Varias personas me habían hablado de “Amarcord Tapería Italiana & Fun Club“, en Cabo de Palos. Todo lo que a mis oídos había llegado hacía que tuviera ganas de pasar por allí. Ayer fue el día. De casualidad y sin saber dónde íbamos a aposentar nalgas para comer tuvimos la suerte de ver que había una mesa al solecito llamándonos. Aquí, la mini #giliCrónica.
El servicio fue rápido, ameno y eficiente. Sin duda, lo mejor. Aunque el primer “pero” no tardaría en llegar. Con las típicas mesas de terraza de heladería es imposible comer cómodo cuando hay más de dos platos en ellas. Si somos cuatro comensales, ¡ni os cuento! No se nos dio – tampoco planteamos – la opción de juntar dos de ellas. Aún así, nos acomodamos como mejor se pudo y esto fue lo que degustamos.
Para los más peques, unos spaghetti “boloñesa-española” y una “prosciutto” para compartir. Ambos más que resultones. El segundo, mejor, más que nada por mi amor a la pizza. Era el turno de los menos jóvenes y, dejándonos llevar por las recomendaciones que nos hizo la chica y por la falta de existencias en final de semana y vacaciones, elegimos “fuera de carta” un “Paté de anchoas” servido con guarnición de TRES hojas de endivia, pimiento y boniato asados que, con el quinto fresquico ligaba de lujo y eso que, el boniato y yo, de amigos, poco. Seguimos con lo que se nos vendió como “Carpaccio de buey(?)“. ¡Qué manía de usar vajilla escasamente práctica! Servido en “bocata” y en una fuente alargada con un montoncillo de patatas fritas (de bolsa) en el otro extremo. Aquí se me torció el gesto puesto que, a no ser que me muestren un vídeo donde vea cómo compraron la carne para más tarde prepararla, identifiqué rápidamente que se trataba de “Carpaccio de vaca del Mercadona” y no lo digo por ponerme capullo sino con conocimiento de causa ya que mi chica y yo más de uno de éstos nos hemos preparado en casa. El corte y tamaño del parmesano que lo acompañaba, la mostaza y la rúcula pocha lo delataban aún más. ¿Rico? Sí, claro, resultón nuevamente pero para cobrar lo que se cobra por este plato sabiendo lo que de carpaccio “casero” tiene … pues como que no. Que me engañen no lo llevo muy bien, vaya.
Tras haberme calzado media pizza de los peques, solo había hueco para la última recomendación: “Conejo a la ligure” o lo más parecido a una versión del conocido por estas tierras “pollo rustido” con inyección extra de piñones. La salsa que lo acompaña, excepto por ínfimas diferencias, es la misma que mi madre prepara desde hace décadas. La camarera nos adelantaba que era la última ración que les quedaba, como era evidente al llegar a la mesa ya que solo tres trozos (para dos personas) componían el plato, dos de ellos, del costillar del animalico – lo que no se vio reflejado en el precio final. Sabroso como no podía ser de otro modo pero, pijo! Si me sirves los últimos tres trozos del conejo y encima dos, son costillas, no me cobres la ración igual, ¿no creéis? Eso sí, la patata asada estaba realmente deliciosa. Sí, aunque parezca una estupidez lo que acabo de decir.
En definitiva, el ratico que pasamos fue bueno: familia, sol, servicio atento y ameno pero más por actitud que por objetividad: si a las 15h tienes la terraza despejada, no creo que supusiera “perder clientela” el darnos la opción de juntar dos mesas para nuestra comodidad (y la suya). Cobrar menos por una ración que imagino no será igual a primera hora, no es un disparate. Vendernos buey por vaca “enlatada”, delito imperdonable y ajustar al máximo la guarnición de verdura del paté (3 para dos personas), una mala idea. Son detalles que deben cuidarse y que no cuesta tanto hacerlo, solo hay que tomar algo de interés. Como podéis imaginar me pareció caro para lo que vi y comí, todo en conjunto. Un italiano resultón, sí, pero ojo con perder el Norte. El precio debe enlazarlo todo no solo las cuentas de fin de mes.
Mi vía crucis particular en La Manga sigue su curso.
@disparatedeJavi