Como en la novela de Lois Lowry, Alberto Chicote viajaba esta semana al interior de nuestros cráneos para desenterrar los recuerdos sobre cuatro de los restaurantes por los que el programa pasó y enseñarnos la realidad actual de éstos. Alguien debe ser el guardián de que esos recuerdos no se pierdan y se aprovechen. Os dejo los links a las #gilicrónicas origen de los cuatro por si queréis refrescar aún más.
El primero al que regresaba era “El Puerto“. Allí, el de Carabanchel, se las tuvo tiesas con Domingo, el chef agresivo que no aceptaba de muy buen grado ni críticas ni órdenes y con Rosa, una jefa sin personalidad ni vigor para meter en vereda al “Carnicero de BeniYork“: “no sé distinguir entre cariño y trabajo“, decía ella, mientras que el padre (Francisco) veía como poco a poco se esfumaba su legado durante los tres años que su hija se había puesto al frente. Fue el primer programa que recuerde que Alberto le “tendió el puente de plata” al cocinero para que se marchara aunque Rosa optó finalmente por darle “una última oportunidad, solo una“.
A Benidorm que volvía el Chef y nada más llegar se apreciaba un cambio radical: el que estaba tomando una caña en la terraza era el padre y no en labor de cebo comercial como entonces se encontró a Rosa que, esta vez, iba “funcionando” dentro del restaurante. Desde luego, segura, en comparación con entonces, se la veía. Es más, se diría que más que contenta, con ilusión: “ahora la gente vuelve cuando prueba nuestra comida“. Teníamos claro que parte de culpa de ello era que, ahora, el pescado era fresco. Mención especial a otra de las camisetas “molongas” que calzaba anoche Alberto.
Al inspeccionar la cocina nos encontrábamos como Domingo ya no estaba en plantilla: “aaaaah, por eso tienes tú esa sonrisa“, le decía el madrileño. ¡Nos ha jodido! Qué tío más infernalmente insoportable. Le había salido “algo mejor” en otro sitio y el Chef se preguntaba si no recibiría su llamada en meses para ser protagonista de Pesadilla en la cocina: “qué calma” se respiraba allí. Imágenes recordatorias del momento “chuletón podrido” que, para el amigo, estaba perfectamente comestible. Toda una cocina repleta de mierda que ahora dirigía un cocinero que de hablar poco, solo tocar el timbrecito de comandas y currar, solo currar, como Tutatis ordena. Nos enseñaba las cámaras repletas de producto del día y bien ordenaditas aunque algo había cambiado: la carta. “Ay, ay, ay, que empieza a dolerme el brazo izquierdo“, decía Alberto cuando vió el collage que habían plasmado en ella: con un “homenaje a papi” de primeras y un remix de platos del programa y suyos de toda la vida: “he añadido solo unos cuantos arroces y calamar … y calamar …“
Comenzaba la cata remember por la prueba de fuego: un arroz que resultaba estar bien rico justo en el momento en que aparecía el susodicho con banda sonora de western almeriense Morricone: Domingo que, ante la sorpresa de todos, abrazaba oseznamente a su instructor de antaño: “no llevarás un cuchillo en la mano, no?“, jajajajaja, para darle un zás de los buenos: “tengo que decirte que esta cocina no es la misma desde que no estás“, jajajaja, claro y directo, meridiano. Aunque Rosa seguía echándole un capote defendiendo las horas que allí deambuló. Ahora parecía estar en un sitio donde “se hacen muchas tapas“. Todo un detalle por su parte, desde luego. Así, esta primera visita acababa con la colocación de la placa “ISO-9000” del programa ante la alegría de la familia y del propio Alberto: “es muy ilusionante ver que tu trabajo sirve para algo” … ¡Amén! Lo que vimos fue alguien que supo aprovechar la oportunidad, que supo agradecerla y que APRENDIÓ de los errores, algo de lo que no pueden presumir muchos. ¡¡Enhorabuena!! A ver si este año me apunto al 3 “Iberia Festival” y paso de verdad por allí.
Se marchaba el programa ahora a la costa almeriense para visitar a Pancho y su “Chiringuito de Matías” o como lo bauticé en su momento el “ChiriGRITO“, un emigrante cubano que había venido a España bajo los cantos de sirena del dinero fácil y que se había dado cuenta que lo de currar a saco, también se estila por estos lares. Alberto tuvo que enfrentarse allí a Margot, una cocinera con gusto al zumo de cebada y adicción a forzar la laringe a “chillio pelao”, que se diría por aquí. “Me encontré con un cubano cabezón y una rusa insumisa“, decía antes de pisar de nuevo el garito.
