Esta semana viajábamos con Pesadilla en la cocina y Alberto Chicote a Alicante, al “Hot Beach“, un local “pupurrí” que, en su web, definen como “no es un restaurante, no es un pub y tampoco una discoteca“.Visto lo visto, podríamos seguir añadiendo cosas que no son. Aquí, la #gilicrónica de un nuevo programón, #PesadillaHotBeach, la historia de un despelote.
Situado en el puerto, con 3 años de antigüedad y regentado por Juanma y su chica, Olga, se creó como “entra y tenlo todo” lo que suele llevar a “nada”. Las despedidas de soltero se han convertido en su principal fuente de ingresos ya que de lunes a jueves no entra ni deu. La copropietaria del Este nos decía que su deseo fue tener un restaurante de gastronomía “elegante y no batallero“. Eso sí, la mierda que caía por las esquinas no la veía ninguno de los que argumentaban y argumentaban sobre los problemas del garito. Sonia, cocinera y hermana del dueño, nos contaba como allí no funcionaba nada, “ni la compra“. Jorge, el camarero que cantaba verdades como Joselito sin necesidad de torturarlo y Vlad, el albañil reconvertido a cocinero hacía “un añico“. Mientras tanto, la primera inquilina de la cocina salía a olisquear cuál era la comanda basura de ese día y un cigarro se consumía en un rincón. Casi todos señalaban a Olga como una de las principales causas de que aquello no fuera hacia arriba. Gritos, vino, desorganización, carisma y empatía cero … y su marido en tratamiento, medicado y con el recuerdo del infarto de su progenitor grabado en el cráneo. En definitiva, berridos, peleas, maquinaria renqueante, personal no profesional (qué sorpresa!), un cocinero que no lo es y una jefa incapaz de entenderse con la trupe, todo ello aderezado por cucarachas, alcohol y mugre.
Papeleta una vez más la que tenía por delante Alberto Chicote que llegaba en lanchita (“Juxtapozed with U”, Super Fury Animals) preguntándose como un restaurante en pleno puerto alicantino podría ir mal. Echando un vistazo a la oferta de los carteles de la entrada ya se imaginaba que “las muchas sorpresas le iban a tocar a él”. La primera, nada más llegar. El dueño no había llegado y en la cocina ya aparecía la primera invitada, “os dije que no salgáis“, hablaba con ella Vlad. Sonia, seguía con su chute de nicotina y al ir a sentarse a una mesa, nuestro Chef, se cruzaba con una pareja con cara de indigestión sanguínea. ¿El motivo? Estar probando el supuesto menú de boda que les ofrecía Juanma, amigo de la pareja. Lo que había en la mesa era … pues eso, gastronómicamente hablando, basura. Un jamón que parecía “sashimi de cerdo“, un “no hojaldre” relleno de “algo que decían ser marisco” … “preocupados? Más bien diría aterrorizados“. La novia lloraba. El novio sudaba ácido. Lo más jodidamente sonrojante es que el encargado de alegrarles su día era el padrino de la boda que ni siquiera estaba allí para que le pusieran tibio con aquella porquería. Con padrinos así, ¿quién teme a don Vincenzo?
La CATA iba a ser como se preveía. Partiendo de una carta rota, pringosa y que fue ideada una noche a “altas horas entre dueños y empleados” bien pedos, Alberto se encontraba con que no había de nada de lo que quería: ni morro, ni rabo, ni chuletillas, ni la ventresca que supuestamente acompañaba al tomate ni el cuscus, algo taaaaaan lento y trabajoso, ya que, según Jorge, había que encargar previamente, ¡tela! “¿Cuál es la hamburguesa que más te gusta a ti?“, preguntaba el chef. “A mi la “Riquitaún” … “Pues ponme la Momia“. ¡Zás!
Los boquerones “de la bahía de Santa Pola“, sonreía con sarna Sonia mientras echaba en la freidora unos tacos helados de lo que hace tiempo fue pescado. Los novios se iban a beber a casa. Una tabla de Ibéricos … por los cojones. “La Momia” … hamburguesa cutre con una “carne que sí tenía color de momia, una puta mierda“. Vlad confesaba mientras que no comería allí nunca. El arroz a banda llegaba acompañado de un “mousse de yogur“. Alioli de bote. Con dos cojones. Algo que se prepara en 3 minutos siendo lento. Pero el culmen de lo repugnante llegó con el “salmón y su salsa de cava”. Un pescado cocinado hacía días. Hay que tener muchos cojones y ser un puerco. No hay más. “Vaya tela Juanma, eh?“, le decía Alberto tras esa tortura gastrovírica. Chicote dejó claro que era lo que se podría esperar, “comida de discoteca“. Y yo recordaba en mis tiempos mozos aquella hamburguesa de las 6,30 A.M. de aquellos veranos. Mucho mejor que lo que anoche vi en su mesa.
