Noche de semifinal. Mandiles prietos, tímpanos a priori más relajados y las apuestas que se sucedían en la red. #TopChef12 nos dejaría el nombre de los dos finalistas de esta última edición de #gilicrónicas. Muchas ganas de ver cocinar a Alberto, Susi y Paco y ver de vuelta a los ganadores del programa: Begoña, David y Marcel. Una nueva entrega emocionante y divertida de éste, ya consagrado, Late Night.
La prueba de fuego que otorgaría los privilegios de esta semana consistiría en otro integrante fijo de Top Chef: comenzarían a cocinar los jueces y los concurchefs cogerían la receta a medias. Para que no se pensara en trampa o cartón eran ellos mismos los que variaban el orden de los cuchillos. Así, Paco Roncero comenzaría el plato que debería acabar Private Monty, Susi el de Rakel y Alberto el de Víctor. Solo el alicantino torció el morro de más sabiendo a quién debería completar. No le faltaba razón. 50 minutos de los que los primeros 20 serían para el Jurado: “no queremos réplicas”, les dejaban claro. Cuando Susi se disponía a dar el pistoletazo de salida sus dos compis la dejaban con el “empieza …” en la boca y salían corriendo como tejones rabiosos a por los ingredientes. Roncero se tiraba a por escasos pero escogidos: bogavante y cítricos. Alberto Chicote por un arroz a la bordalesa y Susi por un cigalote real y gazpacho de coliflor (¡qué ganas tengo de ir La Finca ya!). Los madrileños iban de aquí para allá y la ilicitana no se movía de su mesa, eso sí, sin parar de “cascar” hasta que el de Carabanchel le decía: “la cocina también es concentración, deja de largar!”. Muy cachondo verlos mano en fogón. Molaría haberlos visto en parejas con los concurchefs, unas buenas risas nos habríamos metido.
Terminaban esos primeros 20 minutos y Rakel, Monty y Víctor entraban a la carrera, alguno más ágil que otro, y, mientras el peruano y la valenciana se mostraban encantados de lo que veían en su mesa, a Private se le torcía el riego y pasaba unos minutos de auténtico apuro intentando vislumbrar qué había pensado Paco Highway Roncero con “tan poquica cosa”. Éste se acercaba tras dejarlo sufrir un rato para inyectarle aún más dudas, al igual que Alberto que, tras echar un vistazo al desarrollo de Víctor, le decía a su compi que no “daban ni una”. El cocinero estrellado nos contaba entonces uno de sus deseos más escabrosos: ver a Chicote de cuero y un látigo de 3 puntas. Virgencita llévame pronto. El tiempo volaba y llegaba el momento de la cata más importante hasta la fecha, comenzando con la “Sopa acidulada de bogavante” de Montoro que, como ya sabíamos, en poco se pareció al “guiso” que su mentor pretendía. Finalmente se pasó de ácido y aprendió a rebajar ese exceso de acidez con AOVE. Turno para Rakel y su “Susi vs Rakel, pelea de chicas en gazpacho” (bautizar los platos no es lo suyo). Una semana más, visualmente hablando, a muchos parasegundos de distancia de sus oponentes. A pesar de estar muy bueno se pasó echando crujiente al plato. Víctor miraba de reojo y, como casi siempre, se proclamaba ganador antes de tiempo: su “Pensé en que querías burda bordalesa pero te doy finura sin sentido” debía escuchar cosas como que “los sabores se quedaban abajo”. Pero él, lo de las críticas, ya sabemos que no lo lleva muy allá. Llegó a llamar “burdo” el emplatado pensado por Alberto sobre el hueso de tuétano. Ya os lo contaré, ya. Ante sus compañeros, insistía: “lo suyo era lo mismo que he hecho pero de otra forma”. Telita. Esperaban el veredicto ansiosos. Fue la noche de Rakel Grititos Infames. Una noche redonda. Para ella y su sonrisa maquiavélica, los privilegios que le acercaban un poquito más a la final.
“Partiendo de la receta de un libro van a tener que elaborar una receta de escándalo”, nos contaba Alberto Chicote. Prueba de las más chulas que han pasado por Top Chef. Cada miembro del jurado leía un fragmento de El Quijote, El lazarillo de Tormes y La Regenta. Yo soy de la EGB. El primer privilegio sería el poder decidir qué libro tendría cada uno de sus rivales. Todos los ingredientes que se nombraran deberían estar en sus platos. Como hacía poco que había hecho un homenaje culinario al viejo hidalgo manchego, se agenció para ella la obra de Cervantes. A Montoro, en contra de lo que pensábamos, le pasó el más jodido a priori, el manuscrito de Clarín. Monty empezaba a acojonarse pensando en cómo ligar salmón con todo lo demás. Y Víctor se frotaba el cebiche viendo que su rival no había caído en que vive en Salamanca, dándole la obra anónima de un genio. Pero no terminaban ahí los privilegios de la valenciana. Para el pase directo a la semifinal, recibíamos a los ganadores de las tres anteriores ediciones que harían de sus pinches y, en más de un caso, consejeros y soluciona papeletas. Rakel elegía a David Lingüini diciendo que con Begoña, por ser de la terreta, habría más oportunidades de cocinar. Decidía, además, que fuera Montoro ahora quien eligiera su pinche y éste, también pasando por Valencia se decidía por Marcel El alemán impaciente, declarándose muy identificado con su cocina. Dejaron a Begoña Mascletá Mecánica la última para trabajar con Víctor. Ambos encantados. 60 minutos por delante para saber el nombre del primer finalista de Top Chef 4.
