Segunda entrega del programa en Ibiza para reflotar uno de los sitios más fumeta fashion en los que ha tenido que trabajar el Chef. Restaurante de comida orgánica y ecológica donde se pregona el amor, la espiritualidad y la paz en el mundo regentado por Ailén Varela (26 añitos) y su hermana Aneley (23), ex modelos y que montaron este proyecto de clínica vegetativa con ayuda del antiguo novio de la primera que le hizo un “regalito” de 200.000 euros. Bueno, en realidad luego nos enteraríamos que lo que le puso fue un pisito y ésta lo vendió para montar este sinsentido. El peyote que queman por incienso hace que la familia no entienda realmente la situación de caída en picado que vive el restaurante. Junto a ellas, el novio de la primera, Nuno, ex futbolista nómada y ayudante de cocina del “chefecito” sin abuela, Mario “il creatore”: “creativo, original e infalible“, se calificaba: “hoy me levanto Picasso y mañana Dalí” (siempre acompañado de la cuña de “los cisnes“). Sin olvidar al padre “Focker”, Alberto el “dador de libertad contemplativa”, residente en un plano paralelo al de su otro hijo, Elián, en continua conexión con Gaia a través de los callos de sus pies y que le da como inspiración creativa para sus flautitas, saleros y estrellas de pared a la Ayahuasca, ahí es “ná”! Y como suele ser habitual en un desmadre semejante, la madre, Marisa, que mantiene los caprichitos de sus nenes pero que ha llegado ya al límite del prestamista. Esto era lo que había en el “Yatiri” (el chamán de la tribu).
Tras cansarse de viajar y que le invitaran a todos los “saraos”, la hija mayor decide montar este restaurante siguiendo la franquicia de su padre que regenta uno en Madrid y, por lo que parecía, con éxito, solo que, una vez más, la realidad nos demuestra que jugar a las comandas sin tener ni puta idea no suele ser muy efectivo. “Como no sé qué va a pasar, pues no me preocupo“, decía el filósofo paternal sabedor que ni un duro de los tirados al retrete salía del bolsillo de sus bombachos sino de los ahorros más que extintos de la matriarca del clan del peyote feliz. ¡Ojo! Al menos se agradecía no escuchar gritos continuamente. El programa no podía empezar más (me cuesta encontrar un calificativo) surrealista: el artista de la familia era quien había solicitado el auxilio del programa y citaba a Alberto para que éste comprobara sus dotes de nado, más parecidas a un manatí durmiente que a las de un tio con todo el puto tiempo libre del mundo para haber pulido su técnica.
“Perdona que no te abrace“, jajajajaja, le decía el madrileño y en la primera demostración de cómo mirar desenfocado, éste, nos contaba que sus hermanas, experiencia, cero, para, acto seguido, sacar un flautín construido por él y rasgarnos algo más los tímpanos: – “ah, que los haces tú? y tocabas en el restaurante?” – “sí” (cara de emoción) – “me lo imaginaba“, jajajajaja. Al restaurante que se dirigían y en cocina ya temblaban: “ahí está Pacote, el puto amo“, advertía Mario. De un primer vistazo al garito hay que decir que no estaba mal, realmente, bonito era. Tal vez le sobraran los trabajos manuales del hermano (90 €/8h de curro para una estrellita psicodélica) y algún que otro detalle como las frases de la felicidad espiritual de la paredes (“así, comen también con los ojos“, decía Ailén) o los cojines para comer: “eso es muy incómodo“, decía Alberto.
La inspección de la cocina nos mostraba un lugar de trabajo limpio y organizado, como una cascada del Amazonas. “Aquí servimos todo fresco … casi siempre“, le contaba el jefe de cocina a Chicote antes de sentarse y comprobar que, la carta, abrazaba lo vegetariano, vegano, ecológico y cárnico ilustrada con más adoraciones al buen rollismo: “todo un batiburrillo“. La comanda consistiría en un tartar de champiñones y aguacate de 13,90 eurazos que era “aburrido y soso” a más no poder: “tal vez con pan esté mejor, solo …”, decía la propietaria. Una hamburguesa de garbanzo y lentejas que Alberto no se comió por “MALO” y por “guarrada“. Y un carpaccio de calabacín dibujado cuál camiseta de Woodstock y cuya elaboración se reducía al diseño puesto que todo estaba crudo: “como comerse un calabacín a mordiscos“. Enseguida comprobaríamos la creatividad inducida por el peyote en los saleros dibujados por Elián: “se metió una fumadita de más, no?“, jajajaja, decía Chicote al ver que en los dos tarritos figuraba la letra “S” (olvidando la pimienta). En definitiva, todo un despropósito. Así, las hermanas confesaban estar más que perdidas y miedosas y estar palmando pasta mes tras mes por no haberle hecho caso a su madre y sí a su padre que les invitó a lamer ese “caramelo envenenado“.
