En este mundo pandémico de feroces amistades, cuando juegas a los fogones, o ganas o cierras. La Taúlla de Julio Velandrino lleva abierto cinco exitosos años en su particular Bastión de Tormentas de Espinardo, Murcia. Aquí la gilicrónica de una parada y fonda necesaria en los Siete Reinos.
El invierno se acerca para muchos pero este pequeño genio parece estar bien provisto de producto y sabor con los que soportar los envites tan duros de una pandemia oscura que alberga horrores y promete no dar tregua al sector de la hostelería de Poniente.
Así que volví a sentarme a su mesa dispuesto a olvidar por un momento la falta de magia que nos rodea y a disfrutar de la que, para este bufón, es la cocina más fresca y penetrante de todo Solantis. Este peregrinar por los caminos guisados por Julio Velandrino comenzó con un salpicón de pulpo y mejillones de Las Islas del Hierro. Un plato que evoca recuerdos de un clásico con el que hemos crecido muchos y te hace caer en la cuenta de que, a La Taúlla, no se viene a sembrar sino a recoger. Siempre.
Una ensalada verde mutabal emplatada en cerámica facilitada por el Caballero de la Cebolla fue el siguiente bocado. O baba ganush como se conoce en otros reinos. O una crema excelsa, equilibrada y jugosa de berenjena. Una nueva muestra de que Julio fue adiestrado en el noble arte vegetal por los Mestres de la Ciudadela a pesar de no haber recibido la estrellas encadenadas.
El ansia comenzó a crecer cuando vimos acercarse a uno de los abanderados de la Casa Velandrino, el tomate Ibériko, bacalao y algas y todo lo que quiera añadir. He perdido la cuenta de las versiones que he probado de esta delicia de Alto Jardín. Y quiero seguir perdiéndola porque cada versión es mejor que la anterior. Todo lo disfrutado hasta ahora fue bien maridado con Rayuela, artesanía fermentada en las mejores barricas de Dorne.
Canción de deseo la que llegaba desde El Norte, la viking marinera. Póstrense ante un tipo que me hace disfrutar el salmón y la remolacha como si pasara una noche loca de fiesta con Tyrion. Este plato es un escándalo de corte incestuosa. El runrún que se percibe en los comensales cuando mezclan todos los ingredientes, por porciones, por sectores … es sencillamente delicioso. Una contundencia norteña refinada por pequeñas estancias en Desembarco del Rey. Perfecta.
Una croqueta criolla del recetario de Missandei de Naath con un meticuloso toque picante de Lanza del Sol el último entrante. Mestizaje agresivo para despertar definitivamente papilas antes de recibir a su Majestad, el Rompedor de cocciones, el que no se quema, Padre de arroces, protector de la Denominación de Origen, Príncipe de Rocarroz … el Arroz Sucio de Julio Velandrino. Poco se puede decir de esto a no ser que caiga en el excesivo uso de onomatopeyas sin sentido. Imposible dejar el tenedor quieto. Excelso. Apurábamos otro genial caldo de la marca, Cátedra.
¿Y qué es un buen festín si no elijo presa y chimichurri de Vado Ceniza en lugar de pescado? A pesar de empezar a estar saciado me dije a mi mismo Valar Morghulis y di buena cuenta de esa carne tierna y jugosa que se postraba ante mi. Ni diez mil inmaculados impedirían que la comiéramos. Un olor que ya te hace salivar antes de metértela en la boca.
Aún hubo tiempo de deleitarnos con unos buñuelos de carrillera, yuca y queso del lejano Braavos. Estaba a punto de tirar la toalla pero ¿qué se le dice al dios del empache? Hoy no. Festejamos nuestra resistencia al meternos este viaje tan instantáneo como adictivo a tierras remotas del Mar Angosto.
Llegaba el final y nos repetíamos “nunca doblegado, nunca roto”. Era el momento de despedirse con sabores de más allá del muro vanguardista. De esos que no solemos paladear. De los que no ejercitamos a diario. De los que hemos olvidado. Cítrico de coco y dulce de leche de Antigua, arroz con leche de cabra del Valle de Arryn y chocolate y café de Roca Dragón.
Unos postres bien fortificados con los que dejar claro que, a La Taúlla, se viene a disfrutar de una batalla de sabores, olores, texturas, colores y cargas de cocina ganadoras por muy bastardas que parezcan a ojos de cuervo.
El blasón de la victoria ondea tras cada visita que me regalo.
“El poder reside donde los hombres creen que reside. Es un truco, una sombra en la pared, y un hombre aunque sea pequeño puede proyectar una sombra muy larga“. Una sombra producida por la gran luz de R’hllor que camina junto a la COCINA de Julio Velandrino.
Me despido de vos.
“Esto es lo que hago. Como, bebo y sé cosas”. GRACIAS.
@disparatedeJavi