#SoyCasquero y siempre lo seré. Han pasado ya más de tres años desde mi visita a “La Tasquería” de Javi Estévez. Recientemente condecorada con una Estrella Michelín volvió a regalarnos lo que desde siempre ha macerado para el cliente: sabor y mucho cariño. Aquí, la #gilicrónica de una vuelta ansiada.
Cuatro amigos alrededor de una mesa dispuestos a deleitarnos con el exquisito trato que Javi da a este producto cada vez más aceptado por el comensal. Tras el ya inmortal aperitivo de bienvenida y los dos primeros tarros (perdiz y pisto con bacalao) que abrieron aún más el apetito y ganas que llevábamos, pasamos a nuevos platos para mi: “Lengua, Vitello, alcaparras“, su versión del clásico italiano que voló del plato entre sonrisas y movimientos de carrillos. Lo siguiente que desfilaría para nuestro gozo y suspiros fue un “Taco de cuello de cordero” que, sinceramente, es de los mejores que he probado. Sencillamente delicioso. De esos platos que piensas “si me queda hueco, repito”. Acidez perfecta, cocción idéntica. “Sabores pinball” que te hacen disfrutar de este bocado a lo grande. De uno a otro sabor y textura pero todos conjuntados como un desfile de la Guardia Real Británica. No dejéis de pedirlo en vuestro menú.
Y, ¿si no quieres sesos para qué vienes a “La Tasquería“? Pura crema craneal lacada la que nos regaló Javi. El plato volvió a cocina como si nada se hubiera servido sobre él. Alguno de los amigos confesó no ser una de sus debilidades … hasta que los probó. La panera se quedó corta. Todo aquel día iba in crescendo. Y así llegaron los “Rabitos V.2 y anguila ahumada“. No sé vosotros pero yo había probado otra serie de rabos (ojo con la mirada sucia) pero el del puerco no y, a partir de aquel día, pienso buscarlos allá por donde se mueva mi paladar, aunque no sean como éstos. En dos texturas resultaron ser otro de los top de la comanda. Un bocado-pasada.
Teníamos claro que nuestro pre-postre serían sus callos, de los mejores de Madrid y no lo digo yo, por si os sirve de algo. Como sabéis de mi adicción a la capsaicina pedimos “nivel 3”. Aún así te los sirven con unas pequeñas pipetas con algo más de picante para rematarlos al gusto. En mi lado de la cazuela vacié la mía. Otro recipiente que daría poco trabajo a la partida de fregaplatos. Imposible cansarse de esta maravilla tradicional.
Pero si el banquete casquero nos dejó a todos encantados. no iban a ser menos los postres. “Queso, queso y queso“, en el orden indicado y con una copa de vino ecológico, el primer broche de oro. “Chocolate, avellana y cacao” para encantar a los más dulzones y (aquí mi suspiro profundo) la “Milhoja, pistazo y yuzu” con el que gemí cual Sally frente a su sandwich de pastrami. Un cierre jodidamente perfecto.
Todo suma, claro, pero “La Tasquería” de Javi Estévez ya gozaba de una estrella bien reluciente desde su apertura. Un astro que desprendía luz, cariño, magnífico hacer e ilusión. Así lo pensaba en aquella #gilicrónica de 2015 y, tres años más tarde, lo vuelvo a ratificar/disfrutar: “¡enhorabuena y muchísima suerte siempre! Aunque, visto lo ingerido, la suerte va a ir de la mano de tu esfuerzo, cariño y dedicación. Seguro”.
Sin ruido, sin estridencias, solo con cocina y un aderezo de perfecta sobriedad que seguirán haciéndole crecer y, a nosotros, con él. Su estilo, “Quiet Man”.
No puedo dejar de mencionar a la sala. otro activo más que te hace sentir en casa, algo tan manido pero, para mi, igual de fundamental que siempre. Me toca volver con mi chica que ya se está poniendo demasiado celosona.
GRACIAS por otro de esos raticos. Ésos.
Estáis tardando.
@disparatedeJavi