Mi tierra, mi lugar, mi terapia. Batalla de restaurantes y Alberto Chicote desembarcaban en La Manga para encontrar el mejor caldero del Mar Menor que, para los no iniciados o los que se niegan a iniciarse en eso llamado geografía y división territorial, está en Murcia (Región). Como es de imaginar, era el programa al que le tenía más ganas. Aquí, la gilicrónica.
Tres de cuatro enclaves en los que he aposentado mi paladar para comer en alguna ocasión en los años que llevo tumbándome en el diván de este (todavía) privilegiado lugar. Mundungus Liborio Fletcher (Hufflepuff) y su “Al lío“, un chiringuito en otro de esos destinos marcados con una X para todo lugareño. La playa, me refiero. Antonio, sin duda de Gryffindor, de la “Freiduría Mar Menor“, en el Puerto Tomás Maestre. El primer gran héroe de lo que llevamos de temporada. Pintor autodidacta en chandalejo y coleguita de Mundungus. Es lo que tienen los mangueros, nos conocemos casi tod@s. Clara (Ravenclaw), administrativa en Maloca, del que sólo queda el recuerdo de una (muy buena) comanda y no la compañía de la que un día disfruté. El programa dejaba para el final al máster de la oclumancia gastronómica: Adrián “el ido de olla” y de compañerismo (Slytherin). Y por él, como es habitual, comenzaba la batalla.
“La Solana“, en pleno campo de golf y donde los “piojosos” no son bienvenidos. Tampoco quieren serlo. Una cocina más grande que mi casa y en la que veíamos como, efectivamente, al amigo Adrián Malfoy-á, se le iba el caldero de las manos, aunque en “dos pasos”. Admito que me estuve riendo un buen rato con semejante chorrada. El momento merece la pena volver a digerirlo: aquí. Por mucho que Clara quisiera despenalizar el enfoque guiri y de alto poder adquisitivo que indicaba Antonio sobre el lugar, la realidad es la indicada por el antaño pintor de manguera. Dicho lo cual, este plato es, sin duda y por lo que me toca, uno de los mayores disparates con el que han sangrado mis retinas. “Son gente que no entiende el concepto”, decía, pero el asunto es que ni él mismo es consciente de semejante sinsentido. El resto de la comanda pareció, al menos, calmar la rabia de anguila autóctona casi en extinción de los comensales. 184,5€, esta vez, en un solo pase, para acabar con una calificación de 5.9, evidentemente gracias al 2.3 de su creación juguetona. Su asesor de marketing no estuvo fino animándole a jugar con el plato temático de esta entrega.
Ya en La Manga y no en las afueras adineradas, llegábamos a Maloca, otro nivel en varios sentidos. Doy fe. Mundungus dejaba claro (con bastante razón) que esa zona de la playa es lo más parecido a un programa de Tele 5 de tarde donde los participantes devoran bótox. Lejos quedan los buenos y diversos tiempos de aquel ZM que me regaló tantos momenticos. Eso sí, aquí se ha venido a comer, no a sentarse en un trono, por mucho que sea, posiblemente, el lugar donde se disfrutan las mejores puestas de sol. Dospasitos decía haber currado (4h) allí y haber salido como su caldero, lo que nos dejaba claro quién sería el único villano de la noche, sobre todo cuando nos sirvió la segunda gran gilipollez que salió de sus labios: “el sabor mental“, una disciplina que “acho”, sólo está al alcance de hechiceros avanzados encerrados de por vida en Azkaban. El caldero fue el que mejor pinta tuvo de toda la noche, aunque sí es cierto que comerlo sin alioli, al menos no ofrecerlo, son unas décimas de resta. ¡Menos mal que no pusieron limón! De la potencia no puedo hablar, porque es un plato que realmente no está hecho para paladares y estómagos sensibles. Es un plato tan rico como contundente a la digestión y en muchos lugares se ha ido rebajando por el lugar de origen de los comensales. Como la comida china. Tras un resto de comanda sin sobresaltos, sino lo contrario, llegaban los 220€ y el 6.7 de puntuación que, si no me equivoco, es de los mejores del programa, lo que daba más pistas de la honradez de los concursantes (de casi todos).
