Cuando descubres un lugar de la mano y paladar de un amigo. Ayer tuve el sabroso placer de conocer el Gran Vía Casino en Calasparra. Una cocina de las que practican el oficio a diario con la misma ilusión y buen hacer que el día de su apertura, siempre aspirando a mejorar. María y Leo, con más de diez años (entre antigua y nueva ubicación) al frente de este apetitoso enclave, nos regalaron uno de esos raticos de los que se alimenta este que aporrea teclado. Aquí, mi #gilicrónica.
Una pausa para alimentar cuerpo y alma tras una jornada perfilando un proyecto que, en breve, podré contaros. ¡Y qué bonita pausa! Comenzamos con el llamado “cayuco“, una tosta que, a pesar del queso base, consigue equilibrar todos y cada uno de los sabores que la forman. Sin duda, esta embarcación tiene un final feliz en forma de sonrisa al primer y último bocado.
¿Hay algo que maride mejor con una cerveza bien fresquita que una buena anchoa? Un clásico siempre vigente si el producto utilizado es bueno y no se destroza. Un pimiento con el que abrazar y volver a conjugar sabores. Un arranque perfecto, sin más pretensiones que buscar ese cosquilleo placentero en las papilas.
Llegaría entonces una de las estrellas de la casa, la croqueta de sepia con alioli de soja flambeado. De nuevo, armonía trazada con precisión de cirujano culinario. Deliciosa. Sería absurdo buscar cualquier otra calificación. Para pedirse, al menos, dos. Lo siguiente en desfilar ante nuestro pequeño metro cuadrado de disfrute fue el gambón a la plancha estilo thai (curry rojo muy suave) con leche de coco. Un plato más que correcto al que, tal vez, encontré falto de esa chispa cítrica o capsaicínica que siempre se agradece en este tipo de cocina.
Ya sabéis que no me puedo resistir NUNCA a un steak tartar. Una vez más sucumbí al escuchar esas palabras y, una vez más, no me arrepentí de ello. Una rubia gallega de corte académico y con un aliño espectacularmente alineado. Podría haber estado comiendo hasta que solo quedaran las astas del vacuno. Acompañado de un pan de cristal con AOVE, otro bocado delicioso.
Y, como soy un carnívoro ansioso, casi siempre prefiero terminar una comanda masticando. Una mini hamburguesa “con una salsa secreta que no os puedo desvelar” que, tras el último trago de zumo de cebada, me dejó la sensación de haber descubierto un sitio de los que te apuntas en el cuaderno de bitácora gastronómico.
Me declaro MUY FAN de este tipo de lugares donde cocina, sala y cariño maridan a la perfección. Donde se respira atención al comensal. En los que de lo único que has de preocuparte es de disfrutar de la compañía y sus platos. Aquellos en los que la única presión es hacer felices a los afortunados que se sientan a su mesa.
Gracias María, Leo y resto de equipo. Volveré. Y espero hacerlo nuevamente de la mano y corazón de mi queridísimo Moy Gomar.
Gilicrónicas, las auténticas.
@disparatedeJavi

Equilibrio, señores, equilibrio al servicio del disfrute.