Y, una vez más, parecía que Pancho y Lis, su chica y ya madre, habían aprovechado el paso del programa para coger ese tren que les sacara del pozo donde se encontraban: “muy contento“, se declaraba él para explicarnos que el primer verano tras su paso fue todo un “boom” y que ya, en el segundo, tras la emisión del programa, iba gente de toda España. También él había retocado la carta del programa dejando la inmensa mayoría de sus platos (“el 90% de las comandas son de la carta de Pesadilla en la cocina“) mezclados con sus creaciones con tradición. Me parece muy buena idea, claro está, ¿por qué renunciar a algo que vendes pudiendo complementarlo? Su porcentaje de deudas había bajado considerablemente y en las sonrisas y expresión facial de la pareja se veía claramente.
Llegaba el momento de preguntar por “Teléfono rojo llamando a Margot” y, la lógica, se había impuesto de nuevo: ya no trabajaba allí aunque nos lo “maquillaron o justificaron” diciendo que era por enfermedad, tal vez desintoxicación. Ya lo comenté en la #gilicrónica en su momento, no me daban sensación de ser capaces de arreglar sus diferencias. De un modo u otro, la ex teniente de la KGB había colgado su fusil en aquella cocina: “Pancho la echará de menos, pero yo nada“, aseguraba Lis. No me extraña. “Al menos ya no veo el litro de Mahou y el paquete de Marlboro por aquí“, exclamó Alberto al inspeccionar la cocina y ver que ya no había riesgo alguno de que le cayera chapapote en las mejillas. Aquel momento fue repugnante … “aaaaaaay va, qué chorrazo”. Pero si mencionas mucho a alguien, corres el peligro de que aparezca y allí que llegaba Margot, muy serena ella (me dio la impresión de estar más tensa por dentro que cualquier paciente de dentista). Nos daba su versión de la baja de 4-5 meses que se había pillado y con sus problemas de rodilla. Yo la vi muy recta. Y también nos soltaba que iba a abrir un café con su hermana. ¡Buena suerte entonces, eso, siempre! Pero respondía a Chicote que no lo llamaría “bleds” (o como carajo se escriba) y que parece significar “cómo coño?”, jajajajaja, y ella así lo afirmaba: “ahora tengo todo tu know how Chicote, ya no bebo …“, decía ella con ánimo para su nuevo camino: “te veo mejor desde que soltaste el kalashnikov“. Ahora “soy más tranquila“, “ya no saltas?“, “bueno sí, si me aprietan, sí“, jajajaja, lo teníamos claro. El camino del Jedi no se recorre de un día para otro. Alberto colocaba la placa en el local y esperaba verse de nuevo con ellos en el nuevo negocio de Margot. Lis se despedía agradecida: “el paso de Chicote es lo máximo, ha sido una inyección de vida“, mientras que su chico zanjaba: “aquí ya no hay pesadilla, solo pá lante y sumar“. ¡Ésa es la actitud! Pero antes de ir al tercer restaurante, la integrante femenina de “Pimpinela del Telón de acero” decía desearles la mayor suerte del mundo a la familia (eso sí, con unos ojos guiñados frente al sol sureño que bien podrían haber sido primer plano de mirada de “malo de peli”, jajajajaja).
Volvíamos a la capital para visitar, o mejor dicho, ver por fuera, lo que había sido del “Domine Cabra” tras haber fallecido su fundador, Fernando, a las pocas semanas de la visita del programa. Una lástima. Un local levantado con su trabajo y que poco a poco se había convertido en un abismo de deudas al mantenerlo abierto solo para sus hijos que no tenían (ni parecía podrían) donde caerse muertos si se cerraba. Con otro de los cocineros más marranos que han desfilado por la pantalla, Moha: aquella tabla de cortar repleta de mierda para hacerse un bocata, antológica. La bronca bien clarita que padre echó a sus hijos ha sido uno de los momentazos de absoluta sinceridad de todas las temporadas (al menos, para mi gusto). Les abrió los ojos a los dos, o eso creíamos. Sigo preguntándome por qué no apareció ayer el hermano. Estaría ocupado. Aún así, no sonaría ventajista el decir que casi todos teníamos claro que es de esos programas donde pocas dudas albergas, pero no siempre es lo que parece, véase a continuación “El Edén”.
