Conteniendo la sangre que me cae por la frente al recordar la tan lamentable experiencia de este sábado me pongo a teclear sobre “El Mexicano” situado en la Plaza Bohemia de La Manga. Aquí tenéis la #gilicrónica de un auténtico #disparate de mal servicio, mala comida, mal trato y todo lo que puede meterse en una coctelera para el cásting de un episodio seguro exitoso de “Pesadilla en la cocina”.
21.15 horas. Sentados a la mesa cinco adultos y cuatro niños. Diez minutos antes mis posaderas yacían en la silla esperando al resto de comensales. Desde el principio ya sentimos como no iba a ser una cena fácil la que nos esperaba. Camareros que iban y venían sin pies ni cabeza. Cervezas que tardaban como si estuvieran fermentando en ese momento. Comandas que solo se podían hacer a una persona, el encargado. Ese mismo que debía atender a unas 25 mesas. Nadie más podía tomar nota de nada sin riesgo a que el sistema tan eficiente se cortocircuitara y saltara por los aires. En fin …
Tras esperar más de 20 minutos, pudimos hacer nuestro pedido. Los minutos pasaban. Observaba como una camarera giraba como una peonza de mesa a mesa con platos que no llegaban a su destino. Entraba, salía, volvía … otra vez el plato para dentro. El tiempo seguía corriendo y nada que poder engullir llegaba a la mesa. No era únicamente nuestro pesar. La mesa de atrás poblada de niños desesperados. Muchos minutos más tarde gritaban “hurraaaaa!” cuando llegaron sus hot dogs. Imaginad cuánto llevaban esperando.
22.15h, llegaban los nachos requemados. Posiblemente los mismos que portaba la despistada camarera de arriba a abajo. Los que no habían sufrido la ira de las llamas (o de las ondas) podrían ser “pasables”. O tal vez la hambruna y la desesperación de la espera nos llevó a soltar eso de “no están mal”. Los niños seguían implorando por sus menús infantiles. Llegaban entonces los entrantes de éstos, unos “fingers de queso plástico” y unos “nuggets” evidentemente no caseros. Los cuencos de salsa barbacoa inundaban la mesa. Todo lo que allí se servía debía camuflarse en esta salsa. Podría haberme dado un baño de pies con toda la que nos sirvieron. Las quesadillas de otro de los menús terminaban por sonrojarme ante tal esperpento. Vacías y con un pegotillo de queso fundido. Insulsas a más no poder.
Los adultos decíamos “qué buenos son que no se quejan” … Y veíamos como unos aros de cebolla brillantes y bien hidratados en aceite eran nuestro siguiente manjar. Aparecieron también los jalapeños rellenos de queso grumoso, sin fundir. Esos grumos que da el que estén congelados y al hundirlos en la freidora hace que el queso salga como salió.
Un nuevo lío a la hora de pedir cervezas para tragar eso. “Les pido un favor y es que me lo pidan todo a la vez“, nos espetaba el agradable encargado. Todos debíamos ponernos de acuerdo en terminar nuestra bebida en el mismo segundo si osábamos pedir otra. La hamburguesa de mi chico era para echársela al perro que tranquilo yacía en la mesa de al lado. Las patatas fritas congeladas, otro añadido. Los principales no llegaban … 22.30h. De pronto hizo su aparición la camarera de “El guateque” con un plato que ni ella sabía lo que era. “¿Esto es el pollo azteca?“, se le preguntaba … segundos de silencio mientras sostenía el plato, lo examinaba y contestaba … “No sé, será esto” … ¿Será esto? ¿No tienes ni puta idea de lo que estás sirviendo? Otra vez la veíamos llevarse un plato para dentro.
Nuestra paciencia ante tales despropósitos terminó allí mismo. Rogamos nos trajeran la cuenta que nos íbamos ya. Los niños sin postre alguno. Entonces apareció el encargado repleto de argumentos insostenibles y, peor aún, sin ni siquiera escuchar por qué habíamos tomado esa decisión. “No caballero, no le voy a dejar hablar porque usted tiene la razón“. Así me cerró la boca sin poder articular palabra, sin educación ni autocrítica alguna y así enterró también una posible segunda oportunidad para este desastroso “garito”. “Las comandas van por orden de llegada“, llegó a increparnos. Pero nada más lejos de la realidad ya que, minutos antes, una rubia había desfilado por la sala y estaba engullendo un burrito a dos carrillos mientras en mi mesa no había rastro de las fajitas mixtas pedidas hacía una hora.
El camarero al traernos la cuenta nos dijo que estaban faltos de personal e incluso se atrevió a mencionarnos el “Rembrandt”, otro clásico de la Plaza Bohemia, argumentando que allí también se debe esperar una hora para cenar y que la calidad de su producto era mucho menor a la que ellos sirven. ¡Con dos cojones! Solo nos quedaba la risa nerviosa por no mandarlos de peregrinación a Tatooine. Al salir de acompañar a mi hijo al baño escuché al encargado repleto de dicha y empatía decirle a sus chicos: “díganles a todos que al menos deben esperar 40 minutos“. Un buen resumen final.
Otro ejemplo de cómo no se deben hacer las cosas. Si no puedes atender tantas mesas, no rellenes tus metros cuadrados de terraza. No es excusa estar “faltos de personal”, no lo es. Menos aún el someter a tus clientes a tus limitaciones y deficiencias. Un solo tio para anotar todas las comandas y sus ampliaciones. Podría seguir rabiando y golpeando la tecla para describir todo lo que vivimos pero sería absurdo. La calidad de la comida era … era … las fotos van sin filtro, decidid. Sóis mayorcitos para saber si esto es un sitio al que ir. Pero antes, podéis pasar a ver algún que otro comentario que publican en su propia web. Despropósitos. Esto dicen de ellos mismos …
“Mexicano La Manga presenta las recetas más auténticas y originales de México, elaboradas con ingredientes totalmente naturales y frescos, que dan lugar a los platos típicos con el mejor sabor.”
@disparatedeJavi