Tras la brujería infame de la semana pasada, Alberto Chicote y Pesadilla en la cocina regresaban a Madrid, en pleno Barrio de Estrella, para intentar ayudar a Luis y Esther, propietarios del Baltias, abierto hace un año y donde los problemas se acumulan con la inestimable ayuda de Ronal “Mc Yoyas“ y su escaso saber hacer en fogones. Aquí, la #gilicrónica de #PesadillaBaltias.
Ni Luis, antaño encargado de restaurante y de familia restauradora, ni Esther, de maduración y vestimenta escasa, parecen saber hacerse cargo de la situación. Menos aún, Ronal, que campa a sus anchas en la cocina preparando platos lamentables y contribuyendo a la vida confortable de diferentes plagas. (Mumford & Sons, “I will wait”) Luisito “el susurrador” nos decía creer que no habían sabido conectar con la gente porque les consideraban “caros” y su chica admitía sin rubor alguno que no ejercía de encargada porque allí todo el mundo hacía lo que le daba la gana, mientras echaba un pito con el que parecía su compañero de guardería, Borja. “Evito los conflictos para que no afecten a mi vida“, frase lapidaria y premonitoria la del supuesto jefe y que nos servía de intro definitiva para el plato fuerte de la velada pugilística.
(“Mi amor”, El Barrio) Alberto llegaba a uno de esos “barrios de toda la vida” donde si haces las cosas bien “tienes una mina de oro” aunque “en este restaurante parece no haber mucha estrella“. La fachada realmente horrorosa, repleta de grafitis de gualtrapa, ésos que consisten únicamente en la firma ilegible del tuercebotas que ha comprado un spray en el “chino de la esquina”. Con una oferta similar precisamente a la de ese tipo de establecimientos (“bollerí” o “sanwich“) entraba nuestro Chef y se topaba con el camarero aburrido. Está bien aburrirse móvil en mano cuando alrededor tuyo la “miseria”, como decía mi abuela, se reproduce a ritmo hiperespacial. Vitrinas vacías y “desangelao”, el restaurante se encontraba “lleno de aire“. Tras ver el “cuarto de jubilados“, uno de los salones del restaurante, donde faltaban los amarracos y naipes, Chicote conocía a Luis y ya en su mirada supo que iba a tener que meterle mucha temperatura a esos afluentes de sangre polar que le corrían por las venas.
Supimos que “Baltias” venía de la mezcla de nombre de sus padres, Baldomero y Angustias (la que nos entraría minutos más tarde al ver la cocina) y donde pretendía ofrecer un servicio de comida tradicional con “toques modernos y un producto de calidad a precio asequible“. Es acojonante la visión de la realidad que tiene el personal.”3 cartas en un año” y con la hoja de reservas del único día que lo petaron guardada como mugre en paño, veíamos el resto del local y Alberto se sentaba en la terraza que tenía “más mierda que el palo de un gallinero” y un cenicero por jardinera pero de la que, Esther, decoradora de instituto, decía ser su “rincón favorito“: “¿Te gusta comer rodeada de mierda?“, ¡Zasca! Pero claro, la culpa, suele ser de los demás y ponía a los vecinos de guarros y tres cuartos. Según ella les tiraban hasta “restos de patatas con ketchup“. “Pues diles que te tiren una fregona y la pasas por aquí“, ¡Zasca!
Sentado y dispuesto para la comanda, Alberto le echaba un vistazo a la carta para comprobar si sería coherente con lo descrito por Luis como su objetivo: “una caprese a 15 pavos o un tartar a 16” hacían que el Chef pensara que estaba sobrada de “ínfulas de grandeza” por no decir claramente que no se habían tomado la medicación a la hora de confeccionarla viendo lo que tienen alrededor: mierda como para alimentar a una piara medio año. Se podía firmar un autógrafo con el dedo en el sofá y un bicho seguía tranquilamente con su sesión de vitamina D ante la incrédula mirada de Chicote. Un “Carpaccio de atún fresco … sí … eeeeh … de ése de almadraba“. Bacalao al pil pil o, como lo bautizó el chef anoche, “al aceitil“. Un saquito aplastado y requemado de queso y grasa infame rodeado de una de las kryptonitas del madrileño, la reducción de Módena: “pues aquí se pone a casi todo“, le daba la estocada Esther. Un “toro estofado de lidia“, que no era de tal y que tampoco estaba bien cocido, completaba la comanda mientras que los dos “amigos con las hormonas alteradas” se dedicaban a tirarle chorritos de agua a Alberto con una pistola (también de la tienda de la esquina) hasta que Luis se lo confesaba y el chef se recalentaba: “¿podrías ir a mandarlos a tomar por culo y que no me jodan la comida?” hasta que se encontraba con la primera “salsa que bota“, una especie de “salsa de soja cuajada“, según Esther, que acompañaba al tataki y que, por supuesto, Alberto dijo que se lo comiera otro. “¿Y todavía te preguntas por qué no viene la gente?“, le preguntaba a Luis pero éste, en otro alarde de saber congelarse, nos demostraba como se puede tener textura de botox en el gesto sin acudir a la clínica. “Me muero por conocer al figura que ha hecho esto“.