Cocinarían en el Barrio de las Letras de Madrid, en el Ateneo. El tiempo comenzaba y los pinche winners empezaban escuchando y ejecutando órdenes. Alberto Chicote empezaba su ronda de inspecciones y de nuevo instauraba la duda en la cabeza de Montoro con sus empanadillas de pera, una de tu padre y otra de su salmón. No se salvaron las lentejas de Rakel sobre las que preguntó a David. Muy crack el catalán esquivando las acometidas: “mírame a los ojitos”. Los tres pródigos creo que les dieron mucha templanza y tranquilidad a sus jefes de cocina. Al menos, a los que lo necesitaban. Marcel le quitaba de la cabeza la manzana a Montoro mientras que éste se volvía un poco más loco al ver que no había agar-agar. Begoña le contaba el plato a Alberto y ambos veían un buen plato en la idea de El Celeste. Cuando parecía que estallaría una nueva guerra de trincheras entre él y Grititos por una botella de caldo (las había cogido todas el vecino de Salamanca), éste se la dio a regañacharquis: “yo creo que te lo ha dado porque estáis aquí vosotros”, decía Chicote dirigiéndose a los tres invitados de anoche. Más que probable. Nunca lo sabremos.
Mientras David intentaba enfrentarse a las #ChicoteDudas vendiendo de fábula las lentejas, Susi y Paco recibían a 14 Estrellas Michelín: Martín Berasategui, Quique Dacosta y Eneko Atxa, “casi ná”. Ellos decidirían quién de los tres pasaría directo a la final de Top Chef. David seguía solucionando entuertos a Rakel, Marcel hacía lo propio con Monty y Begoña flipaba por poder currar con Víctor: “aquí la que aprende soy yo”. Éste pronunciaba una de sus palabras preferidas y menos comprendida por la voraz audiencia: “hay que tener humildad”. Rakel se descojonaba. Los demás arqueábamos ceja. La valenciana no aceptaba de buen grado y tranquilidad el consejo de David de dejar 5 “minutitos” más las lentejas. Su amigo peruano advertía que veríamos lágrimas si no le salían. ¡Qué jodida obsesión con estar pendiente del curro de otro! Es como esos culés (y hoy, indios) a los que solo les queda a partir de hoy desear que los blancos palmen. Las lentejas quedaron finalmente muy buenas, “con ese sabor de abuela”, decía Lingüini, que dejó las mejores perlas, consejos y vaticinios de la noche: “tranquila, son unas lentejas, pero por el SABOR SE ENAMORA“. Amén. ¡Voto! A la hora de emplatado, Begoña y su elegancia, convertían un plato de “pobres ingredientes” en una de sus tiaras. Visualmente fue el mejor de lejos. “Si nos conocieran no se les pondría el culo prieto”, decía Berasategui antes de empezar la cata.
La primera en desfilar sería Rakel con su “Ya infravaloro yo mis lentejas“. Unas risas al ver quiénes formaban el Jurado Estelar: “esto se avisa!” Víctor, en su línea, quitándole mérito al plato. “Cierta innovación”, decía Acosta, “Creatividad y talento” (Berasategui) y “puntos de cocción perfecto del pichón (hecho por David) y su sabor escabechado” (Eneko) dejaban las legumbres muy bien posicionadas. Llegaba Monty y su “Regenta de s.XXI en dos pera dumplings“. Al verlos se le acababa la fluidez literaria al que nos ha tenido acostumbrados. Visualmente me pareció horroroso, todo hay que decirlo. Lleva unas semanas en que el estilismo lo dejó escondido en la avioneta del jefe. Los jueces halagaron el currele, eso sí, de la receta: “dos platos en uno”, sorprendiéndose de cómo, finalmente, la castaña conseguía el hilo conductor entre ingredientes tan dispares. Roncero ponía su puntillita diciendo que el punto dulce sobresalía. La cata de más nervios hasta la fecha terminaba con Víctor y su “Tiara Salita de migas con chorizo“. Lo que escuchamos fue “fuerza, intenso y carácter”, lo que viene siendo comerte un plato de ésos e ir y volver de Mordor en tiempo récord. Por mucho que “Salamanca pudiera estar orgullosísima de tener un cocinero como Víctor”, la clave de la decisión final estuvo en la pregunta que Quique Dacosta planteó: “¿cuál repetiríamos?“. Los tres se plantaban con bruxismo extremo ante los cuchillos previa felicitación de Alberto, Susi y Paco. Víctor ni desenvainaba esperando ver la hoja de sus rivales. No sé si por puro nervio, por desconfianza o por sobrao, pero con él, vimos como Rakel sacaba el verde esperanza de “toma lentejas, si las quieres bien, si no te haces unas migas”. ¡Menudo zascazo! Mis vaticinios de hace unas semanas siguen cogiendo cuerpo.