Pasaban entonces a la COCINA y comenzaba un nuevo episodio de vergüenza y asco ajeno. Las neveras rotas desde verano, ¿para qué cojones van a arreglarlas? Una salsa de queso que servía para apuntalar catedrales y un nuevo ejemplar de blatodeo: “¡Hostia, mira cómo corre!“. Lo que ellos llamaban “ampliación de cocina”, era un almacén de más mierda. Veíamos dónde estaban los boquerones del Paleolítico, latas abiertas y repugnantes, unos calzones de una despedida, al lado del jamón y Sonia decía que “no daba tiempo a recogerlo todo“. ¡PERO SI DE LUNES A JUEVES NO VA NI DIOS! Ni limpieza ni recoger ni cocinar ni comprar. Es decir, cómo tocarte los genitales 4 días de la semana aderezado con la musiquita infernalmente insultante de “Cine de Barrio“. ¡Ojo! Uno de los momentos más esperpénticos de Pesadilla en la cocina llegaba. Alberto encontraba las pollas de chocolate … ¡ya mordidas! La respuesta de Sonia a por qué no se tiraban y se guardaban, de lo más ejemplificador que hemos visto: “no se tiran, se lavan y luego se utilizan para hacer chocolate” … con … dos … cojones … a esperar el …
… SERVICIO. ¡Y vaya servicio! Cuando llega Alberto se encuentra el salón repleto de humanoides semiborrachos, un griterío infame y un ambiente de todo menos de restaurante, zombis y señoras bien maduritas con cuernos chinos de AC/DC. ¡Casi ná! Entonces conocía a Olga y ya empezaba a hacerse una idea de su capacidad de sacrificio. 60 energúmen@s en el salón esperando su cena y Juanma se enzarzaba con Chicote sobre cómo freir unas croquetas congeladas. ¿El dilema? Seguir o no las instrucciones del “fabricante”. Mientras tanto, los comensales zombis se quejaban del tiempo de espera, de que se hubiesen olvidado de su reserva y la mesa y sillas de plástico donde les habían hecho sentar sus culos no muertos. Las cucarachas seguían a sus anchas y una camarera, evidentemente escogida como animadora social para el tipo de eventos allí ofertados, subía la temperatura corporal de los asistentes y su nivel de alcohol en sangre: “tú no eres mi jefa“, le espetaba a su compañera al pedirle que parara de empinar. Alberto miraba incrédulo a Olga pero claro, ésta era la primera en no soltar su copita de vino. “¿Cómo les vas a decir a ellos que no?“.
En cocina preparaban un salmón de cuatro días “supurao” y que según “Juanmica” solo estaba marcado. Hasta que se encontró en la tesitura de metérselo en la boca. ¡Hay que ser muy cabrón para servir esa mierda! ¡Sin paños calientes ni medicación que valga! Salía por peteneras ante el desastre que se estaba viviendo allí: “teníamos reserva para 50 personas y han venido 100, no lo teníamos preparado“, se lamentaba y Alberto se lo llevaba al salón para que contara … “Son 71!“. “Tráeme a 200 mañana y preparado les doy de comer” … “¿Tú? Ni de puta coña, das mierda de comer“. ¡Amén! Juanma se contradecía ahora acorralado … las instrucciones de las croquetas decían simplemente meterlas en aceite de 180º, nada de marcarlas antes. Chicote estallaba, “no me la vas a meter tío, qué mierda pintamos aquí?” y se marchaba a tomar el aire por no introducir todas las pollas de chocolate en los cráneos de la plantilla.
Al día siguiente se reunía con todos y leía los comentarios que encontró en redes, haciéndoles la pregunta llave que hemos visto varias veces: “¿Estáis dispuestos a confiar en mi trabajo?“. Llegaba el siguiente SERVICIO y Olga decía haberlo organizado todo como un restaurante serio pero al poco tiempo se enredaba con su gramática para dejarnos claro que no tenía ni idea de lo que estaba haciendo e iba y venía como una “Kalinka sin cabeza“. “Han tardado 3 minutos en cambiarlo todo“, flipaba el Chef. Un revuelto helado tras estar en cocina y mostrador esperando, platos grasientos y un solomillo “sin decoración” hicieron que la mecha se encendiera y la llama corriera muy deprisa hasta dar con Juanma en la calle para rebajar el ritmo de su corazón. La culpa era de todo zar viviente menos de ella. Allí se confesaba con Alberto “terminaré rompiéndome si sigo así“. El de Carabanchel se enteraba de la historia de su padre, fallecido con 53 años tras chapar su bar y Olga, su amado carácter del Este que parecía no ayudarle en nada. No hacía falta que nos lo confirmara. “Después de esto, necesito recolocar mis fichas“, hasta el día siguiente que se reunía con la familia, madre incluida, en la plaza donde su progenitor regentó un negocio que no fue mal. Juanma le pedía entonces a la familia que le apoyaran porque él solo no podía pero la díscola rusa en un alarde de “y yo qué?”, pedía lo mismo. Si tú me pides me tienes que dar algo a cambio. Las leyes transaccionales más allá del Transiberiano.
