¡Al fin! Se ha hecho de rogar pero anoche volvía Alberto Chicote con una nueva temporada de Pesadilla en la cocina. Y, como era de esperar y desear, volvió a lo grande con una “historia verdadera”, la del #PesadillaMosto, una con mucho morro y fino, de esto último, que no farte. Aquí, la #gilicrónica.
Jérez de la Frontera y Juanete, Juanete, si no sabes, pá qué te metes a regentar un mosto (¿qué es?) como “una sesión de Almodóvar”. Este personaje con esguince de codo permanente empezaría a soltar perlas de su vinícola sabiduría desde el principio: “Me gustan los sanfermines, pero no me gustan los toros, me gusta la fiesta”. Bien podría ser su esquela mercantil. ¿Su función? Ya dejó claro que trabajar … lo menos posible. Conoceríamos enseguida a María, la que trasteaba los fogones porque de cocinera, poco. Con la musiquita (toda una declaración) de Misión Imposible de fondo se introducía Antonio, ese camarero tan típico en todas las temporadas que decide mandar e insultar más que nadie. Ambos coincidían en que, una vez más, el principal problema de que ese mosto pareciera “La teta enroscada” era Juanete y su primo, el cantaor que aprovechó cada segundo de metraje en el que aparecía para castigar nuestros tímpanos y vergüenza. “Muchas veces me apetece cerrar”, confesaba el amante del vino mientras se tumbaba en la trastienda, su casa. Ya teníamos un buen plato de potaje.
Ver a Alberto Chicote entrar a caballo con la musiquita de Curro Jiménez, el primer gran regalo de la noche. Y tuvo muchos. Cómo no, lo primero que encontraba al llegar era a Juanete y su cuadrilla de palo cortao. Empezaba el acoso y derribo para que el chef se bebiera una copa. “El mosto es mú especiá, si va bien, va bien y si va mal, va mal”. Análisis de resultados de primero de barra. 30 años de negocio y recortando personal a cada copazo que caía. Ponía un poquito a los pies del pollo feliz a todos ellos antes de seguir insistiendo que bebiéramos. Y al entrar, la decoración de San Fermín. Todo correcto para empezar.
El garito era un antro de dejadez. Como bien dijo Alberto y muchos siguen aún sin comprender, si tienes un restaurante alejado de la urbe y donde tienes que recorrer kilómetros para comer, más vale que tengas algo que te haga especial. Aquí, nada. Un folio plastificado por carta, un local feo y hecho polvo, mobiliario de playa … Antonio, “me guzta hazer la´ coza´ bié” y con su amigo Marco Idem al fondo cual escultura aramea, confesaba que casi todo lo que allí servían era congelado. A éste no le pillarán en un renuncio defendiendo el negocio. Y en éstas, y por una “cola de toro” y “carrillada” nos enteramos que la cocinera llega a trabajar a las 12 pero era culpa del jefe que no le dejaba entrar. Imagino que hasta que no se le pasara la jumera del día anterior. ¡Así va a estar listo un guiso a la hora de comer! ¡Cuando el palo cortao se extinga! ¿Solución? Una buena distracción: Rayo, aún con cojera, era un pollo feliz de ejercer de semental.
La comanda comenzaba con una tortilla de camarones abrillantada en aceite de tractor, croquetas para reparar El Muro, cocido jerezano con garbanzos proyectil y unas albóndigas LSD del mismo color que una bata de mesa de operaciones. Juanete decía sin mover el codo que no comía la bazofia de su propia casa y todavía tenía los co´jone´ de preguntar qué tal iba todo. Tomaba asiento junto a Chicote y tras un leve suspiro nos deleitaba con su sabio uso del rico castellano: “estoy hasta la polla, estoy hasta los cojones ya. Estaré cansado de trabajar” … silencio … canto del pollo … trabajar. Trago. Y entonces soltaría uno de esos tópicos que tanto joden (lógico) a los andaluces pero salido de la boca de “uno de Jere´”. “Una vez que pasas Despeñaperros te dedicas a trabajar”. ¿Resumen? Que allí no curraba ni dios. Marco Antonio cantaba como Joselito a las preguntas del madrileño y Juanete no quería que supiéramos más. ¡Bebamos palo cortao! Se moría de vergüenza (o eso nos hacía creer) y por darle a la botella, claro. Pero la coñita no la dejaba. Me hubiese encantado verle preparar “albóndigas sobaqueras” y comérselas analmente después. “Tu comida es una mierda como un piano”, sentenciaba el chef.