A la hora de centrar quién manejaba la cocina y construía la carta pudimos comprobar que allí era todo un caos. Nadie asumía responsabilidad y Mario “il creatore” escaqueaba el bulto de toda ráfaga de profesionalidad que le llegaba. Empezando con no tener una función fija sino variable dependiendo del día “para no aburrirse” y siguiendo por preparar los platos según leían sus retinas y no por tiempo de preparación. Y en ésas que iba a hacer su aparición el padre: “hombre, tú eres el ideólogo de todo esto“, le decía el de Carabanchel y éste respondía hasta tres veces “el padre“. ¡Cómo me ponen los contradictorios del karma desequilibrado! Más tarde se encargaría de presumir de que “no actúo como padre, sino como persona“: “ellas son libres, yo no les doy su libertad, es suya“, lo que en idioma del sin espíritu de a pie significa: “me importa tres cojones que te hundas aunque lleves mi sangre y apellidos”.
Tras quejarse Mario de que el risotto tardaba mucho en preparase y echarle la culpa a las chicas de que no convencían a los clientes de qué comer en primer lugar para no ir extresado en fogones, ni corto ni perezoso emplataba en seis minutos ante el flipe de Alberto. ¡Nos ha jodido! Con el grano ya recocido. El plato conforme salía, entraba en cocina. Con cuatro mesas el caos era insuperable y los primeros clientes se piraban desesperados y sin comer. “KaiChef“, el “chef mono” iba a rebautizarse inmediatamente como “el JETA CHEF” por Chicote. ¡Menudo pájaro! Y entre tanto despropósito llegaba Marisa que tras saludar efímeramente al progenitor cantaba como Joselito ante todos: “tú les dijiste que esto era un chollo” a lo que él se defendía con su “es su destino“. El maestro Jedi le dejó bien claro lo que todos pensábamos en nuestros sofás: “menos mal que no tengo un padre como tú“, ¡Zás! Su última aparición ante cámara era para sentirse herido con un “me he sentido señalado, pero no siento culpa“, y se volvía a pirar a la capital. Con sus cojones bien espiritualizados.
El Chef se reunía con madre e hijas y aclaraban el castañazo monetario que estaba soportando la primera tras el derroche de sus descendientes en año y medio de gestión. Entre lo que les fue poniendo y los créditos pedidos, la púa ascendía a 110.000 euros, uno detrás de otro salido del bolsillo de Marisa. “Aquí hay que hacer un esfuerzo personal y no solo económico“, les decía Alberto antes de llevarlas a una clase exprés en la terraza del casino de Paco Roncero (al hilo de la próxima temporada de Top Chef) donde se les instruiría en la recepción y atención de las mesas y cómo vender el producto. Inciso: me pone muy pero que muy tenso la gente que te contesta a tu respuesta repitiendo lo mismo pero preguntando: – “hola, para comer?” – “sí, somo dos” – “sóis dos¿?” … ¡Vuelvo! Con ellas “servidas”, era el turno del cocinero en funciones. Nos enseñaba a preparar unos raviolis de calabacín y queso de cabra con los mismos ingredientes que el despreciable carpaccio crudo de antes y les decía que en el siguiente servicio sería lo que venderían. Pero claro, el amigo Mario tenía que sufrir su “ataque de entrenador” y cuando Chicote regresaba para el servicio tenía ya los raviolis pasados por la sartén y fríos como genitales de un Taun Taun. Antes del servicio se había repartido unas tarjetitas para calificar el servicio pero no haría falta leer su contenido: no cambiaban platos ni cubiertos, tenían a los clientes secos, un bloqueo absoluto con diez comandas, Mario no se enteraba de nada y el fantasma del Titanic se manifestaba. Eso sí, “il creatore” decía que el resto no estaba preparado para soportar esa presión … aaaaaah, y tú sí, no? “Vaya un DESASTRE de categoría, ¿de verdad pensáis que estáis capacitados para llevar esto? Los cinco no sacáis ni un puesto de castañas … llama a tu padre y díselo de mi parte“, era la #fraSentencia de un agotado Alberto.
Ailén se mostraba afectada por el palo dialéctico recibido: “no me gusta que me aplasten” antes de partir hacia el puerto (no deportivo) con el Chef a fin de recibir una lección de ESFUERZO, no sin antes dejarle claro que a él no le da gusto el decir verdades que jodan. “Esto de los pescadores, no sé, les tiene que gustar, porque si no …“, decía la amiga tras contarle Alberto la jodida vida del que faena en la mar. Esta gente que vive en dimensiones paralelas de felicidad (y pasta, no lo olvidemos) me saca de mis casillas. Esperando la llegada del pesquero para descargarlo surgía la pregunta del cráneo de la empresaria: “pero están vivos?” … jajajajaja … a lo que, en un nuevo alarde de paciencia Jedi, el de Carabanchel le contestaba: “pero cómo van a estar vivos fuera del agua?” … jajajaja … “están muertos?“, se cuestionaba aún … “claro, (coño!) fresquitos!“. Pero no iba a acabar el embutirse de aroma de pescaíto para las dos: una vez descargado iban a aprender a limpiarlo, lo que hacía estallar la crisis de la hermana menor: ni se acercó al animal, solo lloraba desconsolada por ver cómo se prepara un animal que horas más tarde seguro no tendría reparo en meterse en el gaznate. Pero claro, pena le daba … mucha … en fin … La lección era evidente: “sin esfuerzo no hay nada … nada viene caido del cielo y a veces hay que hacer lo que a uno no le gusta“.