Sonaba la música, el público se levantaba de sus asientos, las luces se mezclaban en la sala, los púgiles se deshacían de sus batas y se subían a la báscula antes de cruzarse la mirada previa al combate. “Soy chef y amante … de la cocina“, era la carta de presentación de Ronal “el gallo estrellao”. A partir de este momento se iban a suceder diálogos, monólogos, confesiones y excusas del todo delirantes. “Espero que seas mejor amante que chef“, le daba el primer crochet Alberto. De un simple vistazo a la cocina, se encontró con un trozo de limón de años pasados, una trampa para cucarachas donde se había extinguido una familia entera, grasa a cada esquina, paellas oxidadas y dibujitos en la nevera: “cocinar y limpiar, no, pero gilipolleces …“. Ollas guardando producto, carne podrida “cuasi verde” … todo un puto y asqueroso desastre el gimnasio de entrenamiento de Ronal, otro aspirante a cerdaco de la temporada: “todo esto huele como el traje de Iron Man por dentro“. Ilustrador como solo él sabe. “Si lo sabes, ¿por qué lo permites?“, le preguntaba a Luis que volvía a susurrarnos su tristeza de riego antes de enterarnos que era él el que cambiaba la carta todos los meses (no sólo 3 como dijo al principio) en un alarde de querer y no saber cómo. Allí que los dejaba Chicote antes del servicio con la advertencia de que limpiaran antes.
Pero la cocina no estaba ni por asomo al gusto de un inspector sanitario al volver el de Carabanchel. Aún así, la campana ya había sonado y no había tiempo de más. Con música de canta autor de barrio en directo y viendo como la ayudante de cocina descongelaba pescado bajo el grifo, Luis emplataba una ensalada de … foie, decía. Ronal movía los pies a ritmo de Troll porta arietes (si lo ve Apollo Creed…) y se quejaba de “todas las comandas a la vez, mucha gente, prisa ...”, ¡Coño! ¡Lo normal! Borja pululaba de mesa en mesa pidiendo perdón por la tardanza y en cocina seguían haciéndose un lío con los platos de arroz servidos. El nunca payaso de multinacional seguía a su bola sin escuchar nada ni a nadie y cambiando los platos a su antojo. Un bacalao al pil pil que decidió hacer a la plancha y que Luis, en una nueva muestra de incapacidad, aceptó sin rechistar ante la desesperación de Alberto. Platos que salían a sala sucios, filetes crudos, segundos con 40 minutos de retraso … todo ello bien maridado con el pasotismo enfermizo del supuesto cocinero. Chicote se desquiciaba. “No me llames Maestro, nada de esto te lo he enseñado yo“, le decía. Pescado, carne, salsa, verdura, sudor, sangre y lona todo mezclado en la mesa de trabajo y “Mc Yoyas” se rebotaba ante tanta presión: “¿has venido a ayudar o a criticar?“. Dejaba de lado su guardia para empezar una contra vergonzosa: “Tus bravas son una mierda pero como sales en televisión … ésa es la diferencia entre tú y yo“, lo que hacía dar un paso adelante al potro de Carabanchel y plantarse: “¿¿¿Ésa es la diferencia entre tú y yo??? No, no, no haces bien la comida“. El desastroso servicio finalizaba con el último golpe que se reservaba Ronal: “deberíamos haber llamado a Gordon Ramsey“. Táctica rabiosa y celosona la que intentó con nuestro púgil. ¿Una campaña en change.org pidiendo el crossover ya?