Con “No hemos aprendido nada” de Viva Suecia, llegábamos a uno de los enclaves que menos soporto de La Manga: el Puerto, un sitio en el que, te sientes donde te sientes, es harto complicado gozar de un equilibrio vistas – disfrute gastro. “Freiduría Mar Menor“, de Antoñico el honorable, heredero de suegro sobre el que cayó todo el poder sanitario de Dospasitos Estalactitos en el “Rincón exquisito” de Second. Alberto, como buen visionario, pidió en la casa de la fritanga un lenguado A LA PLANCHA, por algo será. Calderico, en cuatro platicos y con saborcico mentalico a tomatico de botecico, Solís, decía el dementor de la noche. El cocinero admitió su error que, visto lo visto en el resto de programas, es de alabar (mucho). Otra cosa es que el resto de platos que desfiló por la mesa, en fin, requieran de una tremenda revisión. El Asiático que nos mostraron fue el último horrocrux que presenciamos. Clara entonces, pidió un cambio de votaciones por “nerviosa”. La segunda que lo pide en la temporada. Saborcitos craneales ya sabía quién sería su objetivo. 172.5 € y el único suspenso de la noche con un 3.7. Otro de los lugares que visité hace mucho, pero mucho.
La última trinchera fue “Al lío“, en Cala Reona, otro tesoro de nuestro litoral mediterráneo. El que sea de fuera que me pregunte por una ruta de pateo inigualable. A estas alturas estaba ya hasta los berberechos de escuchar a Adrián, por mucha razón que tuviera en rajar de los congelados. Más allá de que fuera Hagrid, su socio, quien nos dejara claro que Mundungus es el relaciones toalleras del lugar, y que el caldero estuviera pasado-seco para todos menos para ellos, el resto de la comanda pareció gustar. De nuevo, todo un paso, insisto, en lo que llevamos de temporada. Admitirlo, no que fuera top la cocina. Los postres, siendo un chiringuito, no hay que olvidarlo, no sé qué esperaba Dospasitos. De la calidad general de los chiringuitos mangueros hablamos otro día. 219,5€ para terminar con un 5,6.
Las cuatro casas se sentaban en el Gran Comedor de “mírame a los ojicos y dime por qué”. No creo que me equivoque si digo que todos esperábamos que el único que diera la nota estridente fuera Adrián el mentalista. Autocrítica cero, comparaciones egocéntricas y rozando casi la falta de respeto, pero ahí estaba Mundungus para pararle la vaporera emocional. Liborio afirmó que le pelaba la escoba si a ellos no les había gustado su chiri para, acto seguido, volver a enzarzarse con el integrante de la brigada sanitaria de Slytherin que tenía a su lado. Antonio fue el último en levantar su suspenso pero con un saber estar, una educación y una sinceridad de las que muchos deberían aprender. Eso sí, lo de la limpieza fue lo único que perturbó su valentía, pero claro, viniendo de quién venía … y yo, hoy, otra vez, digo ¡bravo por Antonio! ¡Y bravo por Clara! ¡Y por Liborio! ¿No es tan difícil, verdad? Ella recibió su 6.7 como lo fue toda la noche, elegante a pesar de que el saborcitos viera la cocina “normalita”. Claro, como se sirvió en un solo pase … Esto no va de ganar 10.000 euros, esto va de oficio, de amor por este, de cariño y compañerismo, de competencia sana (siempre) y no de querer enterrar en el ahora lodo del Mar Menor todo lo que se te ponga por delante para faltar al esfuerzo del que tienes a tu lado.
Voy a pecar de listo y sobrao tecleando que, a no ser que una tormenta de maldiciones hiciera su aparición aquel día, tenía clarísimo cuál sería el ganador. Maloca, con un 7.7 de Alberto (el voto que me importa) se llevó no sólo el premio en metálico, sino el premio a otras tantas cosas intangibles que no suelen estar a la vista del comensal y que suman a la hora de querer ir o no a un sitio. Maloca es un sitio para ir, sin duda.
Más allá del ganador del pastiche, viendo lo que llevamos de temporada, anoche hubo tres ganadores. El otro que coja sus palos de golf y diseccione calderos lejos de mis deseos. Una gran lección de muchas cosas que nos ha faltado en programas anteriores y una persona que ganó nuestros corazones y respeto con humildad y sinceridad.
Me mola que, en mi rincón exquisito, aún haya resquicios de esa palabra harto extinta: honor.
Gilicrónicas, las auténticas.