Buen día se había quedado el sábado en Murcia para ir a comer a la huerta o, al menos, cerca de lo que antes lo era. “El Mochuelo” me pareció una muy buena opción. No lo fue tanto. Aquí una pequeña #gilicrónica sobre cómo se juega peligrosamente con la desidia y la ignorancia hacia la mínima excelencia en tu trabajo.
Vaya por delante que, en lo que respecta a estar “a gusto” no tuve queja alguna. Decidimos comer en el pequeño patio interior junto al pavo (o pava) real que nos aceleró el ritmo cardíaco en más de una ocasión con su berrido de reclamo sexual o de hambre, vete a saber. Fresquitos y tranquilos fuimos con la idea de engullir un buen pollo a la brasa pero el concepto “buen” no apareció.
La comanda simple y sencilla: un plato de embutido (clásico del Mochuelo) que incluía jamón (escasísimo), chiquillo murciano, longaniza, chorizo, queso … perfecto para calmar la hambruna ansiosa con la que llegamos. Eso sí, obviamos los detalles que evidenciaban no haber sido cortado al momento. Antes incluso lo acompañaban de almendras. Los platos de papas fritas y huevos que pedimos para los peques llegaron con el tubérculo más bien frío y muy rápido, lo que, viendo las patatas pegadas y su escasa temperatura nos dejó claro que llevaban hechas un rato. Al igual que las asadas con alioli que queríamos para acompañar el pollo. Llegaron con bastante antelación a éste. Me apuraría a decir que fue lo mejor de largo de la comanda pero a destiempo.
Esa comanda que decidimos confeccionar alrededor de nuestro tesoro buscado, un buen pollo a la brasa de huerta. Nuestro gozo en un pozo. Según nos dijeron nos sirvieron medio animal … mis dudas quedan más que razonables. Tal vez fuera un pollo mutante o un polluelo de mochuelo. No solo eso sino que, como podréis comprobar en la foto, llegó requemao y, por tanto, seco. Una mala forma de mancillar un manjar tan sencillo de hacer.
En definitiva, la sensación que nos dio fue de dejadez y falta de interés. La empatía social del personal tampoco es para tirar cohetes. Sequedad de gesto, mínima sonrisa, parquedad en palabras. Soy plenamente consciente de que, en un sitio así, no puedes exigir y mucho menos esperar una calidad gourmet pero, un pollo a la brasa no es tan difícil de hacer BIEN si le pones cariño. Al igual que una sonrisa, un guiño, una mueca, un gesto de estar a gusto haciendo tu trabajo y que lo perciba TU CLIENTE. Desde la última vez que estuve, algo ha cambiado allí. Ya no sé si querré saber cómo evoluciona la cosa. Una lástima para un lugar tan cercano y con posibilidades. Tal vez fue un mal día pero fue el que me transmitieron. Y, en mi caso, me cuesta dar segundas oportunidades viendo que ni siquiera ellos la querrían.
(Foto portada: adiezminutosdelcentro.blogspot.com.es)
@disparatedeJavi
Pues… visto lo visto, ya no iré.
Ojo, como poder ir … pero lo que parece seguro te vas a encontrar es un trato rancio … una pena, la verdad …