En los tiempos de “fui el primero”, “ya la he visto” o “ya lo he probado”, decidí dejar de lado las prisas y el ansia egocéntrica de visitar los restaurantes y acudir a ellos tras un período de adaptación (nunca fácil en Murcia) y rodaje. Este sábado pasé un buen ratico en Cucú GastroBar. No solo de tortillas va la comanda. Aquí, la #gilicrónica.
No soy decorador de interiores, eso se lo dejo a otros. A éste que teclea lo que le importa es lo que le sirvan y cómo. Imagino que a la gran mayoría de vosotros, también. La carta es de las que me gustan, cortas, de ésas que no tienes que trocearte los sesos para decidir qué cenar. También me parece un acierto que todas las raciones estén pensadas para compartir. No a todo el mundo le apetece reventar cenando. Una lástima que por motivos ajenos al restaurante no pudiera probar la tapa estrella de boquerón marinado. Prometí que volvería a por ella.
Comenzamos con un ceviche de dorada del Mar Menor y unas croquetas de pato. Ambos platos mejorables. La cantidad excesiva de cebolla en el primero no dejaba respirar del todo a uno de nuestros pescados estrella que, por otro lado, tenía la curación ácida perfecta. En cuanto a las croquetas, también ejecutadas según los cánones pero necesitadas de más protagonismo del pato. Una carne hilada y en más cantidad dejaría a esta croqueta donde merece. Seguro estoy de que así será la próxima vez que la cate.
Al contrario que su prima, la de berenjena. Una elaboración igualmente académica, cremosa por dentro, jugosa, crujiente por fuera y con el sabor que se le presupone al leerla en carta. Muy rica. Como la tortilla que escogimos, de trufa y foie. Cuajadita lo justo, untuosa y de sabor equilibrado. ¡Voló!
Secreto Ibérico a baja temperatura fue lo siguiente en desfilar por la mesa. No hay pero que valga. Estoy convencido de que muchos de vosotros asociáis “secreto” a “más tieso que las alpargatas de un ciudadano romano”. Éste estaba delicioso y como se presupone. La sal negra en escamas es una de mis debilidades así que todo correcto. A estas alturas yo ya estaba más que satisfecho pero mi compañero de paladeo quería chocolate y a por él que nos lanzamos y devoramos. Poco hay que decir de un buen chocolate y éste de Cucú GastroBar representaba su papel sin despeinarse.
Si a toda la comanda sumamos que la cerveza es Alhambra, pocas cosas pueden salir mal.
Gente joven, con ganas, ofreciendo un ticket medio muy necesario, siempre es bienvenida para mi en Murcia. ¿Mejorable? Por supuesto, pocos se pueden colocar la etiqueta de “todo conseguido” en tan pocos meses. El servicio de sala para ser una única persona encargada de todo fue más que eficiente. ¡Qué gran problema el de la hostelería murciana con el servicio! Un hecho constatado tras conversar con muchos cocineros. Un inconveniente que sufren en silencio pero que se palpa en el ambiente. A pesar de ello, fuimos a pasar un buen ratico y eso fue lo que ocurrió.
Tal vez los prescriptores de la red deberían separar la clara de la yema de su cerebro y ser conscientes de en qué liga van a jugar cuando se sientan a la mesa de un restaurante. Hay muchas formas de contar historias. Ésta es la mía y fue una bonita historia un sábado por la noche. De raticos está hecho esto y, el del sábado, fue muy bonico en muchos sentidos. En vuestro animus está disfrutar de las cosas.
Gracias Antonio por hacerlo todo fácil, sencillo y cercano. Por cierto, tengo una idea para una de las tortillas del mes. Ahí lo dejo.
@disparatedeJavi