¡A cocinas! A pasar un poco más de vergüenza ajena viendo al “primer terrorista andaluz”. Música de fondo de El cabo del miedo para el momento en que María “Mister Chef” se enteraba que Juanete rajaba de ella a cada trago de palo cortao. Hi´o puta. Campana chorreante, enjambre de cableado, madera prohibida … ejemplo académico de cómo cocinar rodeado de mierda. Pero él seguía con su coña irritante. Las cámaras eran oscuras y albergaban horrores. Ascazo supino. Parecía una morgue de serie B, todo menos una cocina. ¿Lo peor? Lo de casi siempre. Te pillan con el culo al aire y sueltas estupideces para excusar lo que merece cárcel. La escena “der armacé´´” y los pimientos, sencillamente maravillosa. Uno tras otro estaban penosos. Para Juanete, “maduro y podrido” son sinónimos. Seguíamos bien. Ellos, de risas a cámara. Y más excusas de agricultor no cocinero.
El servicio de prueba comenzaba con un esperpéntico show de los Blues Brothers de Jaén. O el dúo DescorchaPalaosCortaos, como más os guste. La cara de Alberto, otro presente impagable. Como era de esperar Juanete tenía menos voz que su pollo semental, no sabía ni leer una comanda. Trago. Unas setas se cocían en plancha cuando la mamma, ella, la mujer, la reina, hacía su aparición estelar. “La reina de los gin tonics“, decía su hijo. Juanete, él. Vergoña excelsa de escena. Tras los saludos a la realeza campestre, veíamos platos crudos y aceitosos desfilar de vuelta a la gastro morgue. A la madre le entraban ganas de aposentar sus reales nalgas en un taza de wc que gracias a Tutatis no vimos. María usaba pinzas de hielo para darle la vuelta a lo que quiera que sea que tuviera en la freidora.
Mientras Juanete seguía dándolo todo con su hostia cortá, Antonio y María comenzaban su intercambio de berridos de berzas. Trago. Los clientes decidían irse y a María le importaba su higo inflamado, la culpa era de la freidora Robocop con IA hiperdesarrollada. La solución del “jefe” no podía ser otra que ofrecerles un chupito. Y negando, siempre negando responsabilidad. El inconfundible modus operandi de este país. ¡Coge una puta sartén chata! “Tecnología medieval”, aprendizaje prehistórico. ¿Y cómo celebrar este magnífico servicio? Pues a beber con el primo Pescao “que zon coza´ de negózio´”.
Al día siguiente Alberto comprobaba dónde y cómo aguanta las resacas Juanete. Su casa. Familiar. Sus antepasados deben estar contentos. También que semejante especímen tenía una novia alemana sommelier … “al dedillo”, desde luego. Nos contaba cómo empezó el Mosto Enroscado (la típica historia de empiezo a dar vino y termino montando una cocina con palo cortao). (Temazo) En el negocio “estaba rojo” pero “el campo” le nutría de ingresos. ¡Aaaaaah, amigo! Señorito terrateniente Juanete.
