¡Ay, camarón que se te ve el caparazón! Segunda entrega de Batalla de restaurantes de Alberto Chicote en la que pudimos degustar una buena ración de marisco recocido en rencor y, por qué no decirlo, vergüencita ajena. Imagino que durante el resto de capítulos seguiremos escuchando eso de “he venido a jugar” o “a concursar”, añadiendo la coletilla de “estrategia” y yo, en mi mermada opinión, me pregunto: ¿qué es exactamente lo que gana el que da un bochornoso espectáculo de cero compañerismo, educación y honestidad? Tal vez esté loco, que también, pero creo que esto va de mostrar tu trabajo y no tus miserias egocéntricas y faltas de autocrítica. De ganar clientela y notoriedad, cariño, pero digo yo que para bien. Anoche, todos, de un modo u otro, no lo consiguieron.
Pues a Vigo que nos íbamos a ver quién tenía los percebes de servir buen marisco en este nuevo Pelotón Chiflado que nos servía el programa. Omar, gerente de paladar amargo de “La central“, donde “el marisco no aburre a nadie” a base de spray grafitero (con Golpes Bajos de fondo). David “cuñao”, “il creatore fusilado por sus vecinos”, chef y propietario de “Malasangre“, posiblemente el naming más acorde a dueño que he visto en los últimos tiempos. Inciso, el Solete Repsol no tiene nada que ver con el premio estrella de la Guía (SOL REPSOL). Por aclarar, vaya. “Vamos a reventar al resto de concursantes” … y a la audiencia, le faltó decir. Turno para Claudia Alfonso I de “Casa Luisa“, donde te clavan por almejas rancias, eso sí, en familia. Finalmente se nos presentaba a Ibai “el emociones desequilibradas en cocina”, dueño de “Alberte“, todo sonrisa afable mientras no hubiera calificaciones por medio. Abracitos y listos para lo que, ayer, sí fue una batalla.
Y por él comenzaba el baile. Pequeño, limpito, cuco hasta llegar a la cocina donde Malasangre comenzaba su inspección académica y a disparar sobre el etiquetado de productos. Lo que parecía que era todo cremita, comenzó a desmadrarse con arenilla en berberecho, pulpo ni fú ni fá o navajas insulsas, rematado por los platos de pescado: “plano, amargo, soso, pegajoso en boca”. La amiga Claudia volvía a incidir que en su casa no se estropea el producto, tal vez porque ya lo sirven jodido (véase después). A Ibai no le entusiasmaba que le dijeran que su lubina sabía a cartón: “han venido a jugar, ahora me he dado cuenta”. Momento en el que decidió ponerse la careta de buenrollista y, bajo el mandil, un bolígrafo bien afilado para lo que restaba de programa: “van a hacer mal por hacer mal”, pero él no es que repartiera mucha bondad, ni se viniera con pamplinas en la notita final: 369.20 eurazos (más de 90 € por boquita). 6.9 fue la nota donde la comida y, por supuesto, la clavada, fueron las notas más bajas.
A “Casa Luisa“, franquicia de La Patagonia, nos dirigíamos. Un sitio de esos que cuando entras rezuma viejunismo y clasicismo poco moderado por los mandiles. Un restaurante donde hubo un incendio que Malasangre intentó aprovechar para hacerse con el inmueble. La geometría de las servilletas ya empezó a maltratar su cerebro. Dejando de lado un pegote de grasa más o menos, aquí o allá, fueron unas almejas (esas que decía ella respetaban) guardadas en líquido, abiertas e incumpliendo todos los protocolos que puedan pasar por vuestras cabezas lo que nos hizo correr en dirección contraria a Vigo. Lo peor, sin duda, fue querer metérsela bien dobladita a Alberto. Si esto hubiese sido Pesadilla en la cocina, esa cazuela sale volando directa a la ría. Decir servir producto fresco de la tierra, endosar marisco de tercera de bien lejos. Tampoco es algo sorpresivo en este país. La madre, con su santo genital, le espetó a Alberto un “¿tiene quejas?” Nuestro master tragó petróleo. El resto de emplatados de Ordenalfabetix con el pescado no terminó de ayudar. 269,60 (67.5 euros por comer junto a la ría producto de más allá de Atlantis). Repetía el 4.4 final de la villana de Cádiz.
