Esperaba ansioso la vuelta de Frank Castle a Netflix tras parecerme platos de imposible digestión las segundas entregas de Iron Fist y Luke Cage. Necesitaba mi dosis Marvel. La buena. Ver a The Punisher enfrentarse a Jigsaw (Puzzle por estos lares), uno de sus más reconocibles archienemigos. Pero todo ha quedado en un mal sueño. Aquí, mi #gilicrónica de un “espero nos volvamos a encontrar, Frank”.
Posiblemente fue en el segundo o tercer episodio cuando entendí que lo que buscaba en la nueva entrega iba a tardar en llegar o, peor aún, no llegaría. La productora se ha encargado de tirar por tierra todo lo que habían devuelto y merecía nuestro querido Castigador. Pero el castigo nos lo hemos llevado los que con estoicidad y melancolía hemos soportado los 13 episodios de esta segunda temporada. Todo menos John Bernthal hace aguas como un flamenco rosa agujereado por una AK47.
Una historia que naufraga y se presenta en un envoltorio difícil de abrir. Multitud de fragmentos que bien parecen sacados de una telenovela venezolana. Personajes que nunca llegan a conectar y, si lo hacen, es para, precisamente, apartarlos de nuestras retinas y recuerdos. Una caracterización física (del contenido prefiero no hablar) de Jigsaw que roza la infamia y el insulto a los que durante décadas lo hemos visto ser un grano en el culo para Frank. Historias amorosas sacadas de cualquier cuadernillo de gasolinera. Un juego doble de enemigos que nunca llegan a estar a la altura. Cameos más por coser costuras que por necesidad.
Podría seguir estirando el chicle de mis lamentaciones pero hoy no es ese día. Es el día de cruzar chalecos antibalas y esperar que, lo que un día parece vimos germinar, vuelva y lo haga haciendo justicia, no como 13 episodios insostenibles que si Stan Lee los hubiera visto se alzaría de su tumba pidiendo a Thanos que incluyera en su chasquido a los ideólogos de esta segunda temporada.
Siempre tuyo Frank.
@disparatedeJavi