Que la vida se compone de “raticos” es un hecho indiscutible para mi. Que de esos momentos se ha de exprimir todo el jugo, paladearlo, degustarlo y, ante todo, disfrutarlo, evidente. Y eso podría ser el mejor resumen de la experiencia que, por un lado mi chica, y de otro, Begoña (y toda su crew), me brindaron la oportunidad de VIVIR este sábado.
Como siempre os digo ni soy, ni pretendo, ni sé si podría ser “crítico gastronómico” por muchos motivos. Al igual que os contaba en mi visita a Yakitoro, no os voy a bombardear con fotos de lo que tuve el honor de comer, ni con detalles nimios y frívolos de si me hice ésta o aquella foto con este PEDAZO DE CHEF/PERSONA (en todos los sentidos) que tuve la suerte de conocer face to face hace unos meses. Solo os contaré mis sensaciones que, a la postre, es de lo que creo que se trata cuando viajas, comes, hablas, conoces … ¿El motivo? Esos “raticos” de los que hablo soy partidario de guardarlos para uno mismo porque siempre puede perderse algo de lo que atesoras si lo compartes. Sí, puede ser egoísmo. Yo lo llamo recuerdos en la despensa craneal de los que ir mordisqueando trocitos de vez en cuando y sonreir.
Y así fue nuestra visita a La Salita este sábado. La mejor “crítica” que, personalmente, entiendo se puede hacer es precisamente acorde al nombre que Begoña puso a “su sitio”. Estar como en casa y sentirte como tal en todo momento desde que se abre la puerta no tiene precio. Toda su gente hace que la serenidad, simpatía, tranquilidad, fluidez, cariño rebose en las cuatro paredes para que el comensal se sienta “lo que viene siendo A GUSTO“.
Y si ya sientas tus posaderas en la silla así, hay un gran camino recorrido. El menú que prepara va de arriba a abajo, de izquierda a derecha en el paladar y sobre todo, en la comisura de los labios donde a cada bocado se esboza una sonrisa de “qué bueno pijo!“, que diría un Hobbit. Esa sonrisa es el mejor regalo, para mi, que un cocinero te puede ofrecer. Desde “El árbol de la vida” hasta esas galletas de jenjibre (de las cuales me comería una bolsa cada día!). Esa caballa y su espuma de la que con solo un poquito se llena la boca y laringe de sabores. La vieira, la menestra de pato o ese corzo lacado … pasando por el arroz con plancton y pulpo y terminando con ese recuerdo a los pitufos y sus setáceas casas bañadas, para ella, en fruta de la pasión … En fin, que como ya dije el sábado, ¡¡estáis tardando!!
El resto, como os he dicho, me lo guardo para mi. Solo puedo darle las GRACIAS por hacernos disfrutar tanto como el sábado. A ella, a su chico Jorne por tratarnos con esa sonrisa y ese acento castizo, je,je … a su hermano (ese gyn tonic me supo a néctar divino! jejejeje) y resto de personal de sala de los que es imposible tener queja alguna. Y un besico especial para ese pequeño gran hombrecillo que es el mayor tesoro que alguien puede tener.
En definitiva, se nota que estuve como “Deu”, no? Para mi, no hay mejor descripción. Eso sí, que no te quepa duda que … volveré! 😉
Las patatas me “suflarán” sí o sí! :)))
Pd.- Julio … eres un crack!
@disparatedeJavi
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