Al fin dan mis infames huesos con un restaurante coherente en La Manga del Mar Menor. “El Camarote de la Martinique” ofrece una oferta apetecible y sobria a, literalmente, orilla de la laguna en peligro de extinción. Situado en los bajos de este clásico edificio cuenta con una carta no muy extensa (no ridículamente instigadora como otras) de platos pero que, sin embargo, se complementa con las “sugerencias” diarias fuera de carta.
No busquéis novedades espectaculares, ni esferificaciones galácticas o espumas desenrizantes de paladar, no. “Únicamente” un buen trato al producto en unos platos sencillos sin más pretensión que hacer feliz al comensal.
Así comenzamos con un “Tartar de atún y mousse de aguacate“. El marinado del pescado me encantó pero, si bien no soy muy amante de la mezcla con el “dulce verde”, he de admitir que la suavidad y cremosidad con el que se había preparado éste hacían que el bocado resultara meloso y muy rico. Como os he taladrado retina varias veces, mi petición expresa fue el “Ceviche de corvina“. Visualmente atrayente, nada más acercar mi ocico supe que le faltaba algo. Escaso de lima y capsaicina. Bastante escaso para mi gusto. El resto del plato preparado más que satisfactoriamente pero falto de esa pequeña hostia que este plato debe darte en la boca. Más tarde me comentaría el camarero que se prepara “suave” para que pueda ser del gusto de todos los comensales. Puede ser un argumento pero con el que no estoy de acuerdo ya que partes en dos la esencia del plato. La solución sería preguntar antes de servir.
También pedimos un “Tomate partío con bonito“, más por cortesía hacia mis acompañantes madrileños que por deseo del que suscribe. Correcto, sin más. El AOVE que lo acompañaba maquillaba el “parece que llegaba pero no” del tomate. El bonito sabroso aunque, para mi gusto, demasiado seco. Me gusta más crudete. Llegaba el “Pulpo frito“, acompañado de unas papas gustosas y perfectas de cocción. Rico, tierno y crujiente y de tamaño más que aceptable. La mezcla perfecta para esas cervezas de verano.
Al centro desfilaba la armada: “Secreto Angus USA” y “Bife Angus Argentina“. Demasiado snob sería si os dijera que supe distinguir si es de Angus Young o Angus Cow. Lo cierto y verdad es que la carne estaba hecha tal cual la pedimos, tierna y muy sabrosa. La guarnición de concepto viejuno que la acompañaba tal vez pudiera revisarse pero el efecto perseguido lo conseguía de sobra.
Y para terminar estoy empezando a aficionarme a eso de los postres dulces. Debe ser la edad o la suerte de haber probado auténticos manjares de mano de cocinerazos. De un modo u otro vi algo en la carta que se grabó en mi cráneo a fuego: “Torrija asiática“. Decir que, más que torrija, era bizcocho que, empapado con ese fondito, resultaba un final rico, rico, aunque desmarcado radicalmente del concepto que todos tenemos de este clásico postre. Llámenme hereje pero el sabor me recordó más al de unas natillas. Eso sí, me comía otra.
En definitiva un ratico más que agradable el que pasamos en “El Camarote de la Martinique“. Sin opulencias egocéntricas ni fuegos de artificio. Un producto bien tratado al servicio de su sabor. Un servicio joven, amable y rápido, dispuesto que te hace sentir “a gustico”. El sonido del Mar Menor a tus pies y sin la necesidad de tragarte esas colas interminables de coches para ir a buscar un sitio peor a Cabo de Palos. A mí, me han ganado para su causa. Mejorable, sin duda, pero una buena causa.
@disparatedeJavi