Confieso que hasta este pasado domingo no había probado uno de los clásicos gastronómicos del Altiplano, las gachamigas yeclanas. Doy fe de que contaré los días hasta que mi paladar disfrute de nuevo de este bocado tan sencillo como exquisito. Aquí, la #gilicrónica de una jornada en familia alrededor de una mesa y sus costumbres. Los mejores raticos.
Para el que no lo sepa, la gachamiga en Yecla se prepara a base de harina, agua, AOVE, ajo, sal y brazos dispuestos a pasar uno de esos momentos junto al fuego que alimentan bíceps y alma. ¿Sencillo verdad? Delicioso, sin duda. “Pero ya sabes que tienes que comerla con pellizcos de pan”, me advirtieron. Como cualquier membrillo que jamás las había degustado puse cara de “¿qué me comentas? ¿pan con pan?”. Pues sí, directamente de la sartén y sin parar. Como veréis en las fotos hay una gran diferencia con, por ejemplo, las manchegas, que no terminan de cuajarse y quedan como una especie de papilla. Me quedo sin pestañear con las de mi tierra.
Pero el festival gastronómico no iba a quedar ahí. Un asado de “jamones” de corzo, cocinado durante más de 4 horas, fue el espectacular segundo plato. De todos es sabida la dificultad que tiene que la carne de caza quede tersa, tierna y jugosa pero esta familia lo consiguió. Otro manjar que llevarme al recuerdo de mi paladar. Mención especial para los “torreznos de Soria” de los que me hubiese comido kilo y medio.
¿Y qué es una comida sin un buen postre? Mucho me habían hablado mis amigos de la “ensaimada yeclana“. Rellena de crema o chocolate terminó por enamorarnos en un día maravilloso en familia, mesa y mantel repleto de tradición y cariño. No sé qué hacen las pastelerías de la capital que no traen este tesoro a la urbe.
No solo de grandes restaurantes, soles y estrellas vive el disfrutón. ¿Qué sería de nuestras cotidianas y casi a diario rutinarias vidas sin momentos como éstos? Un menú privilegiado. Por todo lo vivido el domingo, gracias Basy, Mada y familia. ¡Que no tarde la próxima!
@disparatedeJavi