“Los disparates de Juanete esconden una situación complicada“, rezaba la ya clásica voz en off. Pero el siguiente servicio comenzaba exactamente igual. Y el (ya) puto primo cantando, bueno, lo que él cree saber hacer. Unas croquetas nos servían un nuevo round de ácido entre la figa de María y el respetuoso Antonio. Carne escasa y cruda. Una nueva meadita de cara la que le metían a Juanete el del racionamiento. Las campanas de Peaky Blinders seguían sonando. Y el show llegó a su cúlmen. Tras una retahíla de balbuceos llegaba el, sin duda, momentazo de la noche. El tractor y Juanete en postura Titanic cogiendo el aire a estiércol que correría por allí. Alberto, de barro hasta los tobillos, debería haber cogido el pollo y lanzárselo. Sin duda, una escena mezcla perfecta entre Lynch y Almodóvar. Delirio puro. “¿Qué quieres, mosto o tractor?”, le preguntaba Chicote. Su boca decía una cosa, su codo otra. El momento zapatilla en arenas movedizas de Jerez … disfrutadlo otra vez.
Volvían a sala y mejor que se hubiesen quedado peleando en barro. Antonio provocaba un ataque de ansiedad a Marco Idem entre “payasos y medios”. El que antaño fuera capaz de enamorar a Cleopatra desnudaba su cuerpo y alma ante nosotros. Juanete suplicaba y volvía a por Toñito, el sicario del buen oficio. Finalizaba otra jornada infernal a ritmo de Nirvana. Y daba comienzo otra escena de las que se recordarán en la historia del programa: Alberto se lanzaba en un placaje de NFL a frenar a Marco A, que cogía platos para estampar en la cabeza de su querido compi de sala. Juanete decía no haber visto nada igual (al principio del programa confesó al chef que ya antes hubo intercambios de pechazos de pollo valiente). Trago.
Al día siguiente, y como es costumbre, vivíamos el momento confesiones (tema). El programa entraba directo a la línea emocional de flotación con una foto de la familia y Juanete nos contaba el accidente que le “reventó el ojo izquierdo”. Tirar un clavo y que rebote en un árbol directo a tu cuenca ocular no lo puede hacer todo el mundo. De ahí, a la reforma (¿tendrá el equipo acceso a napalm para casos así?) ¡Menudo lavado de todo! (que el personal siga sin aprovechar estas cosas …) El look de Inspector Gadget rural que portó Juanete para el estreno y el ritmo de Pulp Fiction vistieron la escena. El rincón y el tablao de Juanete, regalos, diría yo, envenenados. La carta, incuestionable. El hambre se apoderaba como es costumbre de mi y daba un viaje al frigo. “A cualquier hi´o puta le gusta esto” … la ilusión inicial. Ésa que solo ellos pueden convertir en constancia y que muy pocos realmente quieren.
¡Ya estábamos preparados para la apertura engalanada de (imagino) vestimentas adecuadas al lugar! (yo me eché unas risis, no me lo neguéis). A ritmo de The Strokes conocíamos a “Tinita”, el segundo amor de su vida. Bien escoltada por la regenta, claro. Los nervios de María aparecerían rápido y allí estaba nuestro justiciero de las cocinas para decirle que mejor callar y cocinar (¡Coño!). “En una cocina como Dios manda durabas 3 minutos” … amén. Antonio veía carnaza e intentaba apuntarse el tantito. Nuevamente Alberto aparecía para frenar a “los medallitas”. La visitante germana se asomaba a la ventana de cocina a decirle que si quería palo cortao maridado con cremoso chucrut esa noche, espabilara. Todo sale … mientras que el equipo está allí. Alberto se despedía como no podía ser de otro modo con un mosto. Yo me habría bebido la botella del tirón.
Así finalizaba un nuevo estrenazo de Pesadilla en la cocina. Con Juanete, uno de los que entran en la galería de “Villanos PEC” por deméritos propios. Un personaje. ¿Qué mejor definición sin ir más allá? Su primo entra en la de secuaces odiosos. A estas alturas de grabación del programa ya podéis imaginar cómo estará el “Mosto Enroscado al Palo Tejero“. Pero, con un dueño preocupado más de que la bodega no se vacíe que no de la salud de sus comensales, ¿qué podemos esperar? Juanete, Juanete, si no sabes (beber) pá qué te metes … “Una historia verdadera” que se repite demasiado.
Ganas de más.
@disparatedeJavi
¡Qué guapa sale mi madre, cari! ¡Y tú también, mein froilan!