Al día siguiente Alberto se reunía con el matrimonio y sabíamos las cifras del desastre. Una inversión de 100.000 euros que ya iba por un agujero de 200.000 a media de 10.000/mes. También empezábamos a delimitar el cuadrilátero donde se metió el programa: Ronal estaba el primero en la lista de acreedores con 6.000 pavos en su cuenta: “hasta que no me pagues, no me voy“, confesó Luis que le dijo. Pero claro, la pregunta es … ¿esos 6.000 son por el buen hacer de antes o siempre ha currado así? Con su compromiso en los guantes comenzaba un segundo servicio que resultaría ser el combate del siglo en el barrio madrileño. Una pizarrita con soles y nubes para calificar el trabajo del equipo era el material que Alberto utilizaría para evaluarles antes del momentazo esperado: el aplastamiento y desintegración de la puñetera pistolica de agua y del zás que me rondaba la cabeza desde el inicio: “¿quieres que Esther venga así vestida a trabajar?”. Sí, el look teenage de la amiga se las traía.
Un arroz pasado no, lo siguiente. Otro, aceitoso, el hollín de la plancha en los platos, carne podrida y merluza destrozada eran algunas de las perlas culinarias que Ronal sacaba de su vestuario. ¿Que caía “requemao” en el plato? Se quitaba con las manos o se tapaba con la comida. ¿Que una comensal te caga la cara ante el resto de sala con una carne que ni un Bantha se metería a la boca y te pide la hoja de reclamaciones? Pues no le cae ni una gota de sangre por la frente. Ensalada de frutos rojos sin frutos rojos. Faltaba panel para tanto nubarrón que colgaba Alberto. Se daban champiñones por boletus mientras Ronal con sus ramitas de cemento en los tímpanos pasaba de todo y todos hasta que se se lió. Y bien que se lió. “Adoro la cocina y cuando veo a alguien que la caga, me cabreo“, empezaba Alberto. Reproches, enseñanzas e intentos de motivación y reacción produjeron todo lo contrario. La amenaza del día antes de Ronal de “no me toques” se hizo realidad. Ver aquí. Choque de trenes. El pinganillo también hizo lo suyo, probablemente. Pero liarse, se lió gracias al “machito Alfa“. La primera vez que casi canean a nuestro chef. “Te voy a dejar decidir, quieres que me quede o no?“, terminaba la noche con la decisión de Luis.
Para buscar de una vez la reacción sanguínea del jefe, acudían al día siguiente a un campo de fútbol cercano donde recordarle a Luis sus viejos tiempos y valores aprendidos cuando, antes de una lesión, jugaba al fútbol. “Un trato cercano pero diferenciado“, era el secreto que el entrenador le confesaba para llevar a un equipo. Y mientras le dejaban degustar el gusanillo de entrenador, el equipo de reformas del programa, capitaneado por @ebarrera_, nos dejaban otra vez con la mandíbula torcida. (Cymbals eat guitars, “Warning”) Fachada multicolor, nada que ver con el marrón enfermizo de antes, una zona de take away (“Fever”, The Black Keys) o una terracita playera más que molonga (“Surfin Safari”, Beach Boys), daban un nuevo giro de 180º a la cutrería existente. Pinchad aquí donde tenéis todos los detalles, conceptos y objetivos buscados por el equipo en todas las reformas realizadas hasta la fecha. Previo regalito de cubo y pala a Esther para que no añorara su jodida pistola de plástico, Alberto invitaba a echar un ratico de charla tranquila con su rival en el cuadrilátero. Le decía tener un sabor más que agridulce con este estreno debido a su actitud. Si bien parecía que Ronal iba a continuar su línea combativa, nos quedábamos todos “cuajaos” al escuchar su confesión: estar quedándose ciego, tener 60 y 40% de visión en sus ojos y un plazo de un año por delante para usar bastón y lazarillo. “Sacándose el corazón” y poniéndolo en la mesa, Chicote tenía su compromiso y un buen abrazo y lágrimas de plantígrado. “Todo el mundo merece una segunda oportunidad“. Sin duda.
Turno para el babeo clásico de los jueves a esa hora, la NUEVA CARTA a ritmo de Future Islands (“Seasons, waiting on you”) nos presentaba una oferta mucho más acorde a las metas del “Baltias” dejando su afán pretencioso anterior en el mismo lugar que la grasa que allí habitaba. Alberto invitaba a Luis a arengar a sus púgiles antes de la REAPERTURA y yo me imaginaba con unos calzones largos, sudoroso y a punto de subir las escaleritas del ring para enfrentarme a un boxeador devorador de orejas escuchando semejante discurso … me habría dado la vuelta y corriendo a las duchas. ¡Sangre, pijo, sangre! ¡Un poquito de alegría, coooooooño! Aún con esa tristeza de discurso, su equipo pareció ponerse las pilas y entregarse a la causa. Con un tiempo de espera inicial de 20 minutos en sala, es el servicio de reapertura más ágil y exitoso que recuerdo. Luis fue capaz de moverse a un ritmo superior a “1 km/día” y la comunicación fluyó. Otras semanas vemos que o cuesta mucho arrancarlos o no terminan de hacerlo (véase el aquelarre de la semana pasada) pero, anoche, nos sorprendieron para bien.