Alberto se citaba con Alba en la calle y, de primeras, ya veíamos el cambio radical de esta chica: de ser una “choni” a sufrir una metamorfosis con el nacimiento de su bebé y convertirse en una MUJER: “hace un año que no paso por la puerta“, decía repleta de pena, para contarnos que tuvieron que ceder ante la condonación de deuda con el banco a cambio de la cesión del local. Todo, de espaldas al local por serle más que jodido mirarlo. “Lo comido por lo servido de 30 años”, algo que parecía castigarle y mucho: “le fallé a mi padre“. “El programa me sirvió para darme cuenta del sacrificio que hizo mi padre por nosotros aunque no me convirtiera en la mejor hostelera de Madrid“, admitía ella con valor. No todos se bajan de su burro irracional. Un buen ratico que echó con el Chef enseñándole su casa (cómo molaba la cocina!) y que sirvió para que éste comprobara que siempre, siempre, hay gente dispuesta a aprender, como Alba. Esperemos que así sea. Decía que quería levantar algo en memoria de su padre y el de Carabanchel le ofrecía “echarle una mano“, grande. ¡Buena suerte Alba!
Y terminaba el recorrido remember con la visita al “El Edén“, donde tres hermanos mimados y manifiestamente incompetentes debían hacerse cargo de una vez del negocio familiar. “La parches, el community y el doble de John Larroquete” se encargaban ellos solitos de hundirlo todo a pesar de que fue de los primeros sitios donde Alberto se encontró con una comida más que decente en comparación con la “basura” que le daban a probar. Calificativos como “tábanos” o “jetas” se quedaban cortos entonces para calificar la actitud de estos tres descendientes sin vergüenza alguna. Tras “La Zapatería“, si no recuerdo mal, el único que ha lucido el cartel de “SE TRASPASA” en la fachada.
A ritmo de Bowie (“Heroes”) entraba Alberto al local y veía varios cambios: el primero, el “look” de Community Calamity … debería hablar seriamente con su estilista. El segundo y fundamental, el sufrido en el cráneo de Ana: “ahora me llaman jefa y me hacen caso“, decía, tras dejar su adicción a colocarse parches en todo poro de piel descubierta. ¡Menudos momentos dejó también! Aparecía entonces el tercer hermano, José Antonio (“clavaico es!”) ahora con bastantes más canas en la cabeza pero todos mostraron alegría y agradecimiento al ver al Chef.
Ana decía que al día siguiente de haberse marchado Alberto le había dado un ataque de “por mis cojones saco esto adelante” y, por lo que parece, sigue con él. ¡Enhorabuena! En la cocina seguía el mismo equipo, lo que también es buena señal si, se insiste, la comida ya era más que decente. Y mientras que Chicote intentaba recordarle sus pasados defectos ella le lanzaba un “sigues igual de guapo eh?” que parece pasó desapercibido para muchos, jajajajaja. Pero todavía más, Ana mostró valentía sirviendo para la cata conejo con tomate, receta estrella de Angelines, madre del Chef y resultaba estar bien tierno y rico. Momento de subidón que aprovechaba Community Calamity para vender su web y sus cuentas sociales y desvelarnos el gran misterio que rodeaba a su labor en el restaurante desde que el programa pasó por allí: “Lo confieso, ni soy community manager … ni ná!” jajajajaja “soy un simple usuario de Twitter y Facebook“, jajajaja, no te preocupes tocayo, me da que hay centenares que se colocan el “CM” como se atan los zapatos por la mañana. Tomen nota de su nick: @EdenRestaurante “hay que saber venderse“, decía.
La visita terminaba con Ana enseñándole a Alberto el “rincón Pesadilla en la cocina” donde habían colocado varias fotos del rodaje y con los padres de los antaños parásitos más que agradecidos por haber provocado cambio tan brutal en sus hijos. Eso sí, si los highlights de las #gilicrónicas de estos programas petaron, la despedida de Ana anoche fue uno de los top últimamente, jajajajajaa … Embutida por la euforia empezó con un “he demostrado que SÍ SE PUEDE … SÍ, SE PUEDE … PODEMOS!!!“, jajajajaja, a lo que inmediatamente rectifica y dice “pero qué digo, pues vaya una publicidad le estamos dando a éste!“, jajajajaja. ¡Qué piba!
El #gilitheme esta semana cuadró a la perfección con el programa de ayer: Alberto, “el dador de sueños por recuerdos”. Mola mucho ver que la gente sabe aprovechar sus segundas oportunidades … (“Is there a ghost”, Band of Horses). Para los que siguen dudando de si el programa es solo “show” o realmente ayuda, estos programas vienen bien para refrescar y suavizar la dureza mental de algunos. Parece ser que el 80% de los restaurantes visitados sigue dándole cera a las comandas … Porcentaje más que considerable viendo el desastre al que se suelen enfrentar.
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