con la carne de hacía 3 días y unas albóndigas “Tyger Woods” que realmente se utilizaban para abrir la cabeza de los topos del jardín y que casi acaban con la vida de Juanlu. Y un cochinillo psycho -seco para una familia de goris, el postre. Raciones tremendas cuyo coste tampoco parecía ser de la incumbencia de Feli. El escandallo que se llama, chico. Chema el gnomo tenía la solución: “tienes que subir los precios”. Ciencia pura del desperdicio.
A la cocina se entraba a través de un hueco de Moria con alto riesgo de deslome: “Di gnomo y entra“. Dos entran, ninguno sale. Menos aún los “veterinarios de Sanidad” que chaparon el negocio. Nada extraño porque “todos y ninguno” limpiaba el cobertizo, menos Chema que cómo coño iba a limpiar después de cocinar, “eso lo sabe cualquier cocinero” … de su multiverso. Jetas, que no setas, insisto.
¡Al lío! Comenzaba el servicio con temazo de El Anillo de fondo. Calabaza con cáscara porque Chema dice que los gnomos lo consideran divertidísimo. Nos deleitaba con su alto ritmo de trabajo y su saber hacer con la cortadora de fiambre como antaño hiciera junto al Danubio Azul, cuando el agua y vida jugueteaban juntos en aquel lejano lago de Irlanda. Comandas que se devolvían y repetían. Tiempos infinitos. Chema dejando claro “que le importaba un puto pimiento” lo que dijera Chicote. Nervios, tensión, gritos y la kebabfobia que hacía mella en el equilibrio (discutido) mental de Carmen. La culpa siempre de los demás. Amagos de “me voy” tan clásicos. Feli no sabía ni por dónde venían. Patatas fritas que besaban el suelo y se cobijaban bajo el mueble correspondiente. “Con poquito tenía y era feliz” pero decidí endeudarme hasta la desbrozadora porque tener un restaurante es muy fácil. “El jardín del pensador” … inexistente.
Heroin, The Velvet Underground era la intro para conocer la verdadera historia de Feli, un mal paseo por las drogas y una gran madre que siempre ha estado y está ahí cubriendo las multas de tanto disparate. Pedazo de MUJER que, a pesar de todo lo que tenía encima, desprendía alegría y amor puro hasta echándole el puro a Alberto. Muy grande. Así comenzaba el segundo servicio. Carmen comenzaba su particular baile con unos huevos fritos sin gas. Más gritos y excusas. Nadie tiene responsabilidad. Se batía un récord en Pesadilla en la cocina: una parrillada de carne que se repetía 3 veces. Organización. Juanlu entraba como un troll de las cavernas a embestir a Feli y estallaba la crisis sentimental entre ambos. “¡Que vengas antes a comer!”, decía el jefe para excusar los tiempos de espera en sala. Sal fuera, no tú, no tú, que me importa tres cojones, sal, no, tú, … me voy. Voy a por ti. Lamentable. El jardín de la alegría.
Mientras que Feli hacía las paces son su alma y madre (“Vaya pedazo de madre”, decía Alberto, asentíamos todos) el equipo de reforma hacía una obra faraónica en Plasencia. No quedaba rastro de aquel parque de atracciones derruido que bien podría ser la guarida de Joker. La cara de Juanlu no es que te insuflara mucha pasión pero, oyes, cada uno lo lleva como puede. La nueva carta, directa a nuestras papilas a ritmo de un clásico ya en Pesadilla en la cocina: Dirty Paws.
Día de la reapertura. Tupper de madre incluido. ¿Qué es una comanda? ¿Digo “oído” como el que dice kebab? ¿Nos hemos enterado? Grillos en una noche de verano junto al jardín. A Juanlu le gustaba la cámara más que la ventanita. A Feli le faltaba sacar la escoba y espantar al bicho del rosal. Chema y sus tempos con los arroces. Solomillos impares. Alberto le recordaba quién era el jardinero JEFE para que las malas hierbas no acabaran con aquel servicio y todo seguía su curso habitual. Todo acababa en familia.
Alberto Chicote les/se felicitaba de haber podido disfrutar después de muchos episodios de, al menos, un buen tipo, agradecido, con ganas y que, aunque solo sea por darle una alegría a esa madre, se merece una segunda oportunidad … que le vaya bien. Tras dos auténticos #villanosPEC, #PesadillaJardín nos dejaba ese sabor emocional en retina que escasea. Ojalá Feli sea un hombre feliz hoy día.
La semana que viene buscad el traje de buzo que nos espera un Food Submarino Truck. La cosa promete torpedos.
@disparatedeJavi