A Málaga que marchaba el programa esta semana para reflotar “El Montecillo”, negocio de éxito no tan lejano al que acudían vecinos en largas colas para que Matilde les hiciera felices con su arte de fogón. Solo que esta vida es muy puta y nadie se libra de sus caprichos: un ataque al corazón sesgó su vida y, con el resto de la familia al frente, su legado se encuentra al borde del olvido. Un nuevo reto emocional para el Jedi de Carabanchel que tendrá que lidiar con la pena y tristeza del recuerdo de una madre más que con problemas de cocina. Una familia que necesita un empujón para volver a convertirse en eso mismo porque la vida … nunca se para y lo peor, se acaba. ¡Aprovechadla! Eso sí … los muertos ni hablan ni trabajan.
Con las promos tenía la sensación de que iba a ser una de esas #gilicrónicas que me costaría emplatar pero una cosa es la pena, la tristeza y el recuerdo y otra bien distinta es el lamento continuo y renunciar precisamente a esos recuerdos. A la tierra malacitana que llegaba Alberto Chicote a conocer a Germán, natural de Vizcaya y que se vino al Sur por amor a Matilde, su esposa, para montar un restaurante donde la fusión “norte-andaluza” había sido un rotundo éxito durante los últimos 30 años: “nos quedamos sin Matilde que era el motor de todo“, nos adelantaba el padre. Algo que se repetiría en boca de todos los que tuvieron un segundo de emisión. Alicia, la hermana que, debido a su trabajo, acudía los fines de semana a ayudar en lo que podía y Mónica, que se vio “obligada a tomar las riendas del negocio“: “Yo lo hago todo” o “Ahora es mi negocio y lo llevo como yo quiero“, aseguraba, solo que su modus operandi adolecía de defecto y forma allá por donde lo revisaras.
“Es una sabelotodo“, la calificaba el padre y ya nos imaginábamos que Mónica sería “la mala” a la que se enfrentaría Alberto. Teoría apuntillada por otro de los grandes personajes que descubrimos de la España no tan escondida pero sí profunda: “la Sebi“, cocinera amante del automonólogo desquiciado y a la que no le gustaba mucho recibir órdenes de “quien no sabe“: “Es una marimandona“, decía de su jefa. Las siempre odiosas comparaciones entre hermanas nunca ayudan y ésta no iba a ser la excepción. Alicia, la preferida e idolatrada por el padre, y Mónica, la protegida de mamá y que ahora, con su muerte, decía encontrarse sola. Parte de razón no le faltaba solo que siempre hay que empezar por mirarse un poco el ombligo. Todo seguía reduciéndose a “El Montecillo sin Matilde …”
Alberto recogía a Alicia en su coche y nos daba su versión de los hechos, dejándonos claro que la relación padre-su hermana estaba a un nivel máximo de desgaste: “a mi hermana esto no le gusta y mi padre, al borde de la jubilación“. El Chef ya daba con la primera herida sangrante: “¿Tal vez le pese la responsabilidad?”. Al Mesón que llegaban y los recibía Germán caña en barra y una expresividad cercana a la del musgo en hibernación. Inmediatamente salía Mónica y se presentaba como la “multiusos y muy apañá“. Entre todos exponían lo que parecía ser el problema de por qué la gente había dejado de ir. Nuevamente, “la mano insuperable de Matilde“, a lo que reaccionaba ella alegando que la “gente no se quejaba” (pero no volvía). Su actitud inicial no me gustó en absoluto. Sus palabras desprendían un “has venido aquí para solucionarme los problemas y punto”. Parecía tener muy claro para qué había llamado al programa, solo que tenemos claro que, de momento, Chicote no obra milagros (por mucho que en ciertos casos se asemeje). Excusa tras excusa, “ya lo haré”, “próximamente“, etc … y un intercambio de puyas entre hermanas a ritmo de “cuña sablazo”, Alberto se cansaba y preguntaba “es hora de comer aquí, no? Pues me siento“. Ni se imaginaba el tamborileo craneal que le esperaría cuando entrara a la sala de máquinas.
