De esos momentos que, al recordarlos aporreando este teclado, solo me empujan a empezar diciendo GRACIAS. Un murciano iba a la corte manchega del Restaurante Azafrán para ofrecer a los afortunados que asistimos un “cuatro manos” que tardaremos en olvidar. Teresa y Julio consiguieron el cartel de “Sin reservas” y demostraron con creces por qué.
Nada más entrar por la puerta, Lourdes me recibía con un detallazo con el que me responsabilizo, a partir de ahora, a poner la mínima parte de cariño que desprende ese mandil personalizado cuando me pelee con los fogones. Lo siguiente fue conocer a Santi (@sitioparapostre). Todo un “histórico” en mi TL. Un tipo grande.
Mi chica y yo nos sentíamos como en casa. Mi debilidad. Ansiosos por probar el menú preparado empezábamos con unos aperitivos de ésos de los que puedes comer ingentes cantidades sin pestañear todo ello marinado con una cerveza artesana rica, rica.
Que reciban a un hobbit así, no tiene precio. El crujiente de masa madre y esas cortezas supremas de “empezar y nunca parar”.
Hay una frase de Julio Velandrino que es el mejor resumen que puedo hacer de los distintos panes que Teresa nos ofreció: “sus panes son platos por sí solos“. Amén. Estáis leyendo a un “no panero” declarado. Este finde he dejado atrás esa estupidez.
Mezclada esa torta de aceite con cerveza y miel con las mantequillas caseras la boca empezaba a salivar y se preguntaba como algo tan aparentemente simple podía encerrar esos sabores tan adictivos.
Solo que con el pan de mosto y queso manchego los temblores de gusto se hacían más evidentes en las caras de los comensales.
El “plato sorpresa” creado por ambos fue “Bacalao atascando burras en La Mancha“. ¡Menuda mezcla espectacular del pescado con el clásico manchego! ¡Qué bocado! Podéis inventar cuando/to queráis … pero no olvidéis avisar! El siguiente plato iba a salir de las manos de Julio y seguro que os sonará. “Cremoso de queso machego, anisados y acelgas bordes” … delicioso. ¿Para qué deciros más? La fusión de sabores con esa fuerza del lácteo castellano, acojonante. El paladar iba retorciendo a la neurona mensajera del placer pidiendo más. Y a fe que lo tuvo. Una creación del murciano basado en el humo que, por cosas del montaje final, creimos que pasó con más pena que gloria por Top Chef al ni siquiera pronunciar Paco Roncero una sílaba. Con este manjar debería haber entrado el primero en el plató del programa: “Humo, patata, yema de huevo ecológico y setas” … aún tengo en el cráneo, fosas nasales y boca su sabor. Sencillamente, espectacular.
Las mollejas es algo que produce un pánico insostenible en muchas personas. Las que Teresa nos sirvió el sábado … deberían ser patrimonio de la Península (“Escabeche templado de verduras y mollejas de cordero … y Fuuuuuuá!“). ¡Qué delicia! La delicadeza de tratar un producto con un sabor tan difícil de domar fue otra comidilla de los afortunados con las nalgas allí sentadas. Tremendo. “Arroz caldero, crucíferas y alioli vegetal“. Soy murciano y esta versión de Julio solo se puede definir de un modo: “el caldero de Julio”. Espero tener ese plato pronto más a mano y perpetuo. El Mar Menor y un trocito de huerta en el gaznate. Una coherencia difícil de entender para más de uno por aquí, seguro. Y, para terminar el desfile de sabores y fuerza de los platos, una “Presa ibérica en adobo de orza y castañas” que para los carnívoros sin solución como el que suscribe fue un momento de silencio y reflexión degustándolo sin articular sonido alguno que no sonrojara a alguien que no te esté viendo. ¡Viva la castaña!
¿Y qué es una cena sin un postre grandioso? Teresa bautizó como “Homenaje al limón murciano” un “señor postraco”. ¡Qué sutilidad a la hora de tratar el ácido extremo de nuestro fruto! En varias texturas y con una quenelle que equilibraba (si hacía falta más) esos sabores. Me repito, sí. Deliciosamente cariñoso. Los chocolates para el café perfecto cierre para cuadrar sabores en boca y que me hizo empezar a reflexionar en cómo de rápido se pasan esos raticos en los que solo puedes parar de sonreir de felicidad. La delicadeza, cariño, potencia, coherencia y honestidad que degustamos en la cena servida por estos dos COCINERAZOS vamos a tardar en olvidarla … imagino que hasta la próxima vez que decidan regalarnos un nuevo encuentro … al que me apunto con los tobillos rotos. Si no lo hacéis vosotros os estaréis perdiendo una oportunidad de conocer de primera mano el trabajazo que realizan estos dos pequeños geniecillos juntos. GRACIAS.
Pero aquí no terminó mi suerte, no. El domingo volvimos a sentarnos a la mesa de este pedazo de mujer. Y una vez más no puedo resistirme a poneros la dentadura afilada diciendo que debéis marcar con una “x” vuestro cuadrito de deseos culinarios.
Es la segunda mujer que me enamora hasta la médula dándome de comer y acogiéndome en su casa haciéndome sentir como ahora mismo al escribir en mi morada.
Y cuando me enamoro me invade el ansia por volver. Si ya me vi al cupido relleno la noche anterior, el domingo terminé de pirrarme por su trabajo y su personalidad.
El paté de corazón de pichón nos volvió a enganchar a la sinrazón de gusto de hacía pocas horas. Cremosidad y delicia pura. Cuando llegó el “Lomo de orza, alioli y salmorejo dulce” el paladar retomaba su labor de mensajero craneal: “prepárate que vas a seguir en pleno estado de felicidad”. “Empanadilla de salón de cordero” y cómo aportar a tu cocina cualquier aprendizaje que haya pasado por tu vida. Esas especias tratadas con una delicadeza increíble. Pero cuando entró en mi boca el “Ajopringue de matanza” … una mirada de todos los que estábamos allí de unanimidad: ¡qué pasada! ¡Qué modo de fliparnos! “Patatas, manitas de cerdo y jugo de trufa” me dio de lleno en la línea de flotación y el “Gazpacho patrimonio de la humanidad” terminó en éxtasis. Un sabor simplemente espectacular. Tradición volcada en puro amor por lo que hace.
Y no exagero. Cómo llevarte cogido de la mano tradicional sin atascos ni ataduras sentimentales de estancamiento. Solo avanzar sin olvidar. Jodidamente espectacular, insisto, para ser literal.
Un pan con vainilla que aún tengo en la cabeza … un nuevo plato que pedir … más bien rogar. Ese “sorbete de sandía” final … lo que necesitaba. Podría seguir escribiendo y escribiendo la catarata descontrolada de emociones y sabores que, primero juntos y, después, en monólogo me han regalado estos dos grandísimos COCINEROS. Unidos por mucho más que haber abandonado antes de tiempo Top Chef, están llamados a dar mucho que hablar. Estoy seguro. Un trabajazo repleto de cariño como el que ellos despliegan no puede quedar nunca sin fruto. Y ellos van a seguir recogiendo de su huerto de felicidad a regalar.
GRACIAS Teresa y Julio. Ya me tenéis ansioso. GRACIAS también a Manolo por ser así. Y GRACIAS a Lourdes y Rosa, Marisa, Lidia, Oksana y Mihaela, un auténtico equipazo.
No hace falta que os repita que … Volveré!!
Disculpas por si alguna foto no hace justicia. Si créeis que no la hace, es porque ninguna lo hace realmente.
@disparatedeJavi
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