Y para despedir esta gran temporada … una nueva entrega “remember” de Pesadilla en la Cocina, #PesadillaQuePasoCon. ¿Y lo que molan estos programas? Por barrios, claro, porque nunca mola ver como la gente tiene que chapar un sueño pero … “bocados de realidad” hay que tomar todos los días. Así, Alberto Chicote se dejaba atrapar nuevamente en un tiempo pasado y volvía para mostrarnos qué fue de cuatro de los restaurantes por donde el programa dejó, sin duda, huella.
El primer destino escogido para comprobar si las enseñanzas dadas dieron sus frutos fue: “La Parrilla de Poli” (#gilicrónica aquí), donde la propietaria, inmigrante y luchadora búlgara debía lidiar a diario no solo con las pérdidas continuas de pasta sino con una de las cocinas más mugrientas y repugnantes que hayan tragado nuestra retinas y con una de las camareras más odiosas hasta la fecha: Tania, cuya chulería y malos modales agotarían la paciencia de su jefa que acabaría echándola del lugar. Aluche, Madrid, donde el Chef tuvo que esperar unas horas para poder degustar los “platos” que allí se servían: “esto ya es peligroso“, decía, recordando entonces aquella pasta carnosa de la que emanaba un líquido blanco que nadie supo analizar y que provocó la vomitera del madrileño … y de más de uno en el sofá. Enseguida nos enteraríamos de que, a pesar de haber recibido una segunda oportunidad, Tania fue la primera “doble despedida” de estas cuatro ediciones. Más que lógico.
Allí que llegaba y, la primera impresión, ya fue buena: la terracita con ambiente y el recibimiento de Poli con un abrazo de oso a Alberto: “ya no tenemos casi nada congelado, de tres congeladores, me sobra uno” … mmm … si no me fallan las matemáticas eso es que solo has reducido el hielo un 33,33%. Parece ser que la gente en general se marchaba contenta y ahora, según sus propias palabras, “ya era independiente económicamente“, pudiendo hacer frente a pagos de proveedores, salarios … en definitiva, vivir de tu trabajo y no ser un esclavo de tu sueño. En aquel programa, padre y madre del Maestro Jedi, degustaron la nueva carta ideada por el programa y según esta MUJER, habían repetido en más de una ocasión, lo que aprovechó su hijo para hacerse un “selfie” y enviarlo a sus progenitores, que harían su aparición al final dejando bien claro que la reputación del local había subido y mucho en el barrio.
La cocina seguía limpia y ordenada y ni un solo resto de masa grasienta y mugrienta en las freidoras, ni carne de colores ni filetes de merluza “ideados por un arquitecto“. Todo como debe ser. Para echar el ratico, Alberto se sentaba a catar un filete que evocaba a aquella cerdada que nos revolvió la tripa solo que, ahora, lo que de él salía ya sabíamos que era queso y, por lo que parece, estaba rico. No dudó ni un momento en colocarle la “plaquita QK” (“quality knightmare“) y ella, como desde el principio, como desde que el programa la visitó por primera vez, se mostró AGRADECIDA y emocionada con las palabras de doña Angelines: “que sepas que la gente del barrio dice que es de los mejores sitios para venir a comer“. Me alegro. Como decía Chicote anoche en twitter soy de los que también piensan que la gente se merece una segunda oportunidad y más si se les ve intención y espíritu de aprovecharlas. Poli ya no bailaba con lobas a diario, ahora se la veía feliz. Aquel “Maneras de vivir” el mejor broche que encuentro para las palabras finales de Alberto: “da mucho gusto” ver estos resultados.
Y de Aluche a Rivas Vaciamadrid, donde Farid había levantado todo un templo maldito: “Cool Palace” (#gilicrónica aquí). En aquel programa tuvimos que soportar a otro empleado infame que nos hacía preguntarnos una y otra vez por qué cojones seguía en plantilla un tío que se ríe así de su jefe y compañeros: Sito, “no soy mentiroso pero sí engañoso“, todo un figura. Otro que recibió el ticket del paro más que merecido. Programa jodido para Alberto que, a media reforma, paró todo ante la evidente falta de temperatura de sangre y liderazgo del levantador de mausoleos. Por lo que vimos ayer, el ritmo de bombeo tampoco le había subido mucho. “Hace 3 días que cerré y lo mal vendí“, comentaba. Y eso que tras el paso del programa dijo haber llenado en más de una ocasión incluso con gente de fuera que iba expresamente al restaurante a ver los logros del programa.
Confesaba haberlo pasado francamente mal con la decisión (seamos sinceros, la deuda era de los mayores agujeros que hemos conocido en cuatro ediciones) al igual que su mujer, Carla, que nos dio a entender que aún hoy seguía luchando contra la depresión de aquella idea monumentalmente estúpida. También supimos que Diego, uno de los cocineros más profesionales con los que se ha topado Alberto, había buscado un nuevo acomodo. Lógico. Recordar una frase que, aquel día, me moló escuchar de su boca: “necesito que me devuelvan las ganas de ENSEÑAR“.
“Espero que todo lo que aprendí con Chicote me sirva para un futuro“, decía Farid y, a pesar de expresividad emocional a nivel de fósil, también agradeció todo lo que el Chef puso para echarles un cable y enseñarles. “Si abro algo, quiero verte por allí“, se despedía de él y Alberto salía de allí “muy triste …“. No es para menos pero es de esos restaurantes en los que sí debe ocurrir un milagro como para que siga adelante. Pena de reformaza la que allí se hizo.