La comanda consistía en “Viña AB”, Guiso de rape, albóndigas y pimientos rellenos (los que triunfaban cuando su madre se encargaba de la cocina). En los fogones, Sebi y su jefa comenzaban su show particular: “bruja o fea” (asignados los papeles de esta película) eran los piropos que la segunda le dedicaba continuamente a su empleada mientras que, ésta, le advertía que tuviera cuidado porque se le cortaría la mayonesa … como así fue. Las croquetas se quemaban en una freidora que se olía desde Granada y los pimientos resultaban estar ricos, solo que con la verdura congelada de guarnición se te caía el paladar inmediatamente: “mi madre es que no era muy de congelados” … ¡Nos ha jodido! Por eso triunfaba. Todo desprendía aroma casero y, una vez más, Alberto se daba cuenta de que la comida no era realmente el problema: “Que si me ha disgustado la comida? No, pero muy bueno, tampoco está“, sentenciaba. Lo que parecía ser norma común era que todo salía soso, lo que empujó a Sebi a empezar su recital de refranes: “Mejor que falte ...”
Al pasar la inspección de los fogones vimos que estaba todo limpito y organizadito (que diría un aspirante a chef moderno). Es lo que tiene haber aprendido de una madre de la vieja escuela y, por qué no decirlo, a “la Sebi” se le veía de la misma promoción. Nada más entrar las dos se enzarzan en quejas, despropósitos, insultos (“está muy loca“, decía la refranera extrema) … hasta que asistíamos a un momentazo, jajajajaja, se sacaba una tartera con un tocino de cielo que reventaba a Mónica: “será pelotaaaaa” y a Alberto se la ponían botando: “y tú? No me has traído nada?” jajajaja a lo que respondía inmediatamente ella con un “es que no quiero que engordes“, tocándole la tripa al Chef que dejaba muy claro que los roces gratuitos no le van: “las manitas quietas, eh“, jajajajaja. Momentazo.
Cuando todo parecía haberse suavizado y estar en un ambiente más distendido, se liaba de nuevo tras la pregunta de “Quién manda en la cocina?” … a gritar las gallinas y nosotros a rezar para que se callaran un rato. Pero una nueva cuestión formulada por Alberto nos dejaría otra gran frase para la gloria: “y cocina vasca? por qué no hacéis ya? no sé, una merluza a la vasca ...”. Mónica respondía que alguna vez la hacía y Sebi saltó como un raspallón evitando el anzuelo: “pero si eso te lo cociné yo hasta para tu casa“, jajajajaja, lo que nos dejaba claro que la amiga era “más pesada que un collar de melo´ne“, jajajajaja. Menuda pareja la que había encontrado una vez más el de Carabanchel. “¿Y cómo aguantáis esto todos los días?”, preguntaba y recibía por respuesta “con Lexatin” … “pues no lo dejes muy lejos” …
Alberto volvía para ver el SERVICIO y como nos imaginábamos, lo que iba a presenciar, era otro desastre más. Es muy curioso comprobar como errores tan simples como completar una comanda o numerar las mesas siguen sin entrar por la estrecha mente de más de uno: “oooooorden en casa, coño!”