Momento para una nueva REFORMA a lo grande de @ebarrera_ y el equipo. Cambio espectacular inspirado en “Estudio 54”, con nombre incluido (ahora Gold Beach) a ritmo de “Tonight I Have to leave it”, Shout Out Louds y “More, more, more” de Adrea True Connection. Una grandísima previa antes de conocer la NUEVA CARTA (@Albertogleton & cía.) y su banda sonora: “Please, please, please” (Shout Out Louds) y “Ballroom Blitz” (Sweet). Igualita que la infame basura que antes se servía: “no vamos a servir más chocholates ni pollacaos“.
Llegaba la BODA, una prueba de fuego para el equipo del programa y, en especial, para Alberto, que se había comprometido con ellos para que todo saliera bien en ese día tan especial. “¡Fuerza y Honor!“, arengaba a la tropa cual Máximo Décimo Meridio justo antes de la llegada de la novia (“I promised myself”,Nick Kamen).
Alberto se metía en faena en cocina y Olga se dedicaba a ir de aquí para allá copa en mano haciendo un alarde de postureo barato y saber hacer en un sarao. Su suegra, viendo el escote escaqueante, se acercaba a ella y le ponía las pilas. Indignada, acudía a la cocina a ver qué le podía decir a su Juanmica para desahogarse y quedarse a gusto pero se encontró con que su chico estaba pringando para que todo saliera. Ella seguía haciéndose la víctima y salía indignada: “deja de flipar, déjame en paz” le decía al único de la pareja que curraba. Él, en una mezcla vergonzosa y amorosa, iba detrás de ella rogándole un beso de besuguito pero que parece dio resultado. Nuestro chef se encargaba del arroz, Fany daba caña en cocina y Olga parecía al fin organizar a su personal y dejarse el codo (“A little less conversation”, Elvis). Los novios disfrutaban de su día, se mostraban felices y sonrientes y sus genitales se erizaban al ver la “tarta limusina” con “Love me tender“. Pero el momentazo estaba por llegar. Alberto les regalaba una de sus chaquetillas.
Una nueva odisea finalizada. “Como mola hacer un poquito más feliz a la gente, ¿eh? Lo mejor del oficio“. Así lo confirmaba Olga y Juanma felicitaba a su equipo: “lo habéis bordado“. ¿La receta para continuar? La de siempre, la única eficiente en la vida: ilusión, esfuerzo, ganas, trabajo. Terminaba un nuevo programón de esta 5T que está respondiendo con creces a las expectativas creadas. Alberto y Fany (@fanialoniz) desfilaban por el puerto a ritmo de “The Lovecats”, The Cure.
El ahora “Gold Beach” parece ser que han cambiado de ubicación, ya no en el puerto y que les va bien. Su Facebook. Espero que el vino y la cerveza hayan dejado de correr como en las comuniones organizadas por Rasputín y no se hayan quitado el mono de trabajo que el programa les enfundó. ¡Mucha suerte! Aunque no arriesgaría mi inexistente fortuna por ello.
Highlights de anoche:
– El compromiso personal de Alberto con los novios. La situación sorpresa era para coger los bártulos y salir por donde llegaron: “déjame que veo si llego, si llego, me encargo yo“. Primer regalazo.
– “Preparaos que nos van a dar hostias“, decía un camarero antes del primer servicio. Francamente, alguna esperaba que cayera viendo cómo se ponía allí el personal.
– “¿Y luego no sabéis por qué la gente no viene? Eso sí, buen truco ése de ponerlos ciegos antes porque si no te comen a ti por los pies“. Viejo truco del hostelero ramplón.
– La banda sonora, una vez más, espectacular y ácida por momentos.
– “A este paso, sí, te vas a hacer especialista en eventos, pero en disfrutarlos!” (Juanma de bodorrio)
– Y el regalazo de la chaquetilla …
¿Qué #disparate nos deparará la semana que viene?
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#GiliConcepArt by @disparatedeJavi & @scientist_pi
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