Hacía poco y, a la vez, mucho tiempo que no me sentaba en casa de Julio Velandrino. A estas alturas es absurdo que os recuerde lo increíblemente bien que se come en La Taúlla, pero no está de más que os flageléis con fuerza si aún no habéis pasado por allí. Aquí, una pequeña #gilicrónica de otro festín vikingo a base de SABOR.
Comenzar con otro plato que no sea el “Tomate Ibériko con salmorejo thai, aguacate de cultivo provisorio y cebiche de pésoles” debería estar penado con arder en una hoguera de imperdonable estupidez. He probado ya varias versiones y cada vez sube y sube más al Valhalla este plato. Las caras en la mesa hacían que no fuera necesario decir más. Los platos volvían a cocina sin necesidad de pasar por la manguera de brillo. “Esto siempre va hacia arriba“, me decía un buen amigo a mi lado. Sin duda. Llegaba la “Primavera temprana” (calabaza totanera, encurtidos, alcachofa blanca de Bullas, foie, semillas y borraja) y volvíamos a cerrar los ojos suspirando de placer a cada cucharadita. Una mezcla bestialmente equilibrada y con una suavidad inesperada al escuchar sus ingredientes. Simplemente delicioso. Este plato debe convertirse en un must de su temporada.
“Huevo de gallina feliz, crucíferas, acelgas bordes y jamón“. Un martillo de cremosidad del que no te cansas de recibir golpes en el paladar y que nunca, nunca falla. Otra de mis compañeras de mesa flipaba (literalmente) con que estuviera gozando comiendo coliflor y acelga. Un par de éstos comía yo cada semana. El tomate, a diario. “Arroz de codillo, jurel del Mediterráneo, garbanzos y espárragos silvestres de sombra“. Señoras y señores arroceros … ¡en pie! He probado varios de la mano de Julio y estoy en disposición de afirmar sin que me tiemblen las pestañas que, éste, es el mejor sin duda. ¡Qué jodida maravilla! Untuosidad, sabor, equilibrio, fuerza, contundencia, delicadeza … un sinfín de maravillosas prejuzgadas contradicciones que no resultaban tales. ¡Bravo Julio!
El desfile de deidades vikingas finalizaba con el “Cerdo autóctono con patatica de aquí ahumada al Yakitori” en homenaje a Alberto Chicote. El kamado es el nuevo juguetito de los cocineros en este país … ¡y qué juguete! Una última cocción para un punto perfecto y cerrar la mesa con esa salsica espesa e intensa. El romero y la patata cuadraban a la perfección el plato. Cojonudo. Con el estómago a punto de ser traspasado por un alien de plena satisfacción, llegaba el “Dulce de leche, cremoso lácteo y remolacha” que terminó de tumbarme en la lona de gusto. Otro clásico en La Taúlla de Julio Velandrino.
Su casa se ha convertido en silencio y con el buen hacer de cocina y sala en un absoluto imprescindible en Murcia. No me canso de castigar vuestras retinas diciendo que, para este hooligan que teclea, es la mejor relación calidad-precio-sabor de esta ciudad. Una evolución continua que tiene un objetivo claro: la felicidad del comensal. Primero es él, después lo demás. Y, así, es muy fácil salir de allí con la misma sonrisa que los 13 que formábamos la mesa.
Disfrutamos de los salones de Odín, demos gracias por ello … una vez más.
@disparatedeJavi