Últimas horas de 2015, un año que no olvidaré por diversos motivos. Podría llamarlo “productivo” pero sería simplista. Tal vez “reconfortante” aunque, al mismo tiempo, “ilustrador”. Calificativos que serían apropiados para estos 365 días que se esfuman. Lo cierto y verdad es que, como siempre os digo, todos los días se aprende y a fe que, el que suscribe, lo ha hecho a piñón durante estas casi 53 semanas.
De un@s más que otr@s pero lo he hecho – para bien o mal – de tod@s los que me he cruzado por mi gilicamino.
Desilusiones, cartas y caretas descubiertas, orgullos heridos, soberbias a la intemperie, envidias estúpidas, incoherencias lamentables, darte cuenta de cómo es el entorno rabioso, engaños innecesarios, cómo un mes se convierte en año y medio, confiar y equivocarte, ombligos cuya progresión geométrica es imparable, defender y perder, caerse y volver a levantarte, ganas de seguir y seguir y seguir, de buscar, de nacer para correr, cariño (mucho), ilusión, reconocimiento, nuevas amistades, conocimiento, aprendizaje, gente buena por el camino, sorpresas, familia, amigos, proyectos emocionantes y motivadores y muchos “raticos” que no olvidar. La salsa de la vida, vaya.
Quedarse con lo mejor es trabajo de cada uno.
Y yo me quedo con vosotr@s.
A tod@s los que habéis perdido vuestro tiempo leyendo mis #disparates y estupideces varias, ¡GRACIAS!
En 2016 seguro que hay mucho más. Yo … seguiré sin poder callarme por mucho que joda al “personal”.
(Foto portada: diariocritico.com)