¡Y qué chorrazo! Como he comentado en alguna ocasión, el mérito de un programa que se mantiene en antena tanto tiempo y con semejantes índices de audiencia, es indiscutible. De ahí a que enganche a éste que aporrea el teclado, va un abismo. No será por falta de oportunidades. Anoche intenté de nuevo subirme al carrito de los petit fours de Masterchef Celebrity pero enseguida me di cuenta que esas cocinas no están hechas para mis gilicrónicas.
Admito que si volví a cuestionarme mis gustos fue única y exclusivamente por ver al gran Flo, un tipo que siempre me ha parecido uno de los grandes de este país y que tuve la suerte de conocer en persona y terminó por enamorarme aún más. Pero hasta ahí.
El sobrenombre de esta special edition es “Celebrity” y, mirando cómo el reloj marcaba las 23.35 y aún no se había presentado un solo plato, me preguntaba qué necesidad hay de gastar tanto metraje en presentar a supuestos famosos que todo telespectador conoce. Y de agotar al currito madrugador, ni te cuento.
El casting es, sin duda, la salsa que liga al fan de este programa. Con una línea marcada a fuego en todas sus variedades se diferencian claramente distintos “tipos de”. No hace falta explicar cuáles. Al menos (ahora) la mayoría se preocupan de recibir consejos de profesionales para no patinar a las primeras de cambio.
Observando el grupo me preguntaba si Raquel Meroño es un nosferatu o posee algún anillo de poder para estar exactamente igual que hace quince años. También si “Yousin gracia” estará mucho tiempo en esas cocinas dejándola botar para los juegos de palabras y chistecitos sobre tamaños y “puntitas”. O cuánto aguantarán Jordi Cruz y Jesús “no me” Castro ni bajo el agua sin liarse a sartenazos. ¿Ainhoa Arteta nos castigará con todo lo que le salga de la partitura? También supe que lo de “hacer bola” va a acompañar a Juan José Ballesta en todo su periplo culinario televisivo. Ojalá Perico Delgado aguante el tirón del pelotón chiflado y Flo se lleve el premio. En fin … soy un romántico.
Y con un bonito acuchillado y descuartizado cuál vikingo hambriento comenzaba esta edición. Ante las retinas sangrantes de los jueces, los concursantes iban desfilando por la mesa de tronqueo del túnido. Cada uno escogía la pieza destrozada con la que iba a cocinar. Poco necesitamos para ver quién y quién no tiene, al menos, nociones básicas (que no acertadas) de cocina. Quién está para risas enlatadas y quién para atraer a determinados sectores de la audiencia. No es una crítica, es televisión. La degustas o la dejas.
Los ganadores fueron Gonzalo “lloro como Simeone” Miró y Nicolás “no sabía quién era hasta anoche” Coronado. El primero se hartó de repetir que no había cocinado en su vida marcándose un tartar y un tataki. Sin sudar mucho el mandil demostró inteligencia y eficiencia. Ambos, capitanes para exteriores.
Un maravilloso, como casi siempre, escenario (Jaén) donde se suelen servir los platos que más espera el que está tirado en su sofá. Más de medianoche. Carnaza, la que devoran unos y otros en su determinado momento. ¿Y quiénes fueron las primeras en sacar el chucrut? Celia “con las lágrimas en la masa” Villalobos y Ainhoa “he venido a cantar” Arteta. Mientras tanto, un puré argamasa de patata o un caldo para regar aloe vera en el que flotaban aves desfilaban por la pantalla. Menudo escabeche de desastres. Aún hoy intento olvidar “buñuelos pokémon” sobre “sudadera salmón” y fritanga capilar. El equipo rojo fue el vencedor gracias a la paciencia y talante yogui del que no sabía cocinar. Y del saber hacer de su cuadrilla, todo hay que decirlo.
De vuelta al plató para conocer quién sería el primer eliminado, más de uno nos sirvió una ración de “pero qué me comentas”. Los concursantes con el santoku al cuello debían identificar los productos que se encontraban en la vitrina que tenían delante. Lucía Bosé dijo que las berenjenas de Almagro eran alcaparrones. ¡Menudos ejemplares serían! Su sobrino confundía panceta con … bueno, no había hecho la compra en su vida a pesar de su “cocina de resistencia”. Y así más de uno. En cinco rondas no hubo ni uno solo que fuera capaz de identificar 5/5. Y había varios bastante fáciles como para hacerlo. “La Terremoto” dialéctica y Melani Olivares salvaron sus mandiles por tener más aciertos. El resto, a jugársela cocinando con los ingredientes que acertaron.
Se mascaba el resultado. Como así fue. David “siempre seré el Robocó aunque no quiera” Fernández fue incapaz de diseñar algo con sus arbequinas. Ni con nada de lo que se le puso delante, bonito o quemado como una perdiz.
Y así acabó el estreno de esta nueva edición de Masterchef Celibrity … como ojos sometidos a chorrazos de spray de pimienta para los que esta mañana madrugamos. No prometo volver. De hecho solo una campaña en change.org de unas 10.000 firmas podría conseguir que mi tiempo y sueño se inviertan en ver de principio a fin el siguiente plato.
@disparatedeJavi