Mientras tanto, el equipo realizaba la REFORMA del local. Esta vez, la demolición no fue total ya que es cierto que el restaurante no estaba mal de primeras, pero había que eliminar las fuerzas ancestrales oscuras que allí habitaban y, como cada semana, el trabajo resultó ser espectacular. Elián, tras dejar la colilla de su medicina en la entrada, nos daba una nueva muestra de las imágenes que realmente llegan a su cráneo: “es como cuando un pintor loco te invita a su casa” … jajajajaja … siempre mirando a una cámara que solo él veía. ¿Y qué decir de la NUEVA CARTA? Pues que esta vez, el esfuerzo intelectual para conjuntar gustos y futuro en este lugar tuvo que ser de aúpa. El resultado, a salivar como cada miércoles a esta hora. Los gestos de alegría y agradecimiento iban en conjunción con la temperatura sanguínea de esa familia: cuasi inalterable. Y para el ÚLTIMO SERVICIO y como señalaba @weezermij el programa les regaló la mejor promo hasta la fecha: una convocatoria de los medios locales.
Con la primera mesa, primer lío de comanda. Mario parecía no acordarse de nada de lo supuestamente aprendido y no paraba de ojear el recetario y pelearse página arriba, página abajo buscando qué ingredientes llevaba cada plato. En sala, clientes sin atender y en cocina, “il creatore” que no hacía ni puto caso a una sola de las indicaciones de Alberto: ni empezaba con la ternera, ni metía la empanada en el horno … “no puedo decir nada“, decía quien había pasado de “Cisne a Criatura del Lago”. Hasta que, como ya hemos visto anteriormente, el que en principio es el currito toma los mandos ante la ineptitud de su jefe. Nuno dio un paso al frente y se puso manos a la obra sacando los platos que gustaron y mucho a los comensales: “me parece estupendo haber descubierto una persona así a mi lado“, decía el antaños jefe de cocina pero sin un “tal vez debería plantearme que siendo el único que cobra …”.
La DESPEDIDA (“Perfect”, Smashing Pumpkins) fue bastante fría esta semana y creo que no podría haber sido de otro modo viendo el pampaneo y el escaso torrente sanguíneo que les pasaba por las venas espirituosas. “Mario, falta un huevo macho“, le dejaba claro Alberto y, visto y leído, nunca llegaron a ese “huevo”. El negocio se encuentra con el apellido “SE TRASPASA“. Lo que deberían hacer ahora ambas hermanas (al del peyote lo dejaría con su conexión terráquea) es plantarse en el garito de su filósofo progenitor y esposarse a la puerta hasta conseguir un empleo a su medida.
Esto fue lo que leí de Mario tras el paso del programa: «Soy creyente y pedí ayuda a Dios, pero pensé que me había enviado al diablo. Pero ahora tenemos una entidad que nos faltaba». Duró poco. Una pena pero el ácido es mejor tomarlo en pequeñas dosis. Y esto, lo que Ailén declaraba: “El diseño de su carta no tiene precio. Hemos recurrido a él para salvar nuestro negocio y nos ha dado algo mágico“. Eso sí que no lo dudo.
Highlights hubo y muchos. Cada semana me cuesta más quedarme con unos pocos puesto que el programa se supera. ¡El censo de personajes de esta cuarta edición es digno!
– Sin duda, la intro de Elián, de las más grandes, si no la más. Jajajajaja … sus miradas de “acero azul” a vete a saber dios dónde, tremendas: “la tierra es tierra y yo cuerpo, cómo me voy a separar de ella por unos zapatos?” …
– Las continuas perlas de sabiduría inducidas del padre de los chicos … Qué bien se les da a algunos maquillar su puto egoísmo bajo el manto del libre albedrío del alma … “Qué terapia eh?!“, era lo único que se le ocurría decir a su hija que le demandaba más cariño y apoyo.
– “No hay culpables, solo responsables“, diciéndolo mientras huía directo al avión al estilo “Snatch”.
– El momento clase de biología y adaptación al medio del puerto …
– El arpa a la que Elián se abrazaba mientras en su familia estallaba la guerra de reproches … qué felicidad …
– Y la conclusión dirigida a las nuevas generaciones: “Sin esfuerzo, no se consigue nada“.
Poco nos queda ya de temporada … para mi, seguramente, la más completa en todos los sentidos.
GiliConcept Art & Writting by @disparatedeJavi
GiliMontaje Carátula by @silviacalavera
El planchazo del gurú que nada hacia la costa y cuando terminan de verse en la “burbujainvernadero” del paraíso a volver al barco que a saber a donde a ido. Y la que llevaba la pluma de pájaro por pendiente(que supongo que se la cedió amablemente sin tener que quitarse el pijama), descubre por primera vez que hay cosas que se mueren sin recibir la extrema unción y no necesitan mirar hacia la meca.
No me acuerdo mucho del capítulo, pero que bien se vive cuando se vive bien y el paraíso existe hasta que te despiertan.