. El lío que se montaba era de aúpa y los calificativos e improperios volvían entre la pareja de “teleñecas”. Sebi se dedicaba a ensalzar el arte del “automonólogo” sin parar de balbucear y sisear lo que llevaba a Mónica a llamarla “la niña del exorcista” (música incluida) y ésta aclarara que “es que cuando me doy cuenta me ha dejado hablando sola“, jajajajaja, qué tía! Chicote intentaba poner orden o, al menos, entender en qué consistía el nulo criterio organizativo de la jefa: “tu padre parece un peregrino con las albóndigas“, algo que, encima, ella se tomó a broma respondiéndole un “será un nazareno entonces“. Pero los platos no apuntados, un desorden absoluto, berreos que se escuchaban en sala, un conejo no crudo, casi corriendo y reproches gratuitos frente a cámara, o excusas estúpidas sobre por qué no había pescado hacían que Alberto concluyera que “estaban más perdidos que un cerdo en una perfumería“. Eso sí, antes de marcharse abatido por la puerta, “la Sebi” le recordaba que se llevara su tocinico de cielo, jajajajaja. “Antes había tres personas unidas por Matilde, ahora …“
En un intento de motivar y publicitar el nuevo giro que el programa quería darle, acuden a “Onda Color” en familia y para escuchar de boca de antiguos clientes qué era lo que allí fallaba: “se comía muy bien, lo mejor de allí era Matilde“, por si hacía falta recordárselo a Mónica. Ésta, lagrimaba. Llamaba entonces Antonio y a la pregunta de Alberto de cuáles serían las tres cosas buenas del “Montecillo”, tampoco albergaba dudas: “lo primero de todo, Matilde en sí; lo segundo, estar como en casa (para mi, fundamental) y lo tercero, que era una persona muy atenta y generosa“, terminando con un alegato en favor de la familia: “hay que ayudarles entre todos porque lo necesitan“. La emoción empapaba el estudio de radio. Con ese pequeño subidón, volvían al restaurante donde iban a aprender algo tan sencillo como completar la hoja de pedidos y organizar mínimamente las labores de la cocina, entre las cuales destacaba “EL SILENCIO“, “que aunque no se vea mucho, es muy importante“, zás! Momentazo musical el de “La bien pagá”, de Miguel Molina acompañando cada intervención filosófica de Sebi, jajajaja.
Comenzaba un nuevo servicio y un nuevo show: “la Sebi” empezaba tirar y desparramar cosas por la cocina a ritmo de “uy, no sé qué me pasa“, “no doy pie con bolo“, jajajajaja diciendo Mónica de ella que “parecía un zombie o el anuncio de thrí -lé“, jajajajaja, muy grandes. En sala seguía el mismo lío y caos de siempre y los clientes debían soportar los gritos acudiendo nuevamente al recuerdo de Matilde para justificar por qué no pisaban el lugar. El padre hacía amago de organizar y solo conseguía liarla más aún haciendo que su hija le reprochara la poca sangre emocional que le corría por las venas y que nunca la apoyara: “no lo hago porque nunca lo haces bien” … joder, que un padre te diga eso también es duro, eh? Hasta el mismo Alberto flipó: “qué sinceridad, eh? Siempre es tan jovial?”, lo que hacía saltar por los aires la escasa templanza de Mónica que salía corriendo fuera llorando: “estoy harta ya”!!! “La Sebi” le daba la razón y Chicote acudía a darle terapia de abrazos, algo muy sencillo y efectivo pero que, a veces, cuesta como enero: “Gracias por escucharme, lo necesitaba“. Escuchar, pijo, escuchar … algo tan útil y difícil para much@s. Acababa el Chef abatido ante tal desastre de empatía entre la familia: “no he tenido tal desasosiego nunca, tenéis un problema acojonante … no lo entiendo“, decía. “No lo entiendo“, mi talón de Aquiles para que salte el muelle. Cuando algo es incomprensible … me supera.
