Y no, no fue Florentino Pérez en el vestuario con el talonario. Iker Casillas deja la disciplina del Real Madrid tras ser, indudablemente, el mejor guardameta de la historia del Club y de La Roja. Un final cantado tras tres años en los que lo deportivo pasó a un segundo plano gracias a intereses de unos y otros. Y ya se sabe, cuando muchas bocas se abren, demasiadas desviaciones de la cuestión real aparecen. No voy a entrar en “campañas” o sentimientos románticos que nada tiene que ver con lo que en el piso sucede cada 90 minutos. Solo de fútbol.
Iker Casillas se ha caracterizado siempre por ser un portero “bajito” que suplía sus carencias de estatura con dos facultades que llevó casi a la perfección: reflejos y “estrella”. Los primeros es una cuestión indubitada que han ido desapareciendo, bien por falta de confianza, bajón mental y emocional o por el simple y lógico paso de los años. Otros porteros han sabido adaptarse a la pérdida de las facultades que le hicieron grandes. Véase su íntimo amigo Buffon que, rondando la cuarentena, sigue siendo indiscutible en la Juventus. Y, ello, porque exprime las virtudes de las que aún puede servirse. Nuestro capitán ha ido bajando esa sensación de seguridad en los últimos años y es algo indubitado. Sus salidas fuera de tiempo, esos balones escurridos o esas distancias con los palos mal medidas así lo han demostrado en más de una ocasión. ¿Que sea motivo para la crucifixión de un ídolo? No.
La pérdida de “estrella” es la que ha perjudicado más al madrileño. Esos postes cuando la afición contraria ya se desgañitaba o esas uñas o callos imposibles que nos dieron un Mundial habían desaparecido estas últimas temporadas. Tal vez no estaba preparado para la suplencia que su “amigo” de Setúbal le impuso. Quizás no supo admitir que las preferencias, por una o otra razón, habían cambiado. Hasta cierto punto lógico en una figura como él. Un error, también. Su siguiente entrenador eligió la misma opción para él: el banquillo. Entonces no había campañas enredando. Voces sí, claro. Siempre las hay. Preferencias, todas. Pero al “Pacificador de rebaños” se le permitió ese lujo para romper la continuidad de desencuentros entre plantilla, entrenador y presidencia.
Ancelotti optó por vender a Diego López – muy a su pesar, seguro estoy – y de nuevo entregó la titularidad a este símbolo del madridismo en aras de encontrar una tranquilidad interior que se plasmara en el césped. Pero esa misma “estrella” que le acompañó con la lesión inoportuna de Víctor Valdés (por rendimiento deportivo titular indiscutible en Brasil 2014) seguía apagándose. ¿Que puede seguir dando tardes de gloria con estiradas imposibles? También estoy seguro. ¿Que mantenga el nivel para seguir siendo el “1” que salte por las escalerillas jornada tras jornada? Lo dudo. ¿O nadie se pregunta por qué ha fichado por el Oporto y no por otro equipo de primer nivel? ¿Todos locos?
No es hora de hablar de sus carencias puesto que siempre las ha tenido. La salidas por alto no son diagnóstico de conspiración. Eterno su padecimiento. Y con ellas seguirá. Pero éstas suelen fotografiarse más nítidamente cuando las virtudes no están al nivel acostumbrado.
En definitiva y antes de que la temperatura craneal y visceral de los que estéis perdiendo el tiempo en leer éste, mi último #disparate, se eleve a niveles radioactivos, no se trata de cariño, respeto o sentimentalismos que no tienen cabida en el fútbol de hoy. Se trata de si, como otros nombres que las hienas de la opinión ventajista sacan a colación, estaban dispuestos a asumir su nuevo rol dentro del equipo. SUMAR desde el banco. Esa labor por la que Luis Enrique estará eternamente agradecido al otro gran símbolo que ha dejado nuestro fútbol: Xavi. El mejor centrocampista que ha parido este país supo callar, proponer y aportar lo que su valía y sapiencia podía. Actuó como un capitán. Por ello me tiemblan los tímpanos cuando se compara – a todos los niveles – la salida de uno y otro. En Can Barça no hubo voluntad de enrarecer, solo de avanzar.
Raúl se fue a seguir a gran nivel en una liga y escuadra secundarias. Tampoco le apetecía la comodidad de esos asientos de avión a ras de césped. A Guti ya sabemos que siempre le fue lo exótico. Poco lo mantuvieron en nómina. ¿Zidane? A pesar de que todo el que sepa lo mínimo de la pelotita sabía que podía seguir dando gloria a la Casa Blanca, renunció a su contrato y decidió dejarlo en lo más alto. Eso que muy pocos saben hacer. Sanchis creo recordar que tampoco piso los portones traseros. Así, ante el riesgo de lapidación por parte del personal, tengo más que meridiano que no todos los jugadores están preparados para ese momento e Iker Casillas es otro de ellos. Una lástima porque abogué hace unos días por su continuidad. Pero solo para SUMAR y por qué no, LUCHAR. El madrileño parece haber aceptado esa “transición tranquila” en La Roja, pero no estaba dispuesto a hacer lo mismo en Concha Espina. Y su rebelión contra el paso del tiempo no deriva de estos últimos doce meses. No.
“A todos se nos pasa el tiempo en el mismo lugar, como a Casillas.
A veces es mejor irse.“
(Siemone en declaraciones para AS)
Uno por no estar preparado para el triturador de egos del banquillo. Otro por incapaz de gestionar esos egos sin un ápice sentimental fuera de las cifras a manejar en el balance de situación. Lo cierto y verdad es que ambas partes han contribuido a enrarecer, aún más, esta pretemporada que comienza en terreno australiano. La afición sigue sin merecerse tanta palabrería. Los buenos recuerdos nunca se marchitan. Quedémonos con eso y pasemos página.
¡Suerte siempre, eterno capitán! ¡GRACIAS y hala Madrid!
@disparatedeJavi
1 comentario