Tras una entrega remember la semana pasada, volvemos al campo de batalla y esta vez el destino era Barcelona, L´Eixample, donde el hoy Coronel Kurtz se enfrentaría a uno de sus “peores Charlies”. “La Taberneta“, un restaurante de tapas españo-uruguayas y donde puedes calzarte una hamburguesa de brontosaurio o un perrito del tamaño del ariete de un Wampa, todo ello manipulado por Walter “el gigante”, cuya desidia y muy mala hostia a la hora de currar ha puesto al borde del k.o. técnico el negocio que su mujer le montó y que él, poco a poco, se ha ido encargando de hundir: mala comida, mal servicio y una cocina por la que pasar Napalm más que lejía.
La presentación de la crazy crew habitual nos mostraba a Ana, una mujer entregada a la montaña insensible de su marido y donante del negocio, harta de su actitud y de sus modos y al borde de visitar a un abogado que fuera redactando el convenio regulador: “por amor puse todo mi dinero en el bar y a los seis meses nos casamos“. Walter, propietario del ego más estúpido que hayamos visto en temporadas y cocinero (en un universo paralelo): “me han regalado el restaurante por lo buena persona que soy” … sí, justo eso. De primeras no se le caía la cara de vergüenza (la palabra más repetida de la noche junto el camino al orto) al reconocer que de números, proveedores, impuestos y demás, él no se encargaba, que ya tenía bastante con la comida. El garito se había convertido en “uno de los peores bares de Barcelona” y Cristian, el camarero eficaz, lo dejaba claro: “si vieran los clientes cómo hace la comida, no volverían”. Muy buen adelanto de lo que veríamos después. La grasa y mierda se acumulaba en fogones desde hacía años y a pesar de “habérselo dicho 10.000 veces“, el amigo “limpiaba cuando podía … porque no quería“. Juan Carlos, el otro camarero, también nos dejaba claro que a sus amigos nunca los llevaría a tal antro.
Pues allí que a ritmo de “Verano Azul” y en bici llegaba Alberto Chicote. Iba a ser el programa más deportivo al que se enfrentaría viendo la carrerita de después: “la gente no tiene ni tiempo ni dinero que perder … vamos a ver si es una taberna o tabernucha“. Al entrar conocía a Ana, la propietaria, ante la atenta mirada de los múltiples garabatos de sabiduría popular que llenaban la barra: “yo no vengo del oficio“, confesaba y tras darle unas pequeñas pistas de lo que allí pasaba, se materializaba como uno de sus queridos fantasmas Walter “el gigante, Brigada Brutal”. Al escuchar las primeras palabras que su esposa tenía con el Chef, ya se ponía en guardia y empezaba su demostración de lo que es ser un puto insolente y carecer de la educación mínima, excusándose en varias estupideces y, ante todo, en que era pastelero del reino pampero. Viendo el pampaneo, Alberto le preguntaba cuál sería su ideal de negocio y él, como buen uruguayo decía que una “brasería” donde estar frente al público peleándose con el hijo de Vulcano. Claro, claro …
La comanda iba a ir precedida de una invitación a la altura de sus modales: “siéntate y come, joder .. tanta preguntita …“, a lo que el de Carabanchel le espetaba: “a ti no te hace ninguna gracia que yo esté aquí, no?“. Las cartas ya se habían descubierto y Chicote tenía claro el tipo de enemigo al que se enfrentaba. Iba a tocar hundirse en los arrozales para derrotarlo: “el Chicote éste de los cojones, cuestionando gilipolleces“, balbuceaba en la cocina. Echando un vistazo a las paredes nos encontrábamos con una celebrity: Ron Wood “al que solo vieron una vez”. Cristian ofrecía el menú del día y la carta XL al madrileño y éste se decantaba, mientras le aclaraban que Walter iba según “el tiempo”, por la entraña con pimientos de padrón, desechando el calamar “fresco solo para los clientes” y el bikini de 32*32 junto a la hamburguesa de kilo, que finalmente aceptaba Alberto tras comunicarle que el pan congelado se había roto en el montaje. El reto era comerse semejante porquería junto a un litro de cerveza en media hora y así, no pagar. Walter se mostraba orgulloso de sus artimañanas “poniendo 5 huevos en vez de tres” … recursos tenía …