“Malasangre y sus diplomitas” (nadie mentó el supuesto Solete), el siguiente campo de guerra, nada de batalla. Un garito hortera donde los haya bajo el lema “si no te gusto lo que hago, te reviento”. Ya sabíamos que ÉL cocina con rabia. Decorar, también. “Mister Limpito” no tenía la cocina como predicaba. Conocíamos a Dani “el espeso”, el pinche, que podrían haberle dado más protagonismo para nuestro deleite. La propuesta era un “voy, pero se me cala el motor”. Salsas y más salsas. Si la semana pasada fue la bbq, Omar “semper amargus”, recibía la misma medicina. David no invitaba mucho a poder rebatir nada sin riesgo de que te introdujera vía anal un centollo vivo. Trabajara con él debe ser una delicia. Ojalá un spin off con Dani. El emplatado del arroz aplastado para meterlo en el molde, maravilloso. Servir baba ganoush sin decir qué es, también. Pil pil con nata, como mandan sus cánones de sangre hirviendo. Omar, con dos cojones, sus santos, “amenazaba” con sus arroces, que no ganaban “ni el concurso de su barrio”, pero eran mejores. Ya lo veríamos luego, sí. La manzanita de postre, le flipó al menos. Llegaba la tercera (más que nunca) “dolorosa”: 221.30€ (55.5 € y yo pensaba en qué casualidad que los dos gallitos Pedros de las dos entregas que llevamos cuadren sus cuentas con el número CINCO). Omar e Ibai le pasaban la factura por tanta sangre negra y dejaban su nota en un 5.8.
El último round en “La Central“, según su gerente, “el número 1 en el casco viejo”. Otra cosa es en qué. Por cierto, para ser ex jugador profesional de baloncesto jugaría de base, no? Admito que, viendo el local, sólo me hubiera llamado entrar al de Ibai. Malasangre iba con la recortada bien aprovisionada para disparar percebes con tergos de plata, pero confiando en que Ibai puntuara honestamente, como imagino todos nosotros hasta momentos más tarde que se destapó el caparazón del centollo. Como siempre pasa y me pone los pelos de punta, se dudaba que la limpieza y etiquetado fuera sólo para la visita del programa. Aunque se le olvidó quitar pelufillas y pelitos en una taza. Marisco chicle, humos y campanitas abrasa lechugas, romero por laurel, más salsas para no saborear marisco … todo minucias hasta que apareció el arroz infernal. Rojo como el ano de un mandril (o más) coronado con carabinero pasado. Ibai seguí dando sonrisitas antes de clavar el garfio. 314 euracos (78,5) para que os vayáis a casa contentos antes de darme un 5.1 y gracias.
El face to face de anoche se presentaba bien jugosete. Teníamos claro que Malasangre no se callaría ni en Fondo de Biquini. Otro que aspiraba al notable y se dio con el casco de su barca en la cabeza. Excusitas de inversores como primer escudo antes de destaparse la gran mentira de ayer: Ibai pasó por la quilla a todos. Una salsa que hizo otra vez tirar todo el trabajo de sala, pero que, dejó claro al que teclea que el único que mantuvo un mínimo de decoro fue Omar, a pesar de los empujones dialécticos de su villano preferido. Cuando conoció su raspadito “bien” y soportó estoicamente unos cuantos “mediocres” y a una Claudia que admitió puntuar para prender fuego, calló y punto. Ella, sin embargo, autocritica patagónica inexistente y algo ofendidita porque “nadie respetó la tradición familiar” de querer meterla doblada a precio de doblón. Aunque tanto ella como los demás tuvimos que soportar el “guapa” de Malasangre, al cual me gustaría verlo currar durante dos décadas en el “Crustáceo crujiente”. Era el turno de Ibai que se defendía como bogavante sin cabeza de sus puntuaciones sangrantes alegando “no pensar en lo que hacía”. Los flujos de erizo deben alterar la mente hasta niveles que desconocemos. Cuando recibió su 6.9 sintió una hostia que, tal vez, le hizo recapacitar sobre que jugar es una cosa, masacrar es otra. “Igual no he jugado bien”, declaraba al final. Pues jugar, más bien, calcular, sí lo hiciste bien por muchos puzzles craneales de Minecraft que te hagas.
El voto de Alberto anoche sabíamos que nada iba a cambiar dado el cálculo exhaustivo de medias que Ibai había realizado, aunque también resultaba ganador. Al resto, viendo los números, les diría que dejen en el armario los egos y miren eso que se llama ombligo. No han sido sus compis de competi quienes les han valorado.
Parece que la cosa se va a ir calentando conforme avancemos en la temporada. La pérdida de punto cardinal, la rabia mal dirigida, los complejos tatuados bajo la piel, los egos desmesurados esperando a ser despiertos y, claro está, la inherente capacidad del ser humano de convertirse de una cosa a otra en el extremo opuesto, en un día o segundo de furia cualquiera, se mostrará en todas las entregas. Estoy seguro. Y, sin duda, eso no es jugar.
Es una batalla.
#gilicrónicas, las auténticas.