Ya el año pasado me quedé con ganas de acercarme a este nuevo concepto de chiringuito en La Manga. Y no es que “La Cangreja” haya descubierto un revolucionario nuevo estilo pero, que lo haya instalado en mi amado cada vez menos paraíso, sí. Los tenderetes que hasta su llegada se montaban eran los clásicos para hidratarte tras estar disecando tu piel bajo el sol: caña, tinto de verano y poco más.
En “La Cangreja” podemos encontrar ganas e ilusión por desmarcarse de todo lo que en la mente del dominguero cabe al escuchar la palabra “chiringuito”. Ganas, ilusión y gusto, tanto en los pequeños detalles que conforman el atrezzo del local desmontable como en una escueta pero acertada carta. Las complicaciones innecesarias suelen traer disgustos.
Pues allá que fui temiendo porque el viento de Levante que había hecho colgar la bandera roja en los torreones de nuestros altruistas vigilantes nos fastidiara el momento. Suerte hubo, amainó y por ese lado pudimos estar “más que a gustico”. Tenía claro cuál sería mi comanda. De oidas, de lectura y de querer saber, mis ideas se centraban en probar uno de cada de los platos fuertes.
Lo primero que llegó fue el “Bultaco pibil” de rabo de toro. Minutos antes me había cruzado a un amigo que había comido aquí el mismo día y le pregunté si había algo en carta que apaciguara mi ansia de capsaicina … Me dijo que este taco podría, al menos, calmarla sabedor de mi obsesiva necesidad de picante diario. No fue así. Su toque lo tenía, sin duda, pero mis niveles de tolerancia y adicción a que me arda la lengua son elevados para lo que se suele entender como “normal”. Eso sí, el rabo perfectamente tierno y el sabor de todo lo allí vertido equilibrado y, lo más importante, RICO. Habría repetido sin pestañear.
Turno para otra de mis estúpidas debilidades: los “baos”. “Mr. Duck” fue el elegido y a mi vera, el “Club“. Correctos. Una descripción tan detallada de los ingredientes en la carta hicieron subir mis expectativas de, como diría un buen amigo, “Rock and roll“. Suave para un bocado que, a mi entender, debe desprender contundencia viendo la preparación que se nos traslada en letras. Algo parecido sucedió con el de al lado. Corrección, calidad pero no llegaba a la meta de lo esperado viendo escrito “ajo negro” o “anchoas”.
El postre sería una hamburguesa de buey “Harry” para compartir. Al menos, el que pensaba que sería único fin. Habría segundo postre. El primer bocado te deja claro que en “La Cangreja“, la calidad del producto, la cuidan. Eso, durante toda la cena, lo tuve meridiano en mi mal tratado paladar. Con la hamburguesa lo ratifiqué nuevamente. Tanto el pan, como la carne y guarnición en su perfecto punto. Pero la salsa que la acompañaba (“Salsacas”, las llaman) no le daba ese hostiazo o subidón que entiendo deben dar siempre las salsas.
Mis acompañantes pidieron unas “Natillas oreo con fruta de la pasión” y un “Mousse de chocolate con dulce de leche” que saciaron el ansia de azúcar de éstos con creces. Sencillos pero muy efectivos y contundentes. Si los pedis, recomiendo compartirlos. Una persona que engulla uno de éstos tras lo anterior podría hacerse La Comarca – Mordor sin pan élfico.
La cena había terminado y a mi me quedaba la sensación de haber estado muy bien. El servicio amable, atento y cercano. Gente joven con ganas de hacerlo bien. El entorno, más que adorable para un manguero de toda la vida como yo, cenar bien junto al Mediterráneo. El precio final acorde a todo ello. No pretendas un precio ajustadísimo en un local de este tipo pero sí uno bastante equilibrado finalmente, bajo mi opaca perspectiva. En definitiva, un sitio que me alegra exista en La Manga. Mis últimas experiencias por allí prefiero no recordarlas. Aquí, el engaño sobra y la ilusión se traslada a la mesa sin duda. Si revisaran esas salsas para subirlas un punto os diría que pase un “casi perfecto” ratico. 😉
Volveré.
@disparatedeJavi