Django Unchained (2012). Otro de sus grandes homenajes al cine, a su vida. Quentin Tarantino nos regalaba este spaghetti western en el que, por primera vez, sus referencias gastronómicas se reducían al máximo pero no por ello desaparecían.
Todos conocemos la historia del esclavo liberado en esa maravillosa primera escena del film por el doctor Schultz, cazarrecompensas aficionado a la odontología de carruaje. Entre ellos se forja un estrecho vínculo de sabiduría, fuerza y cariño. ¿Y dónde empieza, una vez más, a elaborarse esa receta infalible? En la cantina del primer poblacho que visitan. Aquí Tarantino no utiliza como antes la cámara para girar sobre la mesa e ir presentándonos los personajes. He aquí la gran diferencia con sus películas anteriores. El de Noxville se centra en los detalles que preceden al momento de compartir (en este caso) una jarra de cerveza. Con unos primeros planos sobre las diestras manos del inolvidable personaje de Christoph Waltz nos muestra cómo hasta el acto más simple de servir unas cañas merece ser realizado con toda la maestría y precisión que uno pueda invertir. Mientras que Django sigue flipando con su nueva situación y compañero de andanzas, la lente se fija en el grifo y el zumo de cebada caer por él hasta ir llenando con la espuma justa el vidrio. Espuma que, como se hiciera no hace tantos años para los que peinamos canas en la barbilla, retira hasta dejar en milimétrica medida (ver escena al final del post).
Decidme que nos ha entrado un irrefrenable ansia por estar sentados en vuestra barra de bar favorita y pararos a contemplar cómo la cerveza sigue su camino hasta esa copa bien fría que váis a disfrutar junto a la persona que habéis escogido ese día. ¿Qué mejor que semejante plató para ir conociéndose?
Mientras que en anteriores entregas de su menú Tarantino ha recurrido asiduamente a la gastronomía para perfilar sus personajes, en Django invierte todo su talento en que no perdamos ni un ápice de atención en ellos, solo en ellos.
La escena seguramente más memorable del film es la de la cena en casa del cabronazo de Calvin J. Candie. Sentados a la mesa empieza a cocerse el desenlace de la historia. Pero aunque no desvíe la atención a lo que están comiendo o bebiendo, como con la Big Kahuna o el strudel, su debilidad hace aparición en una magnífica sucesión de imágenes donde vemos a los esclavos del servicio preparar la mesa al tiempo que Broomhilda es cuidadosamente acicalada para contentar los deseos del invitado de negocios del dueño de la plantación.
Con una música absolutamente deliciosa que marida a la perfección con el horror y desprecio que degustamos durante las casi tres horas de película se va preparando meticulosamente todos y cada uno de los detalles del emplatado final. Para mi gusto, una de las escenas más preciosistas de su filmografía. Minuciosamente desmigada plano a plano, nota a nota, nos empapa de un momento de paz antes de su habitual tempestad final.
Degústenla de nuevo y díganme si estoy loco o solo disfruto. Mucho.
@disparatedeJavi