En una cocina (Y EN TODO) el orden es fundamental.
(Alberto Chicote)
La despedida tampoco fue como la del programa anterior. Aquí sí hubo reconocimiento, cariño y agradecimiento y todos vieron que, si Luis se ponía, podrían confiar en él al mando. Ronal aprovechaba para darle los últimos apretones (“con estos cuatro abrazos al Maestro yo ya …“) a Alberto que le dedicaba gestos cariñosos y cerraba la emisión admitiendo haber estado a punto de tirar la toalla. ¡Mucha suerte siempre al Baltias! Con la duda de si esa ceguera es cierta, otras razonables me quedan sobre la vida de la seriedad necesaria para llevar un negocio o, por el contrario, volverán las “aguadillas”.
Highlights de una noche en el ring de Pesadilla en la cocina. Muchos los de ayer así que, si me paso alguno, sois libres de devolverme un buen uppercut:
– No solo la población china utiliza dialecto en sus ofertas.
– La batería de zascas de anoche.
– La presentación de Ronal, sin duda, lo más grande de la noche. Que si en su tarjeta de visita figuraba “esperto” por culpa de un “dominicano que hablaba raro“. Que si esperaba que Alberto le diera un “sobresaliente … un notable” a su cocina, con sus santos cojones. “Parece un limón“, genitalmente relajado al ver el fósil junto a las cucarachas en el suelo … “eso debe estar ahí desde el principio porque yo ahí no he tocado” … ¡nos ha jodido! ¡No has limpiado nada, canalla! Todo un manual de cómo esquivar ridículamente golpes.
– “Tus bravas me parecen una mierda” … ¡Boom! Esto sí que fue un campanazo en los tímpanos de todo telespectador junto a la invocación de Gordon Ramsay. Estudiado tenía el combate el amigo Ronal.
– El combate en sí … duro …. duro.
– Ver como saltaba en decenas de trocitos la pistola de agua. Una buena hostia a lo “Bud Spencer”, sin marca, sin rastro, calentita.
– La confesión de Ronal, cual boxeador castigado, sobre su ceguera. Cierto o no, fue algo que sentó las posaderas de un público enfurecido hasta ese momento.
– Y, ¿por qué no decirlo? El último servicio … no estamos acostumbrados a tanta agilidad.
Nuevo programón y la audiencia “pesadillera” sigue subiendo ante tanto programa devastador de riegos cerebrales. Algo está cambiando.
¡A ver qué villanías nos depara la semana que viene!
#Written by @disparatedeJavi
#GiliConcepArt by @disparatedeJavi & @scientist_pi
#MontajeFinal by @scientist_pi
#disparateTeam
Sólo un par de apuntes:
– ¿Fue impresión mía o Chicote estuvo de lo más arisco durante todo el programa? Soy consciente de que lo que se muestra es una ínfima parte de lo rodado y lo sucedido en los días que dura la grabación, pero dio la impresión de que se había levantado con el pie torcido y lo pagaba con todos. Ni siquiera con la meiga de Ferrol (a la que le metió zascas sin parar) estuvo tan borde con el resto del personal.
– Lo del ofrecimiento de bofetás por parte de Ronal lo vi muy forzado; a mí me pintó a escena pactada o guionizada. De la misma manera, tampoco me creo su confesión de “ceguera” (“no lo sabe nadie, ni mi mujer” dice, y por eso lo larga en un programa de gran audiencia).
Por cierto, si consultas tr*p*dv*s*r indica que el restaurante cerró definitivamente (aunque no se sabe cuándo).
Hey, Horror Bike … pues sí, tal vez la situación se forzó con Ronal, de ahí lo que digo en la gili sobre “el pinganillo funcionó” ahora que lo de “el pie torcido” como para no tenerlo con el personal alrededor … jajajaja
Y sí, no hace falta que consulte el “tripy advisor”, no es que esté cerrado, es que lo han desmantelado directamente … 😮