El técnico francés nos sorprendía anoche con la alineación escogida. Y no porque alineara a Casemiro y Kovacic en la medular sino porque los dejara, a priori, huérfanos de otra pieza con más talento para retener y mover el esférico, léase, Isco. Zidane decidió ir a por el control del partido de la mejor forma que ha sabido hacer siempre el Real Madrid, con presión alta, toque rápido y al ataque. Emery esperaba un equipo empujado a encerrarse por las bajas de Modric y Kroos que llegaban con lo justo a esta vuelta de los cuartos de final de Champions y lo que degustó fue la personalidad de un entrenador y unos jugadores que decidieron no dar aún por terminada la temporada. Aquí, mi #gilicrónica.
Lo que pudimos comprobar desde el minuto 1 es que el PSG es un equipo construido para y por Neymar. Sin el crack brasileño los parisinos son incapaces de crear un juego fluido, con sentido. Solo Di María parecía querer romper líneas. En Can Barça suspirarían anoche de alivio al no haber cometido una locura con Verratti, un jugador que no le llega a la suela de las botas a, por ejemplo, Parejo. Ése que algún desequilibrado bautizó como “el nuevo Pirlo de Italia”. Sí, decidme lo que gustéis. Sin el estandarte de la canarinha no hay nadie en esa escuadra capaz de generar juego. El “Catedrático Emery”, a pesar de haber salido del Bernabéu con las orejas mojadas, decidió repetir su planteamiento tras una semana de maquillajes infames con brochazos al arbitraje y crema a sus indeseables ultras. Poco tardó en recoger los frutos de su incapacidad. Aún así anoche seguía sollozando ante los micrófonos con frases tipo “no sé qué hubiera pasado con Neymar“. 3-1, Unai, eso fue lo que pasó hace quince días.
Pero, con todo, no hay que quitarle un gramo de reconocimiento a Zinedine Zidane que, al fin, parece haber enterrado el decretazo de las alineaciones y opta por escoger a los que mejor están y los que realmente necesita el equipo. Lucas Vázquez y Asensio dieron un nuevo puñetazo sobre el piso (esta vez, estruendoso) y una lección de lo que uno debe hacer para ser integrante de la plantilla del Real Madrid. El caballo loco galés se atusaba su crin contemplando el clinic de esfuerzo y talento de sus compañeros. La alineación en la medular del croata y el armario con clase brasileño apretaba los esfínteres del aficionado vikingo que se preguntaba quién cogería el mando de la pelota. Pero Zizou sabía algo que nosotros no y Emery, menos. Agazapó bien al equipo por bandas para evitar las acometidas de Mbappé (otro día hablamos de su precio) y “El resquemao Fideo” y ahí se acabó todo el peligro del PSG. El centro de campo fue siempre de la nueva pareja de baile que anoche se formó. ¿Y Benzema? Sí, sigue desesperando cara a puerta. Su oportunidad en la segunda parte despreciando el pase a Cristiano Ronaldo y sufriendo un cortocircuito en sus piernas fue el remate pero, hasta ese momento, oxigenó y de qué manera al Real Madrid. Los once berserkers que saltaron al campo conquistaron una ciudad que se les resistió hace siglos a sus ascendientes nórdicos.
“Tal vez a muchos les suene ventajista (como casi siempre que se habla de un tema de “actualidad”) pero soy de los que llevan meses suspirando por ver a este jugador tener una oportunidad en el primer equipo en forma de tres o cuatro partidos consecutivos. Prendado quedé de este brasileño cuando, la temporada pasada, pude ver varios partidos del filial madridista. Solo con verle realizar un cambio de juego de banda a banda de más de 30 metros me dije “¿Qué hace este chaval en el B?”
(Corría el año 2013 cuando escribía estas líneas para El fútbol es injusto: “Casemiro, sí o también”).
Así transcurría el partido. Solo con un ligero hormigueo producido por lo inestable del marcador. Hasta que llegó “el Bicho“. Ése que si quisiera sería un JUGADORAZO en todos los sentidos, no únicamente de cara a puerta e Instagram. El portugués se marcó anoche un partidazo (al igual que el resto de sus compañeros) y apagó de un soberbio cabezazo todas las bengalas que los hooligans parisinos se empeñaron (consentidos por su Jeque y UEFA) en incendiar. Recordó al Cristiano que juega con su seleçào: bajaba, tocaba, defendía, participaba en la creación e incluso estuvo demasiado generoso con su compañero “Empané” en una ocasión. Ojalá se dedicara a hacer lo que mejor sabe y no lo que mejor enerva a sus seguidores.
La expulsión de Verratti terminó por despejar las dudas a pesar del gol fullero que subió al marcador. Emery se había vuelto a coronar como el entrenador incapaz de vencer a un grande. Ya no es casualidad. El PSG ilustró al mundo pelotero que un EQUIPO no se construye solo a base de talonario y nombres sino necesidades, feelings, carisma y experiencia, entre otras muchas cosas. Y los hassassins del Jeque quedaron, de nuevo, como camellos sin rumbo en el desierto de aspiraciones de su jefe.
Si alguien salió reforzado anoche fue Zidane. Negarlo es estúpido. Ser ventajista, también. Es terrible para el madridista comprobar cómo su equipo es capaz de hacer semejante partidazo y durante meses deleitarnos con bochornosos espectáculos que acabaron por tirar Liga y Copa a la basura. Pero esto es fútbol y es el Real Madrid. La Champions es su competición y, si el francés obrara un nuevo milagro contra la estadística alzándose con la número 13, todo lo demás se olvidaría y perdonaría. Y, entre los que resetearían en su cerebro meses de competición, sí, también estaría yo.
De momento, sigamos disfrutando del baile que nos regalaron anoche.
(Foto portada: ecodiario.es)
@disparatedeJavi