Anoche, a mi saber leal y gili entender, fue el programa con las pruebas más originales: para jugarse el último puesto en la gran final de Top Chef, deberían preparar un plato basado en el refranero popular español. La cara de Monty se torcía aún más. No podía faltar la visita del clásico por excelencia de la gastronomía televisiva: Karlos Arguiñano, que nos mostraba un menú de refranes: “Siete virtudes tiene la sopa: quita la sed y el hambre apoca, hace dormir y digerir, sienta bien, nunca enfada, y te pone la cara colorada”, marcándose una sopa de ajo y exaltando las virtudes de la comida de cuchara. “Los de abril para mi, los de mayo para mi amo y los de junio para el burro”, unos espárragos. Terminando con “El borracho fino hasta en el postre toma vino”, unas peras al mismo. Víctor y Montoro deberían coger una bola para ver qué refrán les tocaba: “Pedir peras al olmo“, para el chef de aristócrata ruso y “De la mar el salmón y la tierra el jamón” para al peruano. Una vez más el salmón obstruía el riego de un concurchef anoche. Pero lo que a mi me dejó loco fue la elección de Montoro: una caldereta que preparaba para su comandante de la mili hacía 20 años … imposible no seguir acordándome de “aquellas lentejas” de Fran Vicente. Víctor, mientras tanto, decía no haber preparado nunca el plato pensado. El invitado limaba nervios con lo que mejor se le da después de los fogones, sacarnos una sonrisa con el pene látigo de un percebe. Grandioso. Y su chiste posterior, más.
Terminaba el tiempo y Monty emplataba su “Caldereta Petate” en media calabaza que imagino también resultaría “burda” para su amigo y rival. “Está para comerse una calabaza, pero de las de las películas”, se relamía Alberto Chicote. “Recados Roncero” sentenciaba: “esperaba un poquito más, Montoro”. Víctor presentaba su “Algún día las promesas no se podrán cumplir“, en apariencia un canelón pero con sabor a “cocina de verdad”. El Jurado decía tenerlo “crudo, crudo” y los dos semi finalistas se emocionaban hablando de su familia o su amor por la cocina. Fue el peruano quien escuchó su nombre como segundo finalista y nuestro chef privado favorito le deseaba que ganara la última batalla. Ambos se despedían con un sentido abrazo y Alberto le pedía al ilicitando que, entre sus amigos, contara con ellos tres. La sonrisa, el saber estar, la EDUCACIÓN … la despedida de ayer tuvo de eso y más. Que Alberto le dedique una mirada y sonrisa así, a mi, ya me lo dice todo. ¡Buena suerte siempre, querido Private! Ya llevo semanas diciendo que me habías ganado para la causa por tus muchas virtudes que han ido apareciendo poco a poco y quitaron ese velo de chorradas que de vez en cuando soltabas. Muy grande, no puedo decir otra cosa. “No podía recoger los cuchillos e irme más feliz que como lo he hecho”, terminaba.
Nuestras pestañas cada semana sufren más con el horario Late Night al que nos han sometido esta cuarta edición de Top Chef pero, al menos, nos han regalado programas muy divertidos y originales como el de ayer (tal vez, para mi, el que más). Semifinal no exenta de polémica en el veredicto de las lentejas pero, siempre digo lo mismo, no hemos probado los otros dos platos y, a mi, por el sabor, me enamora David y cualquiera que cocine RICO. Esto se acaba. Las #gilicrónicas, también. No sé si volverán. Nos espera la gran final aunque, en mi cabeza, ya tenga claro desde hace 3/4 semanas quién desenfundará la hoja dorada. Eso sí, por Tutatis, los dioses del Olimpo y de Asgard, que no tengamos que soportar de nuevo a Melissandre en ella.
(Montaje de portada: @scientist_pi & El Clan del Bosco)
@disparatedeJavi
Si necesitan pinches Víctor elegirá a Montoro y quizás a Manu. Y Rakel a Richard e igual por experiencia a María Rosa
El tema es que la elección será (imagino) una cata a ciegas, por lo que habrá que esperar a la lucidez de paladar de los dos finalistas a la hora de identificar la cocina de cada uno de sus ex …