Dudo que suene a nueva historia el decir que una compañía de seguros te demuestra lo desamparado que puedes llegar a estar a la hora de solicitarle que te cubra un siniestro. Si ya el conducir diariamente se convierte en toda una aventura contra el resto de vehículos y “el mercadeo” que estas entidades se llevan con los intereses de sus asegurados (más bien, súbditos al que cobrar el impuesto “de rebaño”), el poder recurrir a ellas para que cumplan con las personas a las que cargan puntual y religiosamente sus recibos es todo un entramado de despropósitos y conceptos vacíos. Vacíos hasta que ellos mismos le otorgan contenido.
Ésta es mi última historia con Caser Seguros. Tras tres días consecutivos en que los plomos saltaban en casa sin explicación alguna (no he decidido comprar un generador de plutonio y enchufarlo a la corriente), mi frigorífico murió. Inmediatamente la oportuna llamada de esperanza para que la empresa a la que pagas y en quién confías para estos supuestos te AYUDE de un modo eficaz y no te responda con la palabra que eriza las uñas a cualquiera: “el procedimiento“. Nada es más importante que su puto procedimiento. ¿Que el asegurado al que cobro una pasta está jodido? Me la pela. ¿Que la comida se está pudriendo? Me la pela. Mientras no ejerzas tu derecho a perder los nervios e increpes al operador telefónico de turno, a ell@s, se la pela. El procedimiento, sean cuales sean las circunstancias concretas, hay que cumplirlo.
Al fin conseguimos que escuchen nuestros ruegos y plegarias y aparece un “técnico” (así se auto define el “figura”). Su entrada es triunfal. Va de profesional preparado y parece enorgullecerle dejarte como un imbécil. “Esto se soluciona haciendo esto“, dijo, para, acto seguido, pulsar el botón OFF … y unos segundos más tarde, el ON. Por un oído le entró y otro salió el que le informara de que, un servidor, sabe leer y, antes de recurrir a la vía imposible, probó todas y cada una de las indicaciones que detalla el manual del electrodoméstico. Pero no. Él, repleto de orgullo, asegura que ya funciona y te cuenta una milonga calificando tu electrodoméstico (por la Marca) de “pijo” y sale cortando por la puerta como alma que se lleva el diablo. “En unos minutos, esto tirará“. Minutos que, por supuesto, no empleó en esperar a ver si sus predicciones (y comprobar que realmente había hecho su trabajo) se hacían realidad. Evidentemente, no fue así.
Llamadas y más llamadas. Procedimiento y más procedimiento. Todo ello aderezado con que el “no asegurado” se gaste otro dineral en una línea 902 habilitada cortesmente para que, mientras que te retuercen los tímpanos con una música infernal, te estén cobrando céntimo a céntimo la escasa esperanza que te queda de que te AYUDEN. Finalmente una operadora muy bien entrenada te repite los mismos cánones que aprendió en su etapa de adiestramiento hasta que, como no puede ser de otro modo, pierdes los nervios exigiendo algo de cordura en toda esa retahíla de idioteces. Pero no. Es imposible. Siempre el procedimiento. “Hay que esperar al informe del técnico“. La pregunta es evidente: ¿Qué informe va a realizar si solo pulsó “on/off”? Pues sí. Parece ser que es “capaz” de redactarlo diciendo que el frigorífico no funciona por culpa de la tarjeta (ésa que ni miró!) que, según él, visionario donde los haya, se ha roto sin tener nada que ver que los plomos saltaran por los aires unas nueve veces en cuestión de tres días. Insisto, todo esto sin hacer amago alguno de examinar al “paciente”. Un simple dedo pulsando un botón y ya estoy preparado para informar. Satisfecho por un trabajo bien hecho. “Mú profesional”. 5 minutos duró la inspección técnica del botón. ¡Bienvenidos a España!
Siguen nuestras quejas, reclamaciones o como a ellos les encanta y les pone llamarlas: “incidencias”. Hasta que al fin nos comunican el dictamen esperpéntico de alguien que ni se molestó en examinar el aparato. “Es fallo de la tarjeta y por tanto no es daño eléctrico“. Y ahí te las arregles chato.
Por supuesto me quejo amargamente a la soledad de las redes sociales del trato recibido por alguien que vive de ni siquiera escuchar y comprobar la veracidad de las palabras de sus asegurados y, casi inmediatamente, se ponen en contacto conmigo a través de MD. Igual de atentos (no hay nada como echar crema donde vas a martillear después) me cuentan que si la tarjeta se ha roto no es fallo eléctrico sin contestar, como no puede ser de otro modo, a la pregunta: ¿No es fallo eléctrico que esa tarjeta, la que hace funcionar mi frigorífico, se haya jodido casualmente cuando han saltado los plomos? ¡Qué casualidad! ¿No? ¡Qué mala suerte tengo de que las subidas de tensión hayan roto mi tarjeta! El único “pero” para NO cubrir mi siniestro. El procedimiento lo establece claro según sus prescripciones. Sí, ésas de “el concepto de asegurador es no responder nunca frente a mi asegurado“. Así se las gastan en esta “compañía”. 0 de 3 siniestros, si no recuerdo mal, es mi estadística con ellos. Así las tenemos en este país bananero donde pocas veces el pagar te asegura un servicio NORMAL. No es pedir tanto.
Solicitando baja … y recopilando información para otro tipo de acciones …
Pd.- ¡Ah! Se me olvidaba … mientras que les rogaba por la urgencia del asunto, la señorita operadora con toda desfachatez me “invitó” a que si tenía prisa, llamara yo al técnico que quisiera y le pagara. Eficiencia con tu asegurado. Sí señor.