Llegaba el momento patata con uno de mis temazos favoritos de fondo (Bowie, “Space Oddity”). Reproches van, reproches vienen, lo que allí había era una falta de entendimiento y cariño como los genitales de un mamut: “no os he escuchado decir nada positivo de los otros desde que llegué“, decía el Chef, hasta que al final, se fundían los tres en un abrazo, algo tan sencillo y a la vez jodido para muchos. “Solo necesita que le digas que la quieres, coño, que eres su padre”, defendiéndose Germán con un “pero si se lo digo”, alegando finalmente Alicia que “a veces hay que hacerlo más que decirlo“. “Os estáis dejando la vida en gilipolleces … hay gente que necesita que le abracen, sabes?“, terminaba Alberto su alegato. Y mientras lágrima iba, lágrima venía y se pronunciaba el nombre de Matilde o “mamá” en vano, el equipo del programa realizaba la REFORMAZA a la que nos tienen acostumbrados: un lavado de cara a ese mesón anquilosado y unos tonos verdes (el color preferido de la mamma) con unos botijos que recordaron a su niñez a las hijas. Emoción y lágrimas de agradecimiento o de recuerdo perpetuo hacia la figura materna que llegaba a su culmen con las poesías de ésta colgadas en la pared. Alberto lo dejaba bien claro a todo aquél que quiera escuchar: “el recuerdo no debe perderse, pero hay que seguir caminando“. Es jodida ley de vida. “Puta es la guerra”, pero esto sigue. Con la presentación de la nueva carta ya es costumbre mi viajecito al frigo … Tortura a estas horas ver tanto plato que entra por las retinas directo al estómago …
Comenzaba el ÚLTIMO SERVICIO: “disfrutadlo”, les decía Chicote y ellas se motivaban con el único grito de guerra que parecía moverlas: “por mamá!“. Empezaban a tomar comandas y ya de primeras se les olvidaba entregar la carta a los primeros clientes, el equipo de Onda Color. Espabilaaaando … Sebi volvía a demostrarnos su agilidad moviéndose en espacios reducidos tirando el tomate al suelo con otro de sus chascarrillos refraneros mientras que se movía al ritmo de un autómata bajo de batería. No encontraba nada (las sardinas fueron su cruz), Alberto le pedía que echara agua a la cazuela y ella acudía al grifo sin quemar un ápice de grasa, lo que hacía que el Chef corriera a ello. Un bacalao al pil pil que se emplataba con tomatazo por encima lo que hacía estallar al Jedi del fogón: “esto es un mierdón como un avión“. Realmente hacía muchos programas que un último servicio no comenzaba tan mal. Alicia intentaba motivarlas con “mamá” y el “sabor casero” de la comida hacía el resto para que todo volviera la normalidad (“Una corona de estrellas”, Los Planetas).
Llegaba el momento de la despedida y Sebi reclamaba su tupper, jajajajaja. Alberto le dejaba claro a Mónica que hacía falta aún mucho, pero mucho trabajo para que esto siguiera su rumbo, pero “al menos, ahora, tienes a los dos” (padre y hermana). “Es curioso que haya tenido que venir uno de fuera a unirnos“, decía ella, para terminar agradecida por “el regalo que le había enviado su madre” … y dale … Con el particular homenaje del director del programa a las madres pinchando “My hero”, Foo Fighters, el de Carabanchel se despedía una semana más diciendo “haberse encontrado una familia abatida y encerrada en recuerdos, teniendo ahora, unidos, una nueva oportunidad“. Sin ninguna duda ése era el objetivo visto lo visto. “La unión hace la fuerza”, tirando de repertorio de Sebi, y si la familia permanece así, con ilusión, ganas y cariño, todo sale, solo que, insisto, los recuerdos para mucha gente son una losa de la que es muy difícil deshacerse. Esta familia espero no lo tenga tan complicado como me seguía pareciendo al finalizar el programa. ¡¡Mucha suerte!!
Vamos con los highlights que hubo, unos cuántos!
– “gocéntrica“, “bruja”, “más pesá que un collá de melone´“, “anuncio de thrí-lé” … noche de conceptos de los que nos gustan, jajajajaja.
– los sonidos de cuchillas mientras se lanzaban puyas, son mi debilidad.
– “Esto está tan … tan … que no puedo con ello“, Alberto sobre las verduras congeladas de guarnición.
– “Mi comida está muy bien, con propiedades y vitaminas“, jajajajajaja, ah, gracias gracias … jajajajaja … pero dásela a súper Ratón!
– “Las manitas quietas!!”, jajajajaja, se defendía Alberto del sobe tripero de Mónica.
– “no doy pie con bolo“, se lamentaba Sebi … con toda la razón, chata. O su “toda modista rompe alguna vez un traje“, jajajajaja … muy grande, muy grande …
– y, sin duda alguna, el momento para cerrar esta gilisección fue el retrato firmado que Alberto guardó en la tartera donde Sebi le había preparado su “tocinico de cielo”, jajajajajaja.
Como siempre digo, las noches de los miércoles no hay otra opción. Pulsa el “6”. ¡Hasta la semana que viene!
Pd.- Tras la emisión de #pesadillaMontecillo, la cadena nos deleitó con el primer gran estorbo (por ser diplomático) humanoide del programa: “el mero de Baldo” … inicios de #gilicrónicas.
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