La entraña estaba rica de sabor pero pasada y cortada del revés. El pene de Wampa era basura aderezada con patatas fritas varias veces y la hambu gigante … pues una mierda de idéntico tamaño que se pretendía disimular con litros de chimichurri … “¿Cómo está?“, preguntaba Ana y recibía por respuesta un “grande“, jajajaja. En definitiva, jodidamente horrorosa. Ante tal fracaso de cata, Alberto respiraba profundamente sabedor de lo que podía encontrarse en la cocina. Como así fue. Tras apartar la barra con cuña de puerta de pasillo de la Estrella de la Muerte, empezaba la demostración empírica del concepto “PUERCO“. La freidora negra y grasienta es ya todo un clásico de especímenes similares. Mierda de “2 ó 3 años”, más bien 10, poblaba suelo y techo. “Eso no sale ya“, decía el figura, mientras que el Chef le demostraba que solo pasando el dedo sí salía, sí. Ana se mareaba de vergüenza y asco: “la cara se me cae, se me cae” … ya, querida, pero esas gafas digo yo que estarán graduadas, no? “No has limpiado en tu puta vida“, le decían, pero él seguía vendiendo su moto y dando muestras de su único deseo con el programa: que le limpiaran todo, que se lo reformaran y hala, a correr. No recuerdo tal descaro en cuatro ediciones. Nadie se ha mostrado tan claro en sus ruines voluntades. Una vez más, sin vergüenza alguna. “Eso está lleno de grasitud” (un día de éstos debería plantearme hacer un diccionario de palabros escuchados en el programa, ¿Crowdfunding?).
La tabla de cortar contenía un ecosistema propio adosado cuál rémora, pero él, no lo veía claro. Comenzaba la primera guerra de trincheras entre ambos: “pareces tonto“, “cerdo serás tú” o “si vienes a ayudarme, limpia conmigo“, terminaba el jeta su alocución. Alberto empezaba a desesperarse intuyendo que esto solo acababa de empezar. La misión iba a ser jodida … de aguantar. “Nunca he visto más mierda en una cocina tan pequeña“, concluía para comentarle a Ana que viendo que el vago de su cónyuge se la traía al pairo limpiar, mandaría a una patrulla de asalto a adecentar aquella pocilga.
Y así, al ritmo de la Imperial March (cuádrense!), el napalm hacía el resto. “Ha quedado muy hermoso“, decía el jeta tras sonreir viendo que no había tenido que mancharse uña alguna de más grasa que la que servía en las mesas. “Parece que se podía, no?“, le decía Alberto pero a Walter se la sudaba todo. Solo quería su reforma y a correr. Y entonces llegaba uno de los momentos más … no sé ni cómo calificarlo: el doble en pantalla de Uruk Hai nos desvelaba el background del local. Había sido un “puti club” y en el baño habían asesinado a un hombre para pasar a lagrimear patéticamente confesando que hablaba con su padre por la ouija … (silencio) … todos a flipar … el silencio se rompía con la llegada de Cristian recordando que el servicio empezaba … (otro poquito de silencio …).
Y como era de esperar, todo bajo una descoordinación y mal saber y entender, mientras que el Chef comprobaba el modus archivendi con el que se manejaba Walter, aquél que de números no quería saber nada porque ya tenía bastante con la cocina … el desatascador con los ajos y lechugas junto a un tarro incubador de salmonelosis, un churrasco del color de la dentadura de un Taun Taun hacían flipar aún más al de Carabanchel y producía el estallido del guarro soberbio: “vete a tomar por culo” (la de veces que lo vomitó), “vienes a sacar mierda o ayudar?” o “no me toquéis los cojones mientras cocino, háblame DESPUÉÉÉÉÉS“, berreaba. Valiente cretino. “Pero te ha picado un bicho“, flipaba el coronel. Grito tras grito y empujón tras empujón, Walter el gigante huía de la crítica y la evidencia de su ineptitud y marranería. Al paso del ejército de Saruman rompía baldosas de la calle mientras una y otra vez mandaba a introducirse por un ano a todo aquél que se cruzaba en su marcha. Alberto corría tras él: “no me sigas boludo de mierda“, “coge tu furgoneta y pírate” o “vete a tomar por culo gordo“, fueron algunas de las lindeces que escupió por su gaznate. Ni siquiera las plegarias y súplicas de su esposa sirvieron para que se tranquilizara este impresentable. Ana acababa siendo consolada y abrazada y seguía contándonos detalle de su cárcel diaria: sus padres también estaban metidos en el negocio. El único que no tenía atadura alguna era el que menos debía estar.