De la capital a La Comarca para visitar al primero de los restaurantes de la mejor edición de Pesadilla en la cocina: “La Estación” (#gilicrónica aquí), en Las Torres de Cotillas, Murcia. Aquí, “el Javi” y “la Mari” iban a ser los dos primeros grandes personajes de la temporada. Con una actitud más que displicente, pasota y, a ratos, insultantemente enervante, Javi más que dirigir, contemplaba como el que un día fue un deseo se había convertido en un suplicio: dejadez absoluta la que allí reinaba aderezada con los “neurofrenes” de su cocinera la “hostiadora verbal”. “Un circo de tres pistas” donde el propietario era el auténtico director de semejante #disparate. Grandes perlas lingüísticas nos dejó aquel programa. Y todo, ante la impotencia de Leti, su mujer, que veía que allí no solo se iba a pique el restaurante.
Sin duda, la imagen al llegar no podía ser mejor: un salón bien plantado de comensales y “un Javi” con actitud muy diferente a la que tenía allá por el mes de octubre del año pasado: “tienes reserva?“, le vacilaba a Alberto y hacía su aparición Leti demostrando que con ganas de aprender se puede ir siempre hacia adelante a pesar de que “al día siguiente de irte estuve a punto de cerrar porque no le vi a la carta profesionalidad” … ??? … Refiriéndose al personal de cocina de entonces, “las Maris”. Ya decía yo, porque la carta nueva … era de pintaza. Y así, respirábamos un silencio y un saber estar en el nuevo equipo de fogones. ¡Menuda diferencia! Recordar aquella prueba de terapia en la que ambos debían cocinar atados por las muñecas … jajajaja … momentazo aquel.
Tras degustar un vino fresquito y unas croquetas cojonudas (lo del agua caliente sin hielo en mi tierra era para …), aparecía “la Mari” que, “por corrección y buena educación” … y también algo de animus protagonendi, todo hay que decirlo, se plantaba en el restaurante ante el gesto torcido de Javi para saludar a Alberto y contarnos que ahora hacía delicias en Alcantarilla (pueblo de mis padres). Se intercambiaban besos con cuña sonora de espadazos y dejaba claro “que se fue ella, no la echaron” … jajajajaja … “No la quiero ni como cliente“, sentenciaba su ex jefe. En la #gilicrónica original decía “Lo que es evidente es que la mecha entre “La Mari” y “El Javi” puede prenderse en cualquier momento que la primera deje sus “neurofrenes”, poco me equivoqué.
Recibían mis paisanos la placa del programa y él ofrecía su agradecimiento sin dudas: “desde que conocí a Chicote, soy muy distinto en mi negocio … todo ha cambiado 180º (menos mal! pijo! que lo de “he dado un giro de 360º me pone a mil!)” … Lo que vimos ayer en nada se parecía al desastre inicial. Me alegro. A ver si hago el ánimo y paso por allí que lo tengo cerquita: “verlo disfrutar … qué más puedo pedir“, se despedía de nuevo de Murcia Alberto. Recordar aquella arenga a “la Mari” y que es un gran resumen de lo que se trata esto: “somos cocineros y procuramos darles un buen rato a nuestros clientes“.
Y esta cuarta edición iba a finalizar con la visita a una de las primeras #gilicrónicas a las que le cogí especialmente cariño: “El Parador de Villa” (#gilicrónica aquí), más tarde “Prost” (el sonido que hacían las jarras de cerveza al brindar), donde conocimos a una familia más que entrañable y con una de las cargas emocionales más duras de la vida del programa. “Ratatuismi“, como lo bauticé entonces, pudo aguantar el tirón mediático durante una temporada pero acabó sucumbiendo a las deudas, el verano y la fuga de estudiantes.
Alberto se presentaba en la antigua ubicación del restaurante y comprobaba como no quedaba nada de una de las reformas que más me gustaron. Bueno, algo sí, el cartel del “Prost” aún estaba en la cocina que nos enseñaba Vanesa, antigua alumna en prácticas del Chef. Nos confirmaba que a Luismi le fue bien durante un tiempo. Dos meses en los que tuvo la agenda completa. Facilitaba la dirección del restaurante donde ahora trabajaba y allí que se iba Chicote a recordar viejos tiempos. Veíamos a un Luismi “hecho un chavalín” y contento con su nuevo curro de encargado, contándonos como “los gastos se lo comieron” y que su hermano Antonio había rehecho su vida sentimental y Josué tenía el “wasap” capado en el polígino por su novia. En definitiva, todos habían iniciado un nuevo camino y, por lo que parece, recto. Me alegro.
“Saqué autoconfianza y fe en mi grupo … ahora tengo más tiempo para mi familia y soy más feliz“, concluía para gozo del madrileño que, a pesar de no haber conseguido mantener la nave a flote, sí a su capitán. También él mostró puro agradecimiento hacia el de Carabanchel : “veo que cambiaron más cosas que solo un restaurante“, concluía la cuarta edición, la, posiblemente, mejor con diferencia. (“Falling from the sky”, Calexico)
Y hasta aquí las #gilicrónicas de Pesadilla en la cocina … de esta cuarta temporada. Notición el que se haya renovado para una quinta. Llega el descanso … hasta … la vuelta de éstas con Top Chef … pero eso, es otra historia.
¡¡Gracias “disparataos”!!
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