Al día siguiente se reunían en su casa para el primer momento patata (o más bien intento, porque anoche, este personaje, fue incapaz de removerme nada excepto ganas de verlo en un ring recibiendo legalmente) y Walter nos dejaba otro show lagrimero: “ese Walter ya no está, está hundido“, decía … me da que ese Walter siempre ha estado, chato. “Se me ha ido hasta la sonrisa” … a nosotros, ni te cuento: “Necesito que me ayudes“, repetía … no, tronco, no. Todos sabemos lo que tú querías. Así que Alberto decidía pasar un rato con él en cocina para motivarlo pidiéndole que le preparara un chajá ya que decía que no había podido nunca demostrar su valía en pastelería. El ratico, lo pasaron: “una hora sin que salten los demonios” … pero no … no estaba todo dicho y visto.
Un nuevo servicio de comida comenzaba y le tenían preparada una sorpresita a Walter: si su ilusión era mostrar su trabajo a los clientes, ahora lo haría y, así, le calzaron una cámara en cocina y un plasma en sala para que todos los comensales pudieran comprobar su arte y gracia a la hora de manejarse entre grasa, mierda, ineptitud y desgana, todo bien sazonado con una educación desaparecida. La sentencia definitiva. A pesar de que Alberto empezó a hablarle bien suave y tranquilo para que no apareciera de nuevo el desequilibrado que llevaba dentro, no le quedó otra que ir subiendo el tono viendo que la plancha, otra vez, repleta de mierda y servida en los platos. El manoseo de la carne a la hora de preparar la hamburguesa repugnó a propios y extraños lo que hizo que se devolviera una por pura “grima” (no me extraña). Los suegros también morían de vergüenza ajena al ver como, lejos de admitir crítica alguna, se plantaba ante la cámara y se pasaba la comanda devuelta por el orto. Flipe máximo. “Eres un campeón, eh? Tus suegros te regalan un restaurante y tú dices que ni les das de cenar”, le decía Chicote al comprobar como de nuevo había entrado en trance y grito tras grito echaba a todo deu de allí. Impresentable donde los haya, sin duda. Tira las comandas a la basura y le dice al Chef que las busque él entre la mierda y de nuevo descarga su batería de improperios: “bocazas, gordo de mierda, eres tonto” … hasta que el de Carabanchel le dejaba claro, por si no se había dado cuenta, que “no servía para nada“. “¿Quedarme por Walter? Ana y sus padres no se merecen la que les ha caído“.
Así que le pedía a Ana que reuniera a todo aquel que había sido importante en la vida del orco desde su llegada a la ciudad y no se le ocurría otra cosa (imagino que porque no habría nadie más que aguantara a semejante tipo) que traer al cura que los casó, a sus suegros, a su antiguo jefe y a su hermano. Estos dos últimos se encargaron de ponerle las pilas repitiendo palabras como “inaceptable” o “vergüenza” (trending topic de la noche!): “se ha dejado mucho“, decía su antaño capataz. Y él terminaba su ininteligible alegato con un “solo pido una oportunidad” … tras una nueva exhibición de llantina infame.
(“Fly”, Ludovico Einaudi) El equipo de REFORMAZA se encargó de exterminar ese arrozal de mugre y convertirlo en un pedazo de garito (como es habitual). La emoción mostrada por el gigante poca apertura de poros me produjo. Bueno sí, de indignación continua. Ana se mostraba contenta y alegre pero cada vez que miraba por el rabillo del ojo veía … lo que veía. Pobreta. “Walter ha demostrado al menos que tiene ganas“, decía Alberto en lo que claramente era un error de guión puesto que, esta vez, no había demostrado nada fuera de “JETISMO” reafirmado por él: “tengo el miedo del que empieza algo nuevo … bueno, que estoy agobiao ya!“. La NUEVA CARTA hizo que “recenara” por las retinas, como cada semana. ¡Qué hambreeee! Así, a la inauguración, acudía @MarcTopChef, testigo directo del caos organizativo. Juan Carlos se peleaba con la técnica lo que hacía que fuera Ana la única encargada de anotar comandas. La lentitud se adueñaba nuevamente del riego sanguíneo de Walter y, a pesar de las arengas de Chicote, tuvo que ser Cristian el que ejerciera de Jefe de Cocina y muy bien, por cierto. Una prueba más de que no siempre está al mando el más eficiente. Pero ser el subordinado no pareció importarle al figura. De hecho, se le vio cómodo dejando la responsabilidad a otro. Tal vez ésa sea la solución: que seas el currito, te manden y te calles.
Acababa bien el último servicio gracias a la labor de Cristian y llegaba el momento de la despedida: “Ojalá hubiera más gente como tú, Ana … mis respetos” (a pesar de no “venir del negocio”, la tía se remangó y pringó cuando hubo que hacerlo, no como su maridito). “Has demostrado un arranque y valía fuera de serie … GRACIAS“, le dijo a Cristian (sin duda la única luz que se vió). Mientras que a Walter le dejaba claro que no había hecho nada y que otros habían levantado el servicio por él … “tú verás” … y al contrario que su mujer que se mostraba agradecida al programa y a Alberto, él dejaba otra de sus perlas: “a Chicote lo he terminado queriendo, pero de tanto quererlo me ha hecho falta más tiempo para quererlo más” … o algo así … me da igual … Lo que tengo claro es que si ese tipo sigue ahí dentro y de ese modo … ¡Ana! Te preparo el convenio en un pis pas. ¡¡Mucha suerte!! Y, sobre todo, fuerza y ánimo con ese tipo. (Eels, “Mr E´s Beautiful Blues”)
Los Highlights de anoche bien podrían resumirse en “vete a tomar por culo” o “vergüenza”:
– Ver a Alberto Chicote en el programa más deportivo de las cuatro ediciones: ciclismo y “caza al Uruk”. Cada vez la cosa se pone más exigente.
– Sin duda, el crossover con “Crónicas carnívoras” … solo falta el cameo de Ramsay! La aparición de Marc Joli también le dio un toquecico ahora que la tercera temporada de Top Chef se encuentra en pleno rodaje.
– la profesionalidad de Cristian, qué crack el tío: “tú sabes de esto, eh?”, le dijo el Chef.
– “quieres que limpie toda esa mierda con una puta espátula?” … buen resumen de la dureza facial de Walter …
– el momento WWKitchen entre “Walter el gigante” y Alberto Chicote. No sé cómo puede aguantar que semejante escombro lo zarandee de ese modo. Sí, ya sé que es su curro, que es tele, y todo lo que queráis … pero “el concepto, es el concepto”.
– la banda sonora que cada día se supera … habrá que estar atento a la publicación de la “list”.
– el momento espíritu de puticlub …
– la persecución del Uruk Hai …
– el don de palabra de Walter “el gigante”: “gilipollas, gordo, boludo, vete a tomar por culo, cojones, bocazas ...”
– “SIN ORGANIZACIÓN, NO HAY NADA” … “Ooooorden en casa!”.
– “ya puede llegar la III Guerra Mundial que Walter no se alteraría” …
Programazo que pasa a engrosar el top 3 de súper villanos de las #gilicrónicas: “El Hulk del Rocío“, “Walter el Gigante” y “Annie Wilkes” … ni en Arkham habría sitio … ¿Y para vosotr@s? ¿Cuál sería vuestro “top 3”?
¡Gracias a tod@s! Esta semana el contador pasó del medio millón de pinchazos … ¡Muy grande!
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Seguirá abierto el garito o no?? Si sigue, será con el bicho bien lejos…
Un saludo!!
Pues parece ser que sí estaba abierto … corrió algún tuit el mismo miércoles noche … pero en este caso apostaría por el refranero sabio popular … “la cabra siempre tira al monte” … Más vale por su mujer que no …
Saludico!
Recomiendo interconsulta con Psiquiatria, para walter, personalidad border line, necesita tratamiento y consulta psicológica regular… para trabajar el local.. no vale.. Ana, evita quedarte embarazada y mi recomendación